En esa maraña que les encanta armar con gran frecuencia a los políticos, en pasados días se suscitó una deplorable exhibición de orgullos ofendidos, cuando en el seno del octavo Congreso Nacional del PRD, su líder moral Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, anunció su renuncia a los cargos que ostenta dentro de la directiva de ese instituto político, provocando que el presidente de ese partido, Leonel Godoy Rangel, hiciera lo mismo. El motivo que adujo el primero fue el de que había propuesto dimitiera el total de integrantes del Comité Ejecutivo Nacional, para liberar a la dirección del partido, Godoy, de las ataduras que le imponen los sectarismos y las cuotas de poder, dando plena libertad para que llevara a cabo la reestructuración de los órganos de la dirección del CEN y del consejo nacional. Quería le otorgaran facultades absolutas a Leonel, quien mostró su desacuerdo, manifestando que de hacerlo se convertiría en un “dictadorzuelo”, lo que el Ingeniero interpretó como un desprecio a su sugerencia.
Hay varias interpretaciones que hacer a este respecto. Uno, que CCS actúa como una prima donna a la que no se debe tocar ni con el pétalo de una rosa. Dos, que los perredistas están protagonizando un espectáculo fríamente concebido, mise en scéne, para eliminar, de una vez por todas, el divisionismo que está perjudicando a su partido, obligando a que todas las cabezas de grupos se retiren sin hacer la menor alharaca.
Tres, que el hijo del General se aprovecha de que a ninguno de los delegados le conviene que deje su participación en el partido que él fundó, dado que su ausencia traería notorias consecuencias para todos los perredistas que correrían el riesgo de quedar en la orfandad política. Cuatro, que Cuauhtémoc pretenda provocar un tumulto de pasiones, entiéndase crisis al interior de su partido, que beneficien sus aspiraciones para colarse por cuarta vez en la “grande”. Cinco, que hacia adentro y hacía afuera quede clara una ostensible demostración de que en ese instituto político, usando un lenguaje coloquial, nomás sus chicharrones truenan.
Yo me quedaría con todas las lecturas. En efecto, el partido de un tiempo acá ha resentido fisuras, producto de constantes sacudidas que han llegado a afectar su estructura, por lo que resultaba necesario que, al grito de ahora o nunca, se tomaran medidas, de ser draconianas, mejor. Es bueno para un partido político y para el país que se haga así. Aunque, a decir verdad, quien resulte beneficiado sea Cuauhtémoc, quien, de aprobarse esta providencia, tendría, en Leonel Godoy, a uno de los suyos dispuesto a acatar cualquier sugerencia, aun la de darle lustre a sus botines si así le pluguiera al hijo del General. Si no aceptan lo que planteo, se dijo el ex gobernador michoacano, me voy.
Y lo cierto es que el partido es él, por lo que la amenaza de abandonar sus filas resultaba catastrófica para los que a su sombra han medrado. No hay dentro de esa agrupación una figura ya no digamos igual, si no que ni tan siquiera una que le llegue a los tobillos, para aglutinar las diversas fuerzas que la componen. Agregaríamos que han surgido diversas corrientes que ven en el PRD la oportunidad de utilizarlo como membrete para sus muy personales aspiraciones; que han llegado a la cínica osadía de querer desconocer el liderazgo de su fundador.
Estos grupos, que habían secuestrado al partido, se dieron cuenta de que sin Cuauhtémoc podrían seguir sisando, aunque el partido resintiera el desprestigio. Era hora de ponerles un hasta aquí. La corrupción y el nepotismo eran, son, un cáncer contra el cual no se concibe otro remedio que la cirugía radical o, en caso contrario, permitir que se constituyeran en grupos de insolentes, carcomiendo la conciencia partidista, que de esa manera tendería a su desintegración. La peor de las lacras, la burocracia parasitaria, se había apoderado de las ventajas que proporcionaba la agrupación, actuando como si fueran dueños del partido. Habían llegado a tales extremos que, como los sapos, cada vez que se movían ocupaban más espacio. No bastaba con darles un estirón de orejas a quienes utilizan las siglas del PRD para sus propósitos personales, había que actuar con coraje y decisión.