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El que puede, puede...

Adela Celorio

¡Háganse! sin perder el tiempo en la procuración de vías alternas que permitan al ciudadano cumplir con el trabajo y la productividad que harán posible su puntual pago de impuestos.

Con el fuero y sin el fuero, hace siempre lo que quiere y su palabra es la Ley... Debe ser magnífico ser como Dios y decir ¡Háganse puentes, túneles y surtidores viales! ¡Háganse segundos pisos al Periférico! ¡Háganse ya! Para que den al pueblo -esa mayoría pedestre que nunca transitará por ahí porque no tienen auto- testimonio de mi ilimitado poderío.

¡Háganse! sin perder el tiempo en la procuración de vías alternas que permitan al ciudadano cumplir con el trabajo y la productividad que harán posible su puntual pago de impuestos.

¡Háganse! sin que importe el tiempo que se malogra en las calles ruinosas de una ciudad donde la vida está atorada. ¡Háganse! sin pensar en los niños que sin risas ni juegos, languidecen atrapados en los autos mientras sin moverse siquiera -por la sola voluntad del poderoso- adquieren deudas que no les alcanzará la vida para pagar.

Y las obras del Señor se hicieron ¡faltaba más! Para eso es el poder. Debe ser esa la razón de que Earl Shorris -que por cierto no tengo idea de quién es- afirme que ?El poder es el único placer de tiempo completo, los demás placeres viven por momentos o de noche?.

Eso explica los madrugones que se da nuestro tropical Jefe de Gobierno para disfrutar del poder desde temprano y explica también la feroz batalla en la que se han metido todos los que quieren hacerse con el poder ?de servirnos? -dicen ellos.

El poder de realizar obra espectacular que atraiga el voto ciudadano aunque ésta no corresponda a las necesidades de la mayoría, ni de esta mega ciudad que necesita adelgazar, aligerarse y que, con las nuevas obras llegará más rápido al colapso.

¡Ya! Ya estoy viendo en mi correo electrónico los reclamos del ex lector que de algún modo se entera siempre de lo que escribo. ?Critica sin saber, tanto si hacen como si no, usted nunca está contenta con nada?, me reclama y yo, por si acaso me adelanto y le respondo: Mire usted querido ex lector, reflexiones aparte, reconozco que cuando circulo por los nuevos surtidores viales, aunque no puedo mirar hacia abajo porque la altura me provoca vértigo, disfruto la sensación de conducir mi auto por los cielos sin licencia de aviador y aunque no soy metiche, encuentro divertido atisbar en la intimidad de las alcobas que por quedar en los pisos más altos de los edificios, no habían tenido la necesidad de protegerse de las miradas indiscretas del transeúnte.

Tengo que aceptar que estoy gozando como loca de transitar por los puentes que unieron la galáctica zona de Santa Fe con el antiguo Sur de la ciudad donde yo habito, porque me permiten llegar rápidamente a los embotellamientos de ambos lados de los puentes y sentir que mientras esta ciudad se colapsa del todo, al menos los ciudadanos más afortunados podemos volar a ratos.

Total, como dice Gonzalo Celorio en su libro Ciudad de Papel ?La historia de la ciudad de México es la historia de sus sucesivas destrucciones?. adelace@avantel.net

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