Los gobernadores priistas acordaron solicitar al líder nacional del PRI que diga si buscará la candidatura a la Presidencia de la República, si es así, lo conminan a renunciar a la dirigencia del partido o, en caso contrario, a abandonar la idea de ser postulado. El mandatario de Sonora, Eduardo Bours Castelo, lo dio a conocer a la opinión pública. Dijo que fue una de las conclusiones que surgieron en la junta que sostuvieron gobernadores reunidos en el Estado de México, la noche del miércoles pasado, fungiendo como anfitrión Arturo Montiel. Los gobernadores se pronunciaron ahí, dice Bours, por fijar reglas rumbo a la definición de la candidatura a la Presidencia de la República. No contaron con la sagacidad del presidente del PRI que celebrando una asamblea del Consejo Político Nacional, les mató el gallo, ya que este órgano legítimo tomó el acuerdo de nombrar una comisión especial que se encargará de definir los procedimientos y el tiempo en el que se debe realizar la elección de candidato. Más de un gobernador debe estarse aplicando compresas estériles, mojadas en solución acuosa de bicarbonato sódico, para aliviar el ardor, sin que algunos puedan evitar dolor de cabeza, fiebre con escalofríos, fatiga, diarrea e incluso insuficiencia cardíaca.
Si se trata de franqueza, lo primero que debieron hacer, los que querían amojonar la participación del actual presidente del partido, era darse cuenta que son miembros distinguidos del partido, pero nada más. Tomarse atribuciones que corresponderían a la base militante de ese partido le estaba haciendo un flaco favor a la reciedumbre que esa institución política está obligada a conservar. Ésa es una manera de socavar al titular de esa organización pero, con esos pleitos de vecindad, también de debilitar al partido que lo cobija, partido que, están olvidando, los arropa a todos. Hay quienes consideran que no es Roberto Madrazo el indicado para decir si quiere o no ser postulado como candidato. Es, señalan, la base priista la que decide si considera que es él u otro quien les garantiza el triunfo. Les parece un apresuramiento la exigencia que le hacen los gobernadores de que renuncie a la dirigencia de su partido. Es lo más tonto, dicen, que se ha escuchado en muchos años. Lo que están haciendo, agregan, es escupir para arriba.
Déjese primero lanzar la convocatoria para escoger candidato, leyendo las condiciones que en ella se establecen para quienes ocupan cargos públicos o de partido. En ese documento se fijarán los requisitos que deben llenar los aspirantes. La encargada de emitirla será una Comisión Especial, integrada con militantes que gocen de imparcialidad y confianza, diseñando el tiempo en que se debe realizar la elección del candidato, lo que pondrá a consideración del Consejo Político Nacional que sancionará la decisión. Hasta ese momento y sólo entonces veremos quién tiene que dimitir para acceder a hacer campaña en busca de su nominación, mientras tanto lo recomendable sería no comer ansias. Aunque bueno es advertir que la palabra de los mandatarios estatales tiene, dentro del partido, el mismo valor que la de cualquiera de sus afiliados. Es obvio que cuentan, como priistas, con el derecho a proponer pero no a asumir funciones que corresponden a los sectores que integran el partido. Mucho menos ignorar las facultades de la Asamblea Nacional, órgano supremo del PRI, que se reunirá en el año 2005.
En efecto, los mandatarios, uno a uno, tienen un peso específico en sus feudos, en los que ocupan un lugar preponderante. Ya agrupados deberían quitarse la máscara con la que pretenden esconder su verdadera intención de sacar, a como de lugar, a su acérrimo enemigo de la posibilidad de figurar en la contienda que se avecina. Bueno, no todos, sólo algunos traen viejas rencillas que les corroe el alma, careciendo por tanto de imparcialidad en sus ponencias, enderezadas a serrucharle el piso a Madrazo, mostrando motivaciones personales que le quitan fuerza y seriedad a sus propuestas. El más conspicuo de estos personajes es Eduardo Bours, gobernador de Sonora, quien no se molesta en ocultar una cara crispada por el encono. Lo que piden esos gobernadores, no es que se tomen medidas tendientes a darle fortaleza a su partido, lo que realmente quieren es destruir la confianza del ciudadano en esa institución política. ¿Con estos priistas para qué quiere el PRI enemigos? En vez de preocuparse por las gubernaturas que estarán en disputa este año, guardando disciplina y unidad, apoyando a su líder, demuestran que, por encima de su militancia partidista, están sus mezquinos intereses. Si mientras ajustan cuentas, al partido se lo lleva patas de cabra, en su pecado llevarán la penitencia.