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El reclamo/Nuestro concepto

La expresión más cruda, violenta e inhumana que los ciudadanos podemos encontrar para caracterizar a la inseguridad que afecta –en mayor o menor medida, en forma directa o indirecta- a prácticamente todos los mexicanos, se materializó la noche del viernes en el noticiero de Televisa: la voz de un secuestrador que anuncia al padre de familia que empezará el maltrato a su pequeño hijo; en el fondo, un menor que llora, grita y pide auxilio a su madre.

El niño de once años fue liberado días después, luego del pago del rescate exigido por los plagiarios. La historia se entrevera con otra aún más cruda, la del niño de Ciudad Juárez, de sólo seis años de edad, que fue asesinado ya que su padre no completó la suma exigida.

A las dramáticas historias de secuestros, los mexicanos debemos agregar las que refieren cotidianamente los medios masivos de comunicación sobre homicidios, robos, asaltos con violencia, narcotráfico y secuestros exprés, para conformar un escenario en donde las autoridades parecen rebasadas por la delincuencia.

En este tenor, la marcha que habrá de celebrarse hoy en la Ciudad de México (y Torreón, entre varias decenas de ciudades más a lo largo y ancho del territorio nacional) no puede reducirse a una expresión de corte político-partidista, ni aún cobijarla bajo signo ideológico alguno. Se trata de la voz de hartazgo de una sociedad que entiende que no puede ser más rehén de los delincuentes, en cualquier parte y de cualquier nivel.

Entonces, el reclamo no es específicamente contra Andrés Manuel López Obrador o la administración de Vicente Fox, como tampoco lo en Torreón contra Guillermo Anaya; es un reclamo contra el Estado que ha sido incapaz de garantizar un derecho elemental, primario e indispensable como lo es la seguridad.

El que la sociedad civil salga a las calles el día de hoy, puede significar una suerte de despertar de aquellos que ya no están dispuestos a mantenerse distantes respecto a los asuntos que verdaderamente les importan y afectan; puede significar una nueva etapa en la capacidad de respuesta y movilización del pueblo ante todo aquello que le lastima y puede significar la primera evidencia sólida para las autoridades, de cualquier nivel, de que simplemente ya no pueden seguir simulando e incumpliendo, porque la sociedad no se los permitirá.

Cabría esperar que la marcha no sea una expresión aislada y que los gobernantes entiendan el mensaje.

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