Sin duda que el movimiento sindicalista en México se originó por la injusticia social, cuando iniciando el siglo pasado los trabajadores no permitieron que continuara su explotación, con jornadas de trabajo que rayaban en lo infrahumano, de hasta 12 horas continuas, con percepciones que eran insuficientes para atender las necesidades mínimas de sus personas y sus familias (como ahora). Ni qué decir de otros factores como las condiciones y calidad de vida al interior de las empresas, la falta de servicio médico, etc.
El primer año del siglo, aparecieron los primeros esbozos de lo que llegaría a ser el sindicalismo nacional, cuando se forma en Puebla la Unión de Mecánicos Mexicanos y tratan de establecer filiales en otros estados federales.
Los hermanos Flores Magón lucharon a través de su medio, (el periodismo escrito), denunciando los abusos de los patrones ante un Gobierno complaciente; nace “El hijo del Ahuizote” periódico que llega a tener un éxito inusitado, logrando tirajes hasta de 26,000 ejemplares, motivos suficientes para ser prohibido.
Las históricas huelgas de Cananea (1906) y la de Río Blanco (1907) originan la inquietud política para que se constituya el Partido Liberal y que los “magonistas” propaguen la idea de la abolición de la propiedad privada.
Rápidamente se extiende la idea de establecer los medios legales y laborales para evitar la explotación de los mexicanos y así se crea la Federación de Sindicatos Unidos de Veracruz (1912), la Confederación de Sindicatos del Distrito Federal, la Confederación de Gremios Mexicanos en el Norte del País, la Federación de Empleados y Obreros de Tranvías de México y el Sindicato Mexicano de Electricistas (1914).
El movimiento se empieza a transformar en nacional y nace la Confederación General de Trabajadores, que tuvo sus orígenes en la Federación Comunista Proletaria Mexicana. Para 1922, David Alfaro Siqueiros organiza el Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores.
En 1925, aparece Fidel Velázquez, que organiza y queda como Secretario de la Unión de Empleados y Obreros de la Leche, demostrando desde entonces su capacidad de liderazgo, hasta transformarse en el baluarte de la C.T.M., que nacería años después.
En 1931, entra en vigor la primera Ley Federal del Trabajo y Vicente Lombardo Toledano se opone a que se apliquen auditorías a los sindicatos e informar sobre sus agremiados; le aseguro que, aun siendo un brillante pensador de la política de la izquierda mexicana (P.P.S.), jamás imaginó que su lucha iba a ser base de los excesos del presente.
La contraofensiva no debió esperarse mucho tiempo y en el mismo año, en Monterrey, Nuevo León, aparece la Unión de Trabajadores Cuauhtémoc, antecedente del sindicalismo blanco, dedicado a servir a los intereses de algunos empresarios.
El principio del sindicalismo mexicano estaba plenamente establecido y justificaba su existencia ante los reclamos y necesidades de las mayorías, aparecen otros muchos, cobrando importancia política por el número de votos que representaban; recuerde que los niveles de escolaridad y de interés ciudadano por la política favorecían enormemente la manipulación y el fraude electoral.
En el crecimiento y desarrollo del movimiento, un líder joven y arrojado va tomando fuerza, Fidel Velázquez, que de lechero llega a tener una posición privilegiada en el sindicalismo nacional, hasta ser parte vital para la creación del Comité de Defensa Proletaria, que firma un pacto con el presidente Lázaro Cárdenas y termina por debilitar al general Elías Calles que insistía en retomar el poder de México. Este es el primer antecedente del concubinato entre el Gobierno y el sindicato.
Ya en ese entonces, ante la evidente fuerza del movimiento, el general Lázaro Cárdenas promueve la formación de una Central Única, origen de la Confederación de Trabajadores Mexicanos (C.T.M.), donde es elegido como secretario general Lombardo Toledano y secretario de la organización Fidel Velázquez, quien amenaza con separarse si no se le da el puesto solicitado.
Estos son antecedentes que debemos recordar sobre la alianza que daría fuerza al incipiente sistema político mexicano, con un aparato administrativo burocrático bien instalado y controlado, apuntalado por el voto de los trabajadores sindicalizados, que a su vez se beneficiaban “del clientismo”, recibiendo premios varios y nombramientos para sus líderes que ocupan puestos públicos, esos que deberían ser entregados a través de elección verdaderamente democrática (nace el conocido “dedazo”). Finalmente en 1940, Fidel es nombrado Secretario General, consolidando una fuerza desmedida, base de la llamada “dictadura perfecta” (Vargas Llosa) y demuestra su sólida unión con el Gobierno, al firmar el Pacto Obrero Mundial, que impedía huelgas durante la Segunda Guerra Mundial y la consolidación del sistema hegemónico. Recuerde que el líder era tomado en cuenta para nombrar candidatos y en muchos casos encargado del “destape”, ofreciendo el voto de “las masas” al partido en el poder, para asegurar elecciones con “carros completos”.
El resto de la historia ya la conoce: los sindicatos desvirtúan la noble razón de su ser y se transforman en nichos de poder, que a su vez favorecen la creación de camarillas con intereses particulares, hasta ser factor importante para la improductividad nacional.
Hoy en día, algunos como el SNTSS, tienen prebendas para sus sindicalizados que marcan vergonzantes diferencias con el resto de los trabajadores mexicanos, creando ciudadanos de primera, con sobreprestaciones y de segunda, el resto, que para colmo deben trabajar más años, realizar mayor esfuerzo y dar mejores resultados con la esperanza de una jubilación, también de menor porcentaje y cantidades de dinero, muchas veces ridículas, que además ahora están en grave peligro.
En México está abierta la discusión sobre las reformas al IMSS y los ajustes a las diferencias en el trato y oportunidades para unos y otros mexicanos; pasos atrás están otros grupos de privilegiados, encabezados por líderes de sindicatos que someten a Pemex, C.F.E. o el mismísimo Magisterio Nacional, todos verdaderos ejemplos del “surrealismo mexicano” del que hablaba André Bretón.
La previsión a largo plazo es clara: o cambiamos y retomamos la visión hacia el futuro o enfrentamos crisis inimaginables. Ojalá que esto sea el principio del fin de los abusos.
Lo difícil será lograr aplicar las reformas sindicales, para fortalecerlos y represtigiarlos, por ser formidables medios para alcanzar la justicia social; que se adecuen a las necesidades de México y atiendan los objetivos para lo que fueron creados, no los intereses particulares de algunos villanos que aparecen en los medios de comunicación declarando barbaridades y ofendiéndonos con su impunidad. O... Usted ¿qué dice?: matamos a la gallina de los huevos de oro? ydarwich@ual.mx