Las sociedades modernas deben contar con un espectro político lo suficientemente ancho para que así la ciudadanía esté en posibilidades de casarse con la corriente ideológica que mejor se adapte a sus intereses. A pesar de nuestra joven y a veces endeble democracia, en México los partidos abarcan desde la izquierda, el centro y la derecha. Las crisis por las que atraviesan el PRI, PAN y PRD hacen difícil poder posicionarlos en un lugar determinado y hoy en día pocos están seguros sobre cuáles son las plataformas específicas de dichos organismos, sin embargo resulta importante caer en la cuenta de que todos contribuyen a elevar el debate de las ideas si bien en ocasiones su actuar parece estar muy desligado de las necesidades urgentes a nivel población en general.
Cuando Vicente Fox consiguió ganar la contienda de 2000, muchos mexicanos apostaron a la desaparición del PRI pues casi por inercia lo relacionaban con todos los males que aquejaban al país y ello hacía de los priistas especímenes en extinción. Achacarle toda la responsabilidad al tricolor con respecto a las múltiples enfermedades propias del sistema entonces me parecía –y me sigue pareciendo- un acto temerario, poco responsable y plagado de un daltonismo peligroso. Aceptémoslo: muy pocas personas hicieron juicios aterrizados para llegar a comprender que el PRI -a pesar de setenta años de una hegemonía poco saludable para la vida institucional- tuvo también grandes aciertos como lo son una relativa estabilidad, continuidad política, experiencia gubernamental, disciplina, entre otras.
Hoy el PRI ha recuperado terreno al contar con un buen número de curules en ambas Cámaras, gubernaturas y municipios que se daban por perdidos, además de presencia importante en todos los estados. El debilitamiento de la figura presidencial, el clima de ingobernabilidad vigente, así como el fracaso de Vicente Fox y su Gobierno para lograr avances tangibles, han puesto a pensar a un buen número de mexicanos si acaso con el tricolor no nos encontrábamos mejor. Dado ello, la posibilidad de que el PRI vuelva a ocupar Los Pinos en un futuro cercano es una idea real que debemos meditar pues no resulta tan descabellada como en el pasado.
Siempre he insistido que dentro del PRI existen cuadros excelentes, bien preparados y con verdadero sentido patriótico. Cierto, son los menos, a pesar de ello mucho han contribuido a enriquecer el ámbito político mexicano y su experiencia podría ser aprovechada para el bien del país. Por desgracia el ciudadano común es muy dado a voltear hacia sus diputados y senadores e inmediatamente los relaciona con la corrupción, los escándalos mediáticos y la parálisis legislativa. Affaires como el de René Bejarano, “El Niño Verde” u otros recientes acontecimientos sirven únicamente para degradar la política y por ende el groso de la población pierde interés al considerar el ejercicio público como un circo barato que no merece ni su atención ni su tiempo.
Si el PRI pretende volver a ocupar la silla presidencial, entonces sería importante que empiece a proponer en vez de caer en el debate estéril que tan agotados nos tiene a todos. Sin embargo, hasta ahora su actuación deja mucho qué desear. En vez de convertirse en sana oposición y verdadero contrapeso entre los distintos poderes de la Unión, el partido sigue viviendo a medias pues no ha sabido enfrentar las divisiones y encausarlas al establecimiento de una misma voz institucional. Hoy parece todos jalan agua para su molino y nadie puede ponerse de acuerdo sobre cuáles son los objetivos que en un futuro se pretenden alcanzar.
No estoy seguro que dentro del PRI esté ocurriendo una verdadera transformación con miras a 2006. Muchos de los vicios de antaño persisten, emulados en parte por su presidente, Roberto Madrazo, quien es efigie de todo aquello que hizo al partido perder la Presidencia. Hábil político y mediocre concertador, Madrazo ha basado su carrera en el fraude, el mapachismo y la alquimia electoral, además de actuar como verdadero símil de Nicolás Maquiavelo en cuanto a ejercer el poder se refiere. Hoy el gallo más visible dentro del PRI rumbo a 2006; el tabasqueño ha hecho alianzas con viejos grupos que se ven revitalizados de nueva cuenta, entre ellos el Atlacomulco y presumiblemente el de Carlos Salinas de Gortari.
Esperemos que Roberto Madrazo no se robe la elección interna para elegir candidato como presumiblemente lo ha venido haciendo en otras ocasiones. Queremos pensar en que existen muchos y mejores posibilidades al interior del PRI y no salga candidato un hombre que sencillamente a muy pocas personas les genera confianza. ¿Qué le pasa por la mente a Madrazo cuando elige a Jorge Hank Rhon, representante de una casta construida sobre los cimientos de la corrupción, alfil para la ciudad de Tijuana? ¿En 2006 se nos habrá olvidado –como casi siempre sucede- que dentro del PRI siguen arraigadas las mafias que en un pasado contribuyeron a su pésima fama? ¿En verdad el PRI está de nuestro lado o le sigue apostando a un paternalismo revolucionario que sencillamente no tiene ya cabida en nuestros tiempos? ¿Merecen los priistas nuestro voto?