Primera de dos partes
Si bien el periodismo es una profesión de balances y contrapesos, actualmente se puede escribir con entera libertad y sin más restricciones que la conciencia personal. Aunque muchos medios de comunicación tienen agendas específicas, persiguen ciertos fines y a veces están circunscritos a intereses determinados; la realidad es que plasmar ideas se ha convertido en una tarea mucho menos riesgosa en comparación a un pasado donde la expresión verdadera y comprometida de distintos acontecimientos significaba la asunción de riesgos claros para el autor.
Vivimos tiempos de democracia, de desmitificación de la figura de distintos actores sociales que en un pretérito cercano eran intocables. Claro ejemplo es el Presidente de la República, efigie de enorme poder e influencia que marcaba el ritmo, dictaminaba los tiempos y conducía con su brazo implacable y paternal a un México dormido, en estado letárgico e incapaz de tomar sus propias decisiones sin la constante vigilancia de un rey sexenal.
Hemos madurado como sociedad, pero a pesar de ello todavía nos falta un largo camino por recorrer. La democracia está en pañales, por ende, carentes de directrices claras hemos divagado, de una castración absurda a un libertinaje que no necesariamente es bueno y trae saldo positivo. Para ser claro y autocrítico: a los medios de comunicación se nos ha pasado la mano, hemos ejercido un nivel de retórica y criticidad que en ocasiones puede caer en el amarillismo más vil.
Urge que la prensa caiga en el entendimiento del enorme poder que sus palabras tienen sobre una comunidad necesitada de referentes de calidad. Es necesario ejercer un periodismo veraz, siempre apegado a lineamientos claros en cuanto a objetividad se refiere, carente de segundas interpretaciones y juicios plagados de un daltonismo que a cualquiera confunde.
Si pienso en los excesos cometidos durante los últimos tres años me viene a la mente la figura de Vicente Fox. El Presidente ha sido objeto de feroces críticas por parte de la prensa, a muchos columnistas se les olvida que si bien comete errores, al fin y al cabo es el Jefe del Ejecutivo y su investidura merece respeto, pésele a quien le pese. Sin embargo el guanajuatense poco se ayuda y en su persona vive su peor y más acérrimo enemigo.
Hoy y el sábado estaré hablando de Fox; lo hago a partir de una interesante pregunta que en días pasados me formuló una lectora con la cual estoy en comunicación permanente dado a que sus juicios son muy acertados. Sin mayores vueltas al asunto quiso saber si estoy decepcionado del Presidente. La respuesta dice lo siguiente:
“Partamos de un hecho comprobable: Vicente Fox buscaba ganar las elecciones a como diera lugar. El electorado buscaba certidumbre, una figura que hablara claro y dejase atrás el tradicional discurso político que es enredoso y confunde.
Fox no realizó una campaña cualquiera, más bien se basó en reglas mercadológicas cuyo fin es la exitosa inserción del producto. Si te pones a revisar sus discursos caerás en la cuenta que la mayoría de las veces se valía de frases populares, palabras vulgares y altisonantes que penetraran en el inconsciente colectivo del votante común. Súmale burlas abiertas al sistema, críticas no convencionales para sus oponentes y un dejo de desenfado, apego a lo bucólico, la figura del hijo desobediente y tendrás un magnífico producto. Luego apela a los hondos valores nacionales, utiliza indiscriminadamente la efigie guadalupana como protectora y verás la manera en la que suben tus bonos.
Viene la configuración del equipo de trabajo. Fox comete un error al desechar a los excelentes cuadros tanto del PRI como del PAN y se rodea de empresarios, en apariencia exitosos, aunque poco fogueados en los truculentos laberintos políticos de México. Cabe destacar que a la fecha los mexicanos tienen poco claro quiénes son los personajes que ocupan las distintas carteras ministeriales, además existe la percepción generalizada de que hay deficiente coordinación entre los secretarios de Estado.
Durante los tres primeros años Fox, mostró poca capacidad para dialogar con las otras fuerzas políticas. Nunca se rodeó de un operador eficiente y por ende sus conversaciones con el Congreso fueron poco afortunadas. Eso sí, la legislatura anterior fue decepcionante, nunca entendió su papel ni comprendió su dimensión histórica, la importancia que tenía dentro de un juego con novedosas reglas y patrones de comportamiento.
Si a manejo mediático se refiere, el Presidente ha desdeñado el enorme poder de la prensa escrita, dándole preferencia a los medios electrónicos. Ello le ha traído antipatía de periódicos y columnistas a lo largo y ancho del país. La actuación del vocero anterior no fue necesariamente afortunada y qué bueno que un hombre de la experiencia de Alfonso Durazo esté hoy a cargo de la comunicación social del Señor de Los Pinos. Continuará...