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El PRI de Hank

Miguel Ángel Granados Chapa

Alguna vez apareció, en un muro de Toluca, una leyenda entre amenazante y ufana, mitad denuncia y mitad oferta: “Mexicano, ¿cuánto cuesta tu país? Hank te lo compra”. El profesor Carlos Hank González era gobernador del estado de México. Ya había labrado una fortuna, pero todavía faltaban sus días mejores. Al concluir su mandato local, coincidente con el destapamiento de José López Portillo, con quien no guardaba relación, consideró acabados sus días políticos y llegada la hora de hacer dinero, de verdad. “Pero se me pasó la mano”, me explicó un día.

Muerto el profesor y complicada la compra del país por la abundancia de postores, Carlos y Jorge Hank Rohn parecen haber resuelto adquirir por lo menos el PRI. Por algo se empieza, han de suponer los herederos del personaje que para completar su salario de maestro rural fabricaba dulces en la cocina doméstica y los vendía personalmente. Por lo pronto, uno de ellos compró la candidatura a la alcaldía de Tijuana y el otro facilitó dinero para aliviar las penurias de su partido, mediante una hipoteca en favor de Interacciones, su propio banco. De suerte que, si las cosas marchan mal para el PRI, si sus infortunios electorales se truecan en menor financiamiento público y cayera en la insolvencia, su sede en Insurgentes Norte quedaría en el vasto patrimonio de los Hank.

Con la creación del Banco Interacciones culminó, por una parte, el proceso de ensanchamiento del imperio empresarial hanquista, inicialmente concentrado en el transporte y después en la industria y por otro lado la ampliación de los intereses financieros de la familia, que se habían expresado inicialmente en la adquisición del Laredo National Bank. El Grupo Financiero Interacciones incluye casas de bolsa y de cambio, empresas de factoraje, de arrendamiento y de seguros, así el cómo mencionado banco laredense y el South Texas National Bank. Cuenta también con una participación en Banorte, cuyo principal accionista es el suegro de Carlos Hank Rohn, Roberto González. La hipoteca del principal domicilio priista garantiza también una ampliación de crédito otorgado por este banco. En el consejo de administración de Interacciones figuran, con Hank Rohn, sus hijos Graciela y Carlos Hank González: el nieto del profesor enteramente homónimo del pontífice de los negocios y el poder, el que preconizó que un político pobre es un pobre político.

La aceitada relación financiera entre Interacciones y Banorte por un lado y el PRI surge de la amistad antigua de Roberto Madrazo con la familia Hank. La primera posición de relieve alcanzada por el ahora líder nacional priista, antes de los treinta años, fue el Gobierno de la delegación Magdalena Contreras, cuando el profesor era regente de la ciudad. Y aunque sus destinos administrativos no se reunieron nunca más, sus vínculos financieros y de amistad se anudaron persistentemente. El día en que murió el jefe de aquel clan, Madrazo estaba invitado a desayunar en Santiago Tianguistenco.

Carlos Hank Rohn es la opción directa de Madrazo para el Gobierno del Estado de México. Su precandidatura se ha ido abriendo paso lentamente y cada vez más se la percibe dentro del PRI como la que generaría menos fricciones internas (como las que surgirían de que el gobernador Arturo Montiel logre imponer un candidato, cualquiera que éste sea) y tendría las mayores posibilidades de triunfo en la elección constitucional. Quienes así piensan apuestan al influjo todavía presente del legendario profesor, tanto en el imaginario popular como en el más tangible ámbito de los intereses creados en la entidad.

Su hermano Jorge se anticipó ya a entrar abiertamente en la política electoral, designado por Madrazo candidato a presidente municipal de Tijuana. Desde un punto de vista, es el aspirante idóneo, porque paga su propia campaña (y eso aligera la penuria política y financiera que el PRI padece desde que en 1989 perdió la gubernatura de Baja California). Y porque su populismo, consistente en ofrecer festivales gratuitos de música grupera en las instalaciones del hipódromo del que es concesionario, lo ha hecho grato a capas de la población que acaso no suelan votar pero lo harían esta vez en favor de quien les otorga ese regocijo.

Desde otro punto de vista, sin embargo, ha sido una osadía, una desfachatez hacer candidato a Han Rohn. El principal órgano periodístico tijuanense, el semanario Zeta, dirigido por Jesús Blancornelas ha insistido en presentarlo como autor intelectual del asesinato de Héctor Félix, apodado El Gato, perpetrado por el jefe de seguridad del hipódromo y un subalterno. Remar contra la corriente creada a lo largo de casi dos décadas por esa acusación es o un acto de soberbia imperdonable (pues tiende a probar que la Ley y la opinión pública carecen de importancia) o muestra la debilidad del personal político al que podría haberse asignado la candidatura.

La semana pasada, Hank Rohn incurrió en un desliz, o mejor dicho en un rapto de sinceridad. Cuando en una entrevista se indagaba sobre sus inclinaciones, las que lo han llevado a reunir en su zoológico una vasta colección de toda suerte de especímenes, concluyó que, sin embargo, el animal que más le gusta es la mujer. Inútil fue su excusa posterior, como inútiles son los intentos de suponer que bromeaba. El desdén de ese modo mostrado hacia la mujer se ejerce también respecto de toda vida humana, como lo enseña la displicencia conque acepta referirse al asesinato que se le imputa.

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