La presencia de algunos candidatos que participan en las campañas electorales que tienen lugar en el Estado de Sinaloa, en el sepelio del narcotraficante Miguel Ángel Beltrán alias “El Ceja Güera”, ha dado lugar a un escándalo en el que se dan cita el desconcierto, el cinismo y la hipocresía.
El primer señalado es Saúl Rubio, candidato del Partido Acción Nacional a diputado local, cuya asistencia al el evento dio pie al lanzamiento de un cúmulo de acusaciones por parte del presidente del CEN del PRI Roberto Madrazo, quien argumenta que la presencia referida, es prueba de vínculos del narcotráfico con las campañas del blanquiazul.
A los ataques priistas, el acusado responde que asistió al sepelio en el marco de la amistad que lo une a dos hermanos del recién fallecido, lo que a su decir no implica nexo alguno con las actividades ilícitas que en vida haya realizado el occiso. Enseguida, Saúl Rubio revira pidiendo una explicación sobre el derroche de recursos que atribuye al partido que dirige Madrazo, en esta y otras elecciones locales recientes y refiere que al citado sepelio, también asistieron Eduardo Guerrero y Cenobio Valdez, ambos candidatos a diversos cargos de elección popular, por parte del PRD y el PRI respectivamente.
Las acusaciones mutuas ofrecen un espectáculo lamentable a los ojos de los ciudadanos, que atónitos presencian la reyerta entre argumentos que van desde una consideración de los hechos como algo normal en un marco de convivencia provinciana y local, hasta casos de increíble flagelación en el caso del PRD, que por medio de un vocero oficial afirma que de comprobarse la acusación, la sola asistencia al evento de su candidato, podría dar lugar a la expulsión del partido.
Semejantes exageraciones, obligan a visualizar con seriedad al fenómeno del narcotráfico, en toda su extensión contra cultural, a la luz del sepelio que es objeto de comentario.
En primer término, el deber de enterrar a nuestros muertos, no distingue sobre la trayectoria moral en vida del finado y desde la perspectiva de la solidaridad, su objeto es el de ofrecer consuelo a los familiares que sobreviven. Por otra parte, la actividad ilícita del narcotráfico y sus consecuencias legales punitivas, conciernen en forma personal sólo al involucrado directo, sin que sea dado el considerar manchada a toda una familia o comunidad, como resultado de los delitos de uno o varios de sus miembros específicos.
El consumo y tráfico de drogas está presente en nuestra comunidad, como un cáncer que nos afecta a todos y penetra nuestras familias, nuestras escuelas, nuestros centros de trabajo y nuestro círculo de amistades. Lo anterior no es extraño, si consideramos que la referida actividad ilícita ha generado círculos viciosos y vías de penetración, que incursionan en el cine, la radio, la televisión, la música y las modas, por sólo señalar algunos ejemplos.
Ante tal estado de cosas, a la luz de los deberes del Gobierno es preciso reforzar los esfuerzos por disolver las bandas de narcotraficantes y revisar las cuentas de gastos de los partidos políticos con mayor escrúpulo y empeño.
Desde la perspectiva de la Sociedad, es menester enaltecer la dignidad de la persona humana, desde el seno mismo de la familia, la escuela, la Iglesia y desde luego de los partidos políticos.
Muchas cosas hay por hacer y entre otras, evitar que algo tan íntimo como un sepelio se convierta en comidilla de escándalo y un pretexto para rasgar las vestiduras y ver la paja en el ojo ajeno, al tiempo que se soslaya la viga en el propio.
Correo electrónico:
salazarw@infosel.net.mx