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El mejor amigo del hombre

ARTURO CASTAÑEDA ORDUÑA

La pregunta

Hoy me he preguntado hasta el cansancio qué es lo mejor: que un perro encuentre un buen hogar o que vaya al cielo. Llevo horas preguntándomelo y no he podido llegar a ninguna conclusión pero al final pongo todo en manos de Dios y le pido que él tome la decisión. Por más dolorosa que ésta sea. A pesar de que no nos guste y yo aún estoy a disgusto. Hoy me levanté tarde, y aunque sabía que ya era la hora de entrada prefería ir manejando despacio debido a la obscuridad de la madrugada. Antes de parar en Plaza Jumbo alcancé a divisar un perro cruzando el bulevar, era de color café claro, con pequeñas manchas obscuras, tenía collar color café obscuro alrededor y estaba muerto de miedo. Sin pensarlo opté por invadir dos carriles para permitirle pasar y le hice el cambio de luces para lograr que cruzara por completo. Mientras esperábamos el cambio de color en el semáforo varios sentimientos me atormentaban, pensaba en detenerme; pero ¿y qué hago a las 6.00 a.m. con un perro en los brazos? ¿Ya voy muy tarde al trabajo? ¿A dónde lo llevo? ¿Me irá a llamar la atención mi jefe?¿Dónde podré dejarlo mientras veo qué hacer con él? ¿Me irán a dejar entrar a pesar de mi retraso? ¿Irá rumbo a su casa? ¿Y si mejor me voy rápido y dejo de pensar en él? Y mientras todo esto sucedía y yo seguía con la vista fija en él el semáforo continuó con su trabajo y yo avancé un par de metros, me orillé, y le hablé. Al verme vi en su rostro una mirada de alivio, ha de haber pensado que yo lo iba a llevar a su casa, que lo iba a subir y que pronto estaríamos en su hogar. Sentí mucha tristeza, ganas de llorar, remordimiento por tantos otros perros callejeros, y sin preguntarle nada abrí la cajuela y le di lo último que traía de comida. Al servírsela me veía desconcertado, con la mirada me daba las gracias, pero me decía que él ansiaba regresar a su hogar, que no era mala educación, pero que quería estar antes del amanecer en su casa y que lo ayudara. Me costó mucho alejarme lentamente mientras le pedía a Dios por el perro, le rogaba que lo cuidara y que lo llevara siempre por el buen sendero rumbo a casa y que le ofreciera poder llegar a un hogar donde se le amara y respetara. Al acabar de orar y de analizar lo sucedido llegaba a mi trabajo y empezaba mi jornada. El día transcurrió como todos, lleno de trabajo y mi mente se olvidó del asunto por completo. Al atardecer mientras salía mi mente se iba quitando la playera de la empresa y se empezaba a relajar un poco. Subía el volumen del radio mientras aumentaba un poco la velocidad. Al venir de regreso con el sol en contra tardo un poco en reconocer un bulto a pie de carretera, pero conforme disminuíamos la velocidad no pudimos aguantar las lágrimas; era el perro que hace más de ocho horas habíamos saludado, era el mismo que vimos a cinco kms. de ahí; era él, no había duda, tenía el mismo collar, los mismos colores, la misma cara, sólo que ahora ya no me suplicaba que lo llevara a casa, ya no me pedía ayuda ni me daba las gracias, en ese momento no supe qué pensar. Venía de regreso molesto, sentido, triste porque yo sólo le pedí a Dios que lo llevara por el buen sendero rumbo a casa y que le ofreciera poder llegar a un hogar donde se le amara y Dios lo llevó a su morada, a su casa, donde todos son felices, donde siempre habrá agua, comida, y lo más importante que es una caricia sincera. Yo quisiera que todos los que tengan perro aunque sea por el día de hoy vayan y le den un abrazo sincero a su mascota y nos propongamos hacer de nuestras casas un paraíso para ellos.

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wolfschauze@aol.com

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