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El ocio

Ppatricio de la Fuente

Muchos hemos caído en el error de considerar al ocio como un tiempo en el que “se pierde el tiempo” o “no se hace algo”. Cuando se le dice a alguien que “está de ocioso”, generalmente es porque no sabe en qué ocupar su tiempo libre y no hace algo de provecho.

La verdad es que el ocio es algo muy distinto. El fenómeno del ocio está presente en toda la historia de la humanidad. En el caso de los griegos, su concepción axiológica indicaba que el ideal del hombre estaba allí donde se practicara la contemplación de la sabiduría: la bondad, la belleza y la verdad. Lo que algunos denominan “hacer nada” era justamente lo opuesto. Aristóteles planteaba que el trabajo era el medio; el ocio, el fin.

Entre los romanos encontramos el “otium”, que era el tiempo de descanso del cuerpo y recreación del espíritu necesarios para volver a las actividades cotidianas. Hay quienes dicen que: “La parte más importante del trabajo es el descanso”.

Esta concepción es la que mejor se acerca a la situación de la actualidad: Se descansa o se divierte como medio de recuperación física y mental para trabajar más y mejor. En este sentido, el ocio se ha convertido en un medio. Según el sociólogo francés J. Dumazedier, el ocio cumple tres funciones:

Descanso: como reposo reparador y liberación psicológica de las obligaciones.

Diversión: como antítesis de la rutina y la monotonía.

Desarrollo intelectual, físico y artístico: se opone a los estereotipos o limitaciones laborales.

El verdadero ocio debe ser perfeccionador de la vida. La voluntad, el placer y la libertad comparten su esencia. Debe conceder la libertad de desarrollar todos los valores personales. Es un tiempo que el hombre debe aprovechar para enriquecerse interiormente con relación a :

Sí mismo: estando en silencio consigo mismo, expresándose a través de la poesía, el arte o la música.

Su ambiente: salir a pasear, contemplar la naturaleza, observar el atardecer, el deporte, manualidades, jardinería, visitar un museo.

Sus relaciones sociales: las tertulias entre amigos, los juegos, la convivencia de calidad con la familia.

Lo sobrenatural: no es ninguna coincidencia que los días de culto en la mayoría de las religiones son días en los que no se labora.

Dicho todo esto, es necesario distinguir entre el ocio formativo y el ocio nocivo. Ante el tiempo libre aparecen un sinnúmero de ofertas como las de los medios masivos de comunicación que convocan a que el tiempo libre se viva sin profundidad. Cuando nos abocamos a ellos, ¿lo hacemos libremente? ¿o nos lo exige el condicionamiento social? Muchas veces el hombre se encuentra imposibilitado de reconocerse como “ser libre” y se entrega a los artífices de la industria del ocio para encontrar placer y descanso.El medio en el que vivimos nos genera falsas necesidades y el ocio se convierte en un producto de consumo, en lugar de un proceso creativo. Sin embargo, el ocio es libre e individual. No debe ser programado ni organizado, haciendo nula la iniciativa propia.

La satisfacción en el ocio se obtiene a través de la autorrealización y debe permitir el empleo de capacidades que no son usadas de forma cotidiana.

Hay que luchar por encontrar tiempos libres de trabajo y tiempos de trabajo libre. El ocio no es, en su sentido negativo, liberarnos DE algo, sino más bien, en un sentido positivo, liberarnos EN algo y PARA algo. El desafío es conseguir un tiempo de libertad para la libertad. Sólo en este sentido el ocio puede tener el valor de proteger la salud física, mental y espiritual y mejorar la calidad de vida.

Correo electrónico:

pato1919@hotmail.com

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