Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

El Mejor Amigo del Hombre / Triste realidad

Lucy Alvarado

Soy un perro negro, grande y lindo con ojos de color amarillo. Tengo dos años más o menos y mi pelaje es abundante, brilla con el sol. Un día en marzo no sé qué pasó, me han colocado un alambre en la pata izquierda atado fuertemente. En la noche me tiraron fuera del auto en un lugar desconocido, alguien puede creer que soy un perro callejero, no es mi culpa tener un alambre en mi pata, fue mi propio dueño quien apretó con tanta fuerza ese alambre tan fino. Mi patita duele mucho, solamente lo supera el dolor que tengo en mi alma. No comprendo el mundo. No sé por qué me trata así, nunca he sido malo con los niños o con los adultos ¿por qué me tratan como basura? Me encuentro en un lugar que no conozco. Toda la gente me lanza piedras. Cuando tocan mi pata siento mucho dolor. Antes me daban comida y aprendí buenos modales, más hoy poco me falta para morir de hambre. He buscado comida en la basura pero no estoy acostumbrado a comer de esa forma. Duermo bajo arbustos y matorrales, el collar de cuero que presionaba mi cuello al mojarse con los temporales, está estrangulándome. La lluvia y la humedad hacen el tiempo cada vez más frío y más fuerte es el dolor en mi patita. Por largo tiempo no puedo pisar ni tocar el suelo, mis uñas están deformadas, he perdido peso y se pueden contar mis huesos. Cada vez que trato de cortar el alambre en mi pata, el alambre corta más mi carne.

Una noche una mujer me empezó a dar comida, a pesar de que las personas que vivían en esa calle no lo veían con buenos ojos. Yo llegaba todas las noches por comida que ella me daba cuando nadie la observaba. Ella tiene dos perros con los que sale a caminar todos los días, soy feliz acompañándolos porque ella me ha liberado del collar. Camino en tres patas, la otra patita tiene una gran inflamación. Cuando ella va a caminar me habla y me da cariño. Soy tan feliz con lo poco que ella me da.

Han pasado dos meses y ella trata de ayudarme para sacar el alambre y controlar mi dolor. Un domingo, cuando su amigo no está en casa me lleva con ella, va a buscar una herramienta, coloca una cuerda en mi mandíbula pues teme por mi reacción al dolor, corta el alambre y lo saca fuera de mi carne, mi dolor es tan grande que no creo poder resistirlo, desafortunadamente nada tiene para el dolor. He perdido mucha sangre y me aplica un desinfectante lo que además estanca mi sangre. Ha sido un gran alivio para mí. Desde ese día soy su sombra y la sigo a todas partes. No sé si volveré a ser el perro negro grande y lindo que algún día fui, ahora soy un perro flaco y he perdido gran parte de mi pelaje. Nuevamente ella me ayuda, me da un lugar para dormir tranquilo y cubrirme de la lluvia, me alimenta y cura mis heridas cuando puede. Estoy mejor, hace una semana ya desde que sacaron el alambre de mi patita y ya puedo apoyarla en el suelo, hasta mi pelaje está cambiando y ya no es tan fácil contar mis huesos.

Otras personas se han acercado a darme comida porque saben que no soy un perro peligroso. Cuando ella y sus perros vuelven a casa, yo como una estatua miro hacia su ventana, esperando verla. Ahora mi vida es linda. Ha pasado un mes y mi patita se inflama nuevamente. Mis uñas están largas y trato de cortarlas con mis dientes, sé que se avecinan días muy difíciles y no puedo levantarme a beber agua y tengo fiebre. Ella me trae comida y agua, nunca en mi vida he recibido una vacuna y las garrapatas se incrustan en mi cuerpo causándome heridas y más debilidad. No tengo buen olor y una vez mas se aleja mi belleza. Ella, la dulce mujer que me cuida busca ayuda pero nadie se la brinda. Yo veo cómo ella sufre conmigo, sus ojos son cada vez más tristes. Las personas hablan de desinfectar todos los lugares en donde yo he pisado.

Hoy ha llegado un hombre y en su mano trae un lazo con un alambre grueso. Ella, mi amiga no entiende qué pasa, se cruzan nuestras miradas. El lazo es para acogerme por el cuello y llevarme a otro lado. Todos pueden imaginar para qué es ese alambre. Ella en su impotencia ve en mis ojos cómo terminará mi vida. Un alambre hace poco tiempo amenazaba mi vida, ahora me la quita definitiva y despiadadamente. Yo soy su sombra por la vida, ella nunca va olvidarme. Un perro no necesita mucho para vivir; agua, un poquito de comida, palabras de afecto y cariño. Eso no es caro, a cambio regalo mi fidelidad, confianza y amor. Toda vida tiene su finalidad y yo estoy feliz porque sé que mi vida ha cumplido su misión en esta tierra y también estoy feliz porque mi sufrimiento ya ha terminado.

Fuente: www.vidadeperros.cl/Doris Mäder

Lucy Alvarado lucy6818@yahoo.com

Arturo Castañeda wolfschauze@ieee.org

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 88668

elsiglo.mx