El día del Informe presidencial, miércoles primero de septiembre, se inició bajo signos políticos ominosos: Muy temprano los noticiarios radiofónicos informaron la presencia, en calles aledañas a San Lázaro, de inconformes trabajadores del Instituto Mexicano del Seguro Social, del Sindicato Nacional de Electricistas y muchos más del gremio de telefonistas, para protestar en contra de las reformas hechas por el Congreso de la Unión a la Ley del Seguro Social.
Al mismo tiempo anunciaba la radio que tres mil quinientos elementos de la Policía Federal Preventiva y de la Secretaría de Seguridad del Distrito Federal viajaban hacia el área de San Lázaro para bloquear cualquier sabotaje en el acto de lectura del mensaje presidencial...
El entorno vial del recinto legislativo había sido protegido por vallas metálicas de tres metros de altura, muy compactas y fuertemente unidas. Tras éstas se colocaron fuertes grupos de granaderos armados con dispositivos de prevención y armas de fuego. También había carros de bomberos estratégicamente colocados. Desde Palacio Nacional hasta San Lázaro se había asegurado el tránsito vehicular por la avenida Fray Servando Teresa de Mier para el arribo de invitados y autoridades. Ligeramente demorado -quince minutos más o menos- arribó el presidente de la República, Vicente Fox Quesada, al recinto legislativo y empezó la lectura de su Informe ante el Congreso general presidido por el diputado Manlio Fabio Beltrones, cuyo nerviosismo destacaba más que el del primer Mandatario del país. No era para menos, pues los diputados del Partido de la Revolución Democrática tenían puesto y dispuesto el borlote intermitente con que suelen molestar a los presidentes de la República, desde Carlos Salinas de Gortari...
El Presidente llegó armado de paciencia para resistir todo tipo de presiones groseras. En otros tiempos él mismo, siendo diputado, inauguró en reñida y reída competencia con el legislador Hugo Rascón Banda, la intención aviesa de reventar la comparecencia presidencial, paseando por los corredores del recinto legislativo con tremendas orejas postizas de burro uno y una cabeza de marrano el otro, a fin de chacotear con el mensaje del presidente en turno, Carlos Salinas de Gortari; el miércoles, cambiados los papeles, a Fox le tocó sufrir más de veinte interrupciones de la diputación del Partido de la Revolución Democrática, muy escandalosas y de mal gusto. No lo dejaron en paz durante la hora y media de su perorata.
El texto del mensaje presidencial hizo alarde de logros y avances del Gobierno, pero alguien gritó -Pinochoo!- y anuló el efecto que buscaba provocar el Mandatario en la audiencia. Luego, cada vez que el señor Presidente intentaba dar cifras y hacer comparativos entre sus propias obras y el gasto público de otros presidentes, ipso facto surgían gritos desde la butaquería derecha del salón, paradójicamente proferidos por la izquierda ideológica que ocupaba dicho espacio. Claro, si la colocación de los extremos ideológicos fue dispuesta desde el presidium del evento la cosa estaba bien: fueron las huestes del Partido de la Revolución Democrática quienes no dejaron en paz al Jefe del Poder Ejecutivo Federal...
El PRI, ubicado como siempre al centro, a veces aplaudía con el partido Acción Nacional y a veces sonreía sarcásticamente ante el barullo grosero del PRD; sin embargo la mala educación de los izquierditas fue apoyada por algunos elementos del PRI quienes en lugar de aplaudir por mera cortesía la lectura presidencial le dieron la espalda al Mandatario. El colmo de los colmos…
Era el turno del presidente de la Cámara de Diputados. Las cuerdas bucales de Manlio Fabio Beltrones carecían de fuerza sonora y formaban un hilillo de voz dulzona, suplicante, lastimera. Me dormí irremediablemente. Desde las 18:00 horas había escuchado discursos de seis legisladores, en los dos únicos tonos posibles de la retórica pre-Informe: cinco por la ira y uno por la complacencia...
Luego atendí el mensaje del señor Presidente de la República. Con tal maratón discursivo era imposible llegar consciente y alerta hasta la respuesta del presidente del Congreso… Poco a poco me hundí en un irresistible sopor hasta llegar al nivel del sueño y lo que soñé resultó una pesadilla: no era el diputado Beltrones quien retrucaba el mensaje presidencial sin abono de méritos.
Eran -Dios nos libre de ver concretada esta premonición- la voz, el estilo retórico, el tono persuasivo y ominoso del propio ex presidente Carlos Salinas de Gortari, la argucia apodíctica que convocaba a una tregua entre el Ejecutivo y el Legislativo, a establecer un diálogo que construyera caminos, a una convención amigable en bien de la macroeconomía del país. Respiré con esfuerzo y a transpiré copiosamente.
Casi escuché decir a la voz de estilo melifluo, acaramelado “conciudadanos, no se hagan bolas” en el preciso momento en que mi esposa sacudía mis hombros, alarmada: “¿Qué te pasa? ¡Estás sudando! ¿Tienes calentura?”…Entonces vi en la pantalla el rostro complaciente y negociador de Beltrones. ¡Carajo, han de ser parientes! dije y resollé con fuerza: ¡Ufff! Son los primeros pasos hacia la sucesión presidencial. Si el grupo del ex presidente Salinas va a estimular alguna candidatura, ésta podría ser la del ex gobernador de Sonora…