Las escenas de lo que ocurrió en uno de los poblados, dentro de la mancha urbana del Distrito Federal, son espeluznantes. Tres varones fueron brutalmente agredidos por la multitud, logrando uno ser rescatado por la policía. El pueblo amotinado se tomó la justicia (¿justicia?) por propia mano. En lo que fue un linchamiento, sin darles oportunidad de defenderse, detenidos por los pobladores acusados, justa o injustamente, de ser culpables del secuestro de menores. La inculpación se apoyó en que habían sido capturados in fraganti en San Juan Ixtayopan, en la Delegación de Tláhuac, donde fueron maniatados cuando tomaban fotos a los escolares en las afueras de la escuela Popol Vuh. Según la nota periodística se les detuvo a las 18.00 horas. A las 20.00 horas llegó Fátima Mena, jefa de la delegación, sin que la turba enardecida le hiciera caso de que pusieran a los reos a disposición de las autoridades. Al contrario, los tundieron a golpes para a continuación quemarlos en una improvisada fogata.
Tengo grandes dudas, que la información proporcionada por las autoridades no ha despejado. Se dice que eran policías encubiertos que investigaban la venta al menudeo de estimulantes en el exterior de las escuelas donde fueron sorprendidos por los vecinos del lugar. Si mostraron sus placas ¿qué mal hicieron que el pueblo no cesó de acosarlos? De ser cierto que hacían videos y captaban escenas fotográficas, lo que se conoce es que la dependencia a la que pertenecían carece de facultades, la PFP, que en tal caso corresponderían a la AFI de la PGR. ¿El pópulo enfurecido tuvo las agallas para, en el anonimato de la muchedumbre, convocada por el tocar a rebato de campanas, tomar en sus manos la aplicación de la pena de muerte?
¿La línea que divide el quehacer de un delincuente y el de la policía se ha ido borrando? ¿Está llegando a los límites la paciencia ciudadana que no confía en que, al entregarlos a quienes imparten justicia, les impusieran un castigo ejemplar?
No es la primera vez que ocurre teniendo, noticias de que ha sucedido lo mismo en Tláhuac, Milpa Alta y Tlalpan donde presuntos delincuentes han sido detenidos por el pueblo e inmolados. Lo importantes es saber ¿por qué, en este caso, no participaron las fuerzas del orden a pesar de que hubo tiempo más que suficiente? Si eran miembros de la Policía Federal Preventiva, ¿consideraron los vecinos que el hecho de ser guardias no era garantía de que fueran inocentes de los cargos, pues continuamente han sido descubiertos policías en actividades delictivas?
Los lentes de las cámaras de televisión captaron todo lo acontecido, ahí estaban desde que más de dos horas antes paseaban por las calles a los presuntos delincuentes ¿por qué la Policía Federal Preventiva, a cuya corporación pertenecían los sacrificados, no se dio tiempo para intervenir oportunamente o, en su caso, por qué decidió no hacerlo? ¿Acaso fue por miedo a que hubiera un costo político al hacerle frente a una chusma sin control?
Me pregunto ¿por qué quemarlos?, ¿qué se esconde entre los leños de una hoguera? La santa Juana de Arco (1412-1431) fue culpada de herejía y condenada a morir en las llamas, atada a un poste. Las brujas de Salem es un episodio en una colonia puritana del Este de los estados Unidos en que mujeres fueron acusadas de tener pacto con el diablo y condenadas a la hoguera. El tribunal de la Santa Inquisición fue pródigo en veredictos de esta naturaleza, creado para castigar a los herejes y reprimir los delitos de apostasía, de brujería y de magia. ¿Habrá algo en el fuego que al destruir purifica? ¿Una catarsis que pretende eliminar eventos que perturban la conciencia?
Lo terrible es que las hordas no actúan con lógica sino por impulsos. Una vez reunidos es suficiente con que cualquiera grite ¡culpable! para que se insuflen las masas que obran enceguecidas, como reses en una estampida. No hay ninguna posibilidad de que reflexionen, den paso al raciocinio y puedan recapacitar. Lo espantoso es que después del ilegal proceso sumarísimo en que el mismo pueblo, juzga, condena y quita la vida al culpable, puesto en boga por el juez Lynch, durante la colonización del Oeste en EU., si se prueba que los dos policías calcinados eran inocentes, ya nada podrá hacerse más que orar por la salvación de sus almas y por el perdón divino a sus verdugos.