De cualquier modo, no necesito más de quince minutos de fama para volverme una cretina, menos mal que al regreso me esperaba mi amiga Cotilla: -tuviste mucha suerte de que te invitaran porque estaban puros escritorzazos- me hizo notar, por mi bien ¡claro!
Todavía un poco mareada por los quince minutos de fama que me concedió la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde acudí a presentar mi tele-novela ?En medio de Nosotros la Tele como un dios?; y donde de paso aproveché la oportunidad para codearme con escritores de la talla de Carlos Fuentes, García Márquez, José Saramago, Juan Goytisolo -quien obtuvo el premio Juan Rulfo de este año- y tantos otros que en el mundo son.
Como ya habrán podido suponer, fui yo quien los codeó, porque lo que es ellos, ni se enteraron. Y no es que no valiera la pena echarme un lazo, ya que invertí lo mío en ponerme chula de bonita. Lo que ocurre es que la oferta de 250 mil títulos, 500 Editoriales de treinta y cinco países y el nutrido y variopinto público internacional que día tras día abarrotó los pasillos de la FIL, resultaba mucho más atractivo.
De cualquier modo, no necesito más de quince minutos de fama para volverme una cretina, menos mal que al regreso me esperaba mi amiga Cotilla: -tuviste mucha suerte de que te invitaran porque estaban puros escritorzazos- me hizo notar, por mi bien ¡claro!
Pero aún con tan rudo aterrizaje en la realidad, puedo afirmar que la riqueza y pluralidad que ofrece la FIL de Guadalajara es una gran oportunidad de participar en el mejor de los mundos. La convivencia con los libros y sus autores, la abundante oferta cultural y la interminable lista de exquisiteces que ofrece la gastronomía jalisciense, consiguieron hacerme olvidar por unos días la ordinariez y la violencia con que se mueve el mundo en estos últimos tiempos.
Desgraciadamente lo bueno dura muy poco y ahora, sin fama alguna y con las tortas ahogadas que comí, instaladas en las caderas, he llegado a esta capital en el momento justo del estallido que provocó la decisión de nuestro presidente Vicente Fox, quien en legítimo uso del derecho que la Constitución le otorga a su investidura, destituyó a Marcelo Ebrard como secretario de Seguridad Pública del D.F.
Desde el limitado panorama de ciudadana del diario, observo con inquietud el agravamiento de la confrontación entre el presidente de todos los mexicanos y el jefe de Gobierno del D.F. pero aún así, aplaudo la decisión de mi presidente de cancelar su gira a Perú para mantenerse al tanto del caso Tláhuac; y en su caso tomar las decisiones pertinentes que finalmente tomó.
Considero a Marcelo Ebrard como un hombre de buenas intenciones, desgraciadamente se necesita mucho más que eso para lidiar con la inseguridad pública que se pasea libremente por esta capital. Además, ya sabemos que de buenas intenciones está empedrado el infierno en que nos hemos habituado a vivir y que sólo percibimos en todo su horror cuando, como es mi caso, se regresa del mejor de los mundos posibles que es la fiesta de los libros. adelace@avantel.net