Lerdo

El frío no fue obstáculo para ir al panteón

CECILIA AGUILAR ACUÑA

EL SIGLO DE TORREÓN

GÓMEZ PALACIO, DGO.- Pese al aire frío que se registró el día de ayer, cientos de gomezpalatinos llegaron como en romería a los panteones municipales de esta ciudad e igual sucedió en el cementerio de Jardines Eternos, ubicado entre las arterias Amatista y Durango con motivo del Día de Muertos.

Desde temprana hora la gente enfundada con ropa de invierno llegó al camposanto ubicado a un costado de la colonia Morelos I y II, caminaba por la calle Matamoros con flores, tinas, escobas y bolsas donde guardaban diversos víveres para almorzar o comer en el lugar. Los puestos ambulantes se descubrían a su paso.

La circulación de la avenida Mina fue cerrada en la unión que hace con la calle Matamoros. Una patrulla de la Dirección de Tránsito Municipal tapaba el acceso. Camiones, unidades particulares y taxis, se vieron obligados a tomar otras rúas para llegar a los cementerios. Por la Topacio, Alejandrina y Diamante, del fraccionamiento La Esperanza, la gente se desplazaba y buscaba estacionamiento.

Ahí empezaba el movimiento tradicional del Día de Muertos. Niños, ancianos, adultos, caminaban hacia los panteones. Josefina y Rufino, un matrimonio de ancianos, se desplazaban a paso lento por la rúa. El viejecito comenta que no entiende por qué tantos cambios, “antes no era tanto problema venir a ver a nuestros muertos, ahora se les ocurren muchas cosas a estos gobiernos”.

Antes del mediodía la gente se topaba una con otra, pues unos iban llegando y otros ya regresaban. Los comerciantes gritaban para promocionar su mercancía. Lidia Trejo camina cargada con flores que adquirió en el centro desde un día anterior, dice que este año sólo tuvo para comprar las conocidas como Mano de león y Cempasúchil, “pero la idea es que no se pierda la tradición y hay que venir también para rezarle a nuestros difuntos”.

Los accesos a los panteones estaban abarrotados por vendedores ambulantes quienes con voz desesperada llamaban a los clientes. Betty, propietaria de un negocio de duros con verdura, se queja porque las ventas no eran muy buenas, “estamos batallando, pues la gente es poca a comparación del año pasado... y este frío tiene la culpa”.

Entrado el mediodía las flores como la Mano de león, Nube y Cempasúchil, las estaban rematando a diez pesos el ramito. Aún así, muchos puestos estaban aún muy bien abastecidos. “Es que hay mucha competencia”, aclara Ramón Luévanos, un comerciante de Villa Juárez, Durango.

Para entrar al camposanto, los visitantes más de una vez tuvieron que atender el llamado de un vendedor. Un “no gracias” o un “cuánto cuesta”, se escuchaba por doquier. La mezcla de lo religioso y lo pagano también se pudo percibir adentro, donde entre las tumbas los vendedores de rehiletes, refrescos, dulces y frituras interrumpían los rezos que emitían los deudos a sus familiares.

La sexagenaria Laura de González dice que pese a que el Día de Muertos es una fiesta mexicana a la que se le han agregado otras situaciones –como el excesivo comercio de artículos diversos-, es una tradición que no cambiará y que debe permanecer.

“El día en que yo me muera, no voy a llevarme nada...”, parte de una estrofa de la canción “Un puño de tierra”, se escuchaba por todas partes. También fue interpretada por “Los Naveños”, un trío musical que estaba cobrando la melodía a 40 pesos. Alrededor de ellos, una familia que le rendía culto a su madre fallecida el año pasado, lloraba inconsolable.

La gente rezaba, comía, limpiaba las tumbas y colocaba flores en los garrafones exentos de agua. Un Día de Muertos, cuya tradición sigue pese a los factores económicos, sociales y personales de cada familia mexicana.

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