El libro editado por el Ayuntamiento de Torreón sobre la vida y obra del Padre David Hernández García, Sj, es digno de la colección bibliográfica cuya edición inicia la actual administración, con motivo de la celebración próxima del primer centenario de nuestra ciudad.
La edición que es objeto de comentario, es una excelente forma de honrar la memoria del Padre David, en ocasión del primer aniversario de su fallecimiento ocurrido el diez de mayo de 2003 en esta ciudad, a la que entregó una buena parte de su ministerio sacerdotal y de su apostolado social.
El profesor Roberto Martínez García, autor de la obra, así como otras de historia regional lagunera, nos ofrece una investigación de primera mano, en función de haber colaborado con el personaje de la biografía en los esfuerzos académicos y editoriales emprendidos en la Universidad Iberoamericana Plantel Laguna, en el programa “Papeles de Familia”.
El Padre David fue un promotor de empresas sociales, que nos han dejado un legado digno de reconocimiento. No corresponde sólo a él el merito de haberlas iniciado o llevado a término, pues la nota característica de su estilo fue la del trabajo en equipo, con otros miembros de la Compañía de Jesús y asociado a líderes de muy diversos sectores de nuestra comunidad. En ese sentido, su capacidad de convocatoria fue la principal característica del ejercicio de su misión.
Inspirado por la formación religiosa que recibió en el seno de una familia ejemplar de la región de los Altos de Jalisco, el Padre David entregó su vida al servicio de Dios y de sus semejantes, en el marco de una vocación sacerdotal y religiosa que siguió las huellas de San Ignacio del Loyola.
Sus tres hermanos mayores participaron en la Guerra Cristera, movimiento de resistencia frente al Gobierno de Plutarco Elías Calles, que emprendió una persecución feroz en contra de la Iglesia Católica y la libertad religiosa de los mexicanos. A diferencia de ellos, tocó en suerte al padre David ser un Soldado de Cristo en tiempos de paz.
Lo anterior demandó grandes esfuerzos, porque a la fase armada siguió un modus vivendi de dura tensión entre la Iglesia y el Estado, que fue signo de los tiempos en una gran parte del siglo veinte mexicano. La lucha hubo de ser librada en las conciencias y en el seno mismo de la sociedad, en las trincheras escolares y universitarias; en las estructuras gubernamentales, sociales y productivas; en los medios de comunicación, etcétera.
En su primera estancia en nuestra región iniciada a principios de los años sesenta, colaboró con el Padre Carlos de la Torre Sj en el Centro de Información y Acción Social (CIAS); en la escuela Técnica Industrial; en la construcción de Casa Íñigo; en la organización de cooperativas de ahorro, producción o consumo; en La Casa de la Cultura de Torreón, en la Casa del Ejido la Paz y en la construcción de los templos de los Ejidos La Paz y Santa Fe.
La destrucción del edificio de la Universidad Iberoamericana que estaba en la Colonia Campestre Churubusco de la ciudad de México, a raíz del terremoto de marzo de 1979, forzó a la construcción de nuevas instalaciones en el sur de la Capital de la República. El padre David fue llamado por la Orden a participar en la obra, concluida ocho años más tarde a fines de 1987.
La ausencia del Padre David durante esos años, no fue ni total ni definitiva. Mantuvo su contacto con la Comarca Lagunera y desde la ciudad de México, impulsó el proyecto de creación de la Universidad Iberoamericana Plantel Laguna.
A su regreso encabezó la construcción de los templos de San Judas Tadeo y del Beato Agustín Pro Sj al oriente de Torreón, para atender las necesidades espirituales de los feligreses en una zona de la ciudad en crecimiento expansivo. En el plano académico y de difusión universitaria, el Padre David creó el programa Papeles de Familia, del que hizo un instrumento interactivo de relación entre la Ibero y la sociedad comarcana, a partir de un acerbo informativo y un proyecto editorial, que han dado y seguirán dando importantes frutos, en orden a fortalecer la identidad cultural, histórica, antropológica y social de la Región Lagunera.
La vida del Padre David Hernández ofrece un testimonio y ejemplo que nos compromete a continuar su obra. El Padre David vive en Cristo ahora mismo, al igual que Cristo vivió en él al través de su ministerio sacerdotal y de su trabajo dedicado al bien de sus semejantes.