TORREÓN, COAH.- A unos cuantos días de la inauguración de la Copa América en Perú y antes de que la historia aumente, es bueno hacer un recorrido de los momentos que dieron vida a este torneo, el más antiguo del mundo futbolístico.
Para no dejar en el olvido esos instantes, Diego Lucero, periodista uruguayo ya fallecido, dejó como herencia una historia de la Copa América, previa al torneo de 1993, que se disputó en Ecuador, la cual presentamos:
Todo comenzó con una fiesta celebrada en Buenos Aires en 1910
El campeonato sudamericano fue en su hora de esplendor, sin duda y sin derecho a réplica, el certamen futbolístico más importante del mundo, jugado por los más habilidosos futbolistas del orbe, los que habían hecho de su contacto con el balón un arte finísimo, comparado al ballet en todo su manejo individual y una armonía total en el juego de conjunto, tal como una orquesta de afinación perfecta.
Todo comenzó con una fiesta. En 1910 Argentina era presidida por José Figueroa Alcorta y el país celebraba, a toda pompa, el primer Centenario de la llamada Revolución de Mayo, primer paso hacia la independencia. Eran aquellos los tiempos de la prosperidad a los que la gente denominaba "de las vacas gordas".
Entre el nutrido programa de los actos celebratorios vinculados al Centenario, que abarcó varios días, la "Argentine Football Association League", organizó un torneo continental de balompié convocando al efecto a los países vecinos donde ya el futbol se desarrollaba bajo la dirección de institutos organizados.
Al llamado respondieron Chile y Uruguay. Brasil se abstuvo agradeciendo el convite tras declarar que no disponía de un equipo digno de alternar en un acontecimiento de aquella importancia.
El torneo-ensayo echa a andar en el invierno austral de 1916. Las selecciones de Uruguay y Chile jugaron el partido inaugural del sudamericano-ensayo el dos de julio de 1916 en el estadio del Club Gimnasia y Esgrima, en el barrio de Palermo, al borde de las vías del ferrocarril y casi frente al hipódromo de la capital argentina.
El día 16 fue la final entre argentinos y uruguayos por la copa de plata labrada. Los primeros tenían un punto menos mientras que a los orientales les alcanzaba con un empate para quedarse con el trofeo. Los partidos de futbol entre Argentina y Uruguay eran fiestas deportivas y sociales que dejaron recuerdos inolvidables.
Primer torneo con la actual denominación se juega en 1917
Para la disputa de la Copa América en 1917, partida inicial del campeonato sudamericano, las autoridades del futbol uruguayo hicieron construir un bellísimo estadio, situado frente al actual Centenario.
Tenía una hermosa tribuna techada, entramado de hierro, escalones de madera y ofrecía una capacidad para 15,000 personas. Todo el resto del contorno de la cancha estaba reservado a "las populares". El torneo contó con la presencia de cuatro representaciones del futbol continental: Argentina, Brasil, Chile y Uruguay y se inauguró el 30 de septiembre de 1917 enfrentándose uruguayos y chilenos.
Argentina y Uruguay, invictos, quedaron convocados para jugar la final el 14 de octubre. Ocurría en aquellos tiempos felices que la mayoría de los jugadores de futbol tenían empleos o actividades profesionales o eran estudiantes, razones que no les permitían alejarse demasiado tiempo de sus bases.
Así sucedió que los integrantes de la delegación argentina, dirigentes y jugadores, después del partido jugado frente a Chile el seis de octubre, regresaron a Buenos Aires proponiéndose regresar a Montevideo en circunstancias propicias para disputar la final.
Precisamente, en aquellos mismos días, La Federación Obrera Marítima Argentina, convocó una huelga que paralizó los barcos y los puertos. Aquella huelga de los portuarios fue muy dura y larga, sin que la faltara el matiz dramático. El equipo argentino tenía que viajar para jugar la final y hasta el último momento alentó la esperanza de que el conflicto pudiera solucionarse, pero todas las gestiones de buena voluntad fracasaron.
Llegó el día 12 y hubo que tomar una resolución heroica. Era una cuestión de honor que los futbolistas argentinos estuvieran presentes en Montevideo en el día y la hora de la cita.
El día 12 de octubre se iniciaron las gestiones ante las autoridades de la Marina de Guerra argentina en busca de una medida rápida para facilitar el viaje de los futbolistas. Y en la tarde de aquel día, partía de la Dársena Sur del Puerto de Buenos Aires, con destino a Colonia del Sacramento, una torpedera que llevaba a bordo a la delegación albiceleste.
A las tres menos diez minutos de la tarde de aquel día 14 de octubre y después de una travesía en barco y tren, el equipo argentino entró a la cancha del “Parque de los Aliados”, encabezado por el capitán Pancho “El Vasco” Olazar. Una gran ovación, estruendosa, cariñosa, saludó a los jugadores argentinos en reconocimiento al esfuerzo -casi heroico- que hicieron para estar presentes el día elegido y a la hora señalada para la final.
El encuentro en el que se enfrentaron los más famosos jugadores uruguayos y argentinos, fue un lance de caballeros, una lucha de titanes, una expresión cabal de futbol jugado por verdaderos maestros de este deporte. Venció Uruguay 1-0 e inscribió su nombre, el primero, al pie de la Copa América.
La guerra europea influye en el torneo sudamericano
En mayo de 1918 debía jugarse en Río de Janeiro el segundo torneo por la Copa América, cuando la Primera Guerra Mundial no había terminado. Las calamidades derivadas de aquella tremenda matanza inútil extendió sus males a otros continentes en forma de enfermedades desconocidas, atribuidas a la miseria y a la muerte en los campos de Europa.
Una de aquellas plagas, que apareció primero en España y rápidamente se extendió por América del Sur, fue conocida como “la gripe española”. Provocó pánico y causó muchas muertes y en Brasil asumió proporciones de catástrofe. El azote de aquella epidemia obligó a suspender muchas actividades, entre ellas el campeonato sudamericano de futbol.
En 1919 el torneo se jugó finalmente en la bella ciudad carioca, en la cancha del club Fluminense, pared de por medio con el Palacio Catete, la casa presidencial. Se disputó en mayo y participaron la representación local, Argentina, Chile y Uruguay.
El 25 de mayo se jugó el partido final entre brasileños y uruguayos, en el que el planteo del juego dio a los jugadores celestes una notable superioridad técnica que le permitió ponerse en ventaja por dos goles a cero. Parecía que todo estaba definido, pero una gran reacción de Brasil le alcanzó para igualar y por primera vez en la historia de los sudamericanos se tuvo que disputar un partido de desempate por el primer puesto.
El encuentro se jugó el día 29 y fue tan parejo, reñido y sin tregua que tuvo alrededor de tres horas de duración. No podían doblegarse hasta que aquel gran jugador brasileño que fue Arthur Friedenreich “El Tigre”, le dio el triunfo y el título de campeón a Brasil con un gol de su sello y su marca.
1920, tiempo de vida plácida. Por decisión de la Confederación Sudamericana de Futbol le correspondió a Chile organizar el tercer torneo continental oficial por la Copa América y se fijó como sede la ciudad de Valparaíso y como escenario el estadio del Sporting Club. Se jugó en septiembre con la participación de Chile, Argentina, Brasil y Uruguay.
Los uruguayos vencieron a Chile por 2-1 y lograron el título de campeones. El campeonato por la Copa América estaba afianzado. Se iniciaba una década en la que los dirigentes del mundo comenzaban a pensar en un torneo futbolístico independiente de los Juegos Olímpicos. Una década en la que Uruguay iba a consolidar los cimientos de su prestigio internacional.
En el torneo de 1921, jugado en Buenos Aires, se suma Paraguay
El campeonato sudamericano de 1921, jugado en la capital argentina, tuvo como escenario el estadio del Club Sportivo Barracas, en Barracas al Norte, barrio proletario, futbolista y tanguero.
Aquel torneo recibió el aporte de una presencia novedosa y grata, con lo que la familia del futbol continental se agrandaba. A la fiesta del balompié de América se sumó Paraguay, con su camiseta de bastones verticales blancos y rojos, pero en cambio no participó Chile por problemas internos de su futbol.
Argentina conquistó una resonante victoria con un gol ante Uruguay, marcado por Julio Libonati como corona de una gran jugada personal. Argentina conquista por primera vez la Copa América y por primera ocasión en un torneo sudamericano un guardameta se había mantenido imbatido: Américo Tesorieri.
En 1922, Brasil recordaba el Centenario de su Independencia y, para mejor celebrarlo, sus dirigentes deportivos pidieron para su país el honor de ser sede de la Copa América, alterando los derechos de organización que le correspondían a Chile. Ganó Brasil por tres goles a cero a Paraguay y de esta manera fue por segunda vez campeón sudcontinental.
La organización de la VI edición del sudamericano, en 1923, le correspondió a Uruguay, cuyo futbol también estaba afectado por un cisma que dividió en dos a su antes férrea estructura. Participaron Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Chile no concurrió a la cita.
Ganó Uruguay por 2-0 a Argentina y alcanzó el título de campeón por tercera vez. Los dirigentes del futbol uruguayo, a falta de dinero para pagar premios, prometieron a los jugadores que habían jugado el sudamericano que, de ganar el título de campeones, los llevarían a los Juegos Olímpicos de París en 1924.
Los muchachos ganaron el torneo, como queda dicho, pero Uruguay no estaba inscrito en el Comité Olímpico Internacional y por lo tanto no podía intervenir en los VII Juegos de la Era Moderna. Pero se hicieron arduas y largas gestiones. Finalmente, la inscripción fue admitida y el conjunto de José Nasazzi viajó a Francia con sus maletas cargadas de ilusiones.
Uruguay compitió, gustó y ganó. Conquistó en París el primero de sus títulos mundiales más preciados y cada uno de sus jugadores volvió a Río de la Plata con la medalla dorada. El futbol de América había descubierto Europa.
A falta de estadio, Paraguay organiza el torneo en Montevideo
En 1924 Uruguay había ganado el título de campeón olímpico en París y la fama de su futbol reflejó su prestigio sobre todo el balompié de la América mestiza, siempre subestimada por Europa.
Le correspondía a Paraguay organizar el campeonato continental de ese año, pero como no se disponía en Asunción de un estadio adecuado y una infraestructura hotelera siquiera mediana para albergar a las delegaciones, las autoridades paraguayas concertaron entonces con las de Uruguay y, por extensión, con las del futbol oriental, la organización bajo su responsabilidad de la Copa América en Montevideo.
Se inscribieron Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay y no participó Brasil. En el equipo argentino se alineó como extremo izquierdo Cesáreo Onzari, jugador del Club Huracán, protagonista, días antes, de una historia digna de recordar. Al poco tiempo de su regreso triunfal de París, los campeones olímpicos uruguayos fueron a jugar al estadio del Club Sportivo Barracas, en Buenos Aires, contra la selección argentina.
En aquel partido se produjo un gol de tiro libre directo desde una esquina que hacía muy poco tiempo la “International Board”, que maneja las leyes del futbol, había declarado legítimo, ya que hasta entonces el gol de córner, sin que ningún otro jugador tocase el balón antes de que cruzara la línea de sentencia, se consideraba jugada nula.
Cesáreo Onzari ejecutó un córner, el balón cruzó la línea de meta de Uruguay y fue convalidado. Los uruguayos reclamaron alegando de Manuel Seoane, jugador argentino famoso por lo travieso, había desplazado al guardameta uruguayo Mazzalli, muy suavemente, lo suficiente para que no atrapara el balón. Desde entonces a Onzari lo llamaron el “inventor” del gol olímpico, porque precisamente se lo había marcado al equipo campeón de los Juegos de la Olimpiada de París 24.
Uruguay y Argentina disputaron la final de la Copa América de ese año en Montevideo el cuatro de noviembre. El partido terminó igualado. No hubo goles y Uruguay retuvo la Copa América en aquel inolvidable torneo de 1924.
Un año después el campeonato se jugó en Buenos Aires con la menor cantidad de participantes de la historia: Argentina, Brasil y Paraguay. Argentina ganó el campeonato.
En 1926 le correspondió a Chile, el honor de organizar la Copa América. La novedad en la familia futbolística del continente fue la incorporación de Bolivia a la disputa del que, en aquel momento, seguía siendo el torneo más importante del mundo. Uruguay ganó el campeonato con ocho puntos, 17 goles y sólo dos en contra; Argentina fue el subcampeón, Chile tercero, Paraguay cuarto y Bolivia quinto.
Perú se incorpora a la CSF y organiza el torneo de 1927
En el año de gracia de 1927 Perú se incorporó a la Confederación Sudamericana de Futbol (CSF), lo que significó otra suma grata y esperada a la comunidad del futbol de América y revelando una organización sólida y responsable, formuló junto con la petición de inscripción su intención de ser anfitrión, en Lima, del torneo por la Copa América de esa temporada, derecho que le fue conferido por unanimidad de los dirigentes.
Concurrieron Argentina, Bolivia y Uruguay y la selección local y estuvieron ausentes Chile y Brasil. El pueblo peruano recibió afectuosamente a los futbolistas y delegados visitantes y le puso marco a una fiesta del futbol que ha sido recordada durante muchos años por quienes tuvieron la fortuna de participar como jugadores, dirigentes o periodistas. El campeonato fue ganado por Argentina.
El campeonato de 1928 fue suspendido, la Copa América volvió a disputarse en 1929, esta vez en Buenos Aires. Argentina, que jugó todos sus partidos en la cancha de San Lorenzo, retuvo la Copa América. Pero tras aquel torneo de Buenos Aires la Copa América iba a entrar en un largo período de olvido. Había nacido otro rival de más trascendencia: la Copa del Mundo. Su primera edición, disputada en 1930 en Montevideo, redujo, por miras colectivas más ambiciosas, el campeonato sudamericano, que pasó desde entonces penurias y olvidos.
Pero la Copa América resurgió por inspiración de la Federación Peruana, deseosa de organizar un torneo extraordinario en coincidencia con la celebración del cuarto centenario de la fundación de la bella Lima y de esa manera el viejo y famoso certamen volvió a la vida en enero de 1935.
Participaron Argentina, Uruguay, Chile y Perú. Los uruguayos, en un notable resurgimiento de la calidad de su futbol, vencieron por 3-0 a los argentinos en el partido clave y resultaron campeones.
En 1937 hubo “quórum” casi perfecto y en el torneo disputado en Buenos Aires participaron la mayor cantidad de competidores hasta ese momento: Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay y sólo faltó Bolivia a la cita. Argentina ganó el torneo tras vencer a Brasil con dos tantos logrados por Vicente de la Mata en una prórroga de 30 minutos.
El trofeo queda en el Pacífico por primera vez en 1939
La comunidad del balompié continental estableció sus tiendas en Lima, hermosa e histórica, en el mes de enero de aquel lejano 1939, para que participaran en su fiesta fraternal los futbolistas de Perú, Paraguay, Chile, Uruguay y Ecuador. Perú descolló por su juego sobresaliente y obtuvo el campeonato al ganar por 2-1 ante Uruguay.
En 1941 Santiago de Chile recordaba los 400 años de la fundación de Santiago, por ello la Federación de Futbol solicitó y tuvo el honor de organizar un campeonato sudamericano “extra”, en el que no estuvo en juego la Copa América. Argentina fue el campeón; Uruguay el subcampeón y Chile ocupó el tercer puesto.
En 1942, dos años antes de que al Estadio Centenario de Montevideo lo declarasen “Monumento del Futbol Mundial”, fue por primera vez escenario del torneo por la Copa América. Fue un campeonato memorable que ganó Uruguay en una nueva final jugada ante la selección de Argentina, que había batido el récord de goles en un solo partido al vencer 12-0 a Ecuador.
Eran los años en los que Argentina estaba en la cima del futbol continental y en 1947, ante un público ecuatoriano que por primera vez vivía la fiesta grande del futbol en todo su esplendor, los albicelestes alcanzaron un resonante triunfo en el que fueron factores fundamentales los futbolistas de altísima calidad alineados en su equipo.
En 1949 el futbol sudamericano atravesó por una fuerte conmoción que provocó desánimo y creó graves conflictos de orden legal por la perturbación económica sufrida por los clubes. Al torneo a jugarse en Río de Janeiro aquel año 1949 faltó Argentina. Terminaron Brasil y Paraguay con igualdad de puntos y la CSF determinó que se jugara un partido final en el Maracaná que ganaron los dueños de casa con un contundente 7-0.
El viejo campeonato sudamericano, antes un torneo tan famoso, había perdido el prestigio que el organismo rector del futbol sudamericano trató de reconquistar en 1953 y para tal efecto citó a sus afiliados a una nueva disputa de la Copa América y fijó la sede en Lima. No jugaron Argentina y Colombia. Paraguay fue el campeón.
Brasil presenta en sociedad a Gilmar, Djalma Santos y Zito
La CSF citó a sus afiliados a disputar la Copa América de 1955 en Santiago de Chile en una fecha muy propicia, ya que el torneo comenzó en otoño. Argentina jugó la final de aquel torneo en el que participaron seis formaciones, frente a otro poderoso conjunto, el de Chile.
Ganó Argentina con un gol anotado por Michelli, el goleador del torneo, a los 14 minutos de la segunda etapa. De esta manera los argentinos regresaban a las competiciones sudamericanas después de sus ausencias en 1949 y 1953.
En 1956 se jugó un campeonato extra en Montevideo que le permitió a Brasil presentar en sociedad a un grupo de jugadores que años más tarde arrasaría con cuanto elogio se podía expresar sobre el balompié y sus cultores. Gilmar, Djalma Santos, Mauro y Zito.
Uruguay ganó el torneo y subcampeones fueron los argentinos. Chile ocupó el tercer puesto y Brasil el cuarto.
La Copa América de 1957 se jugó en Lima. El campeonato tenía una gran importancia debido a que se disputaba en la antesala de la Copa del Mundo de Suecia y algunos de los equipos participantes en la fiesta sudamericana eran aspirantes a jugar el máximo torneo de la FIFA. Argentina se lleva el título con juveniles.
Brasil ganó la Copa del Mundo en Suecia y fue recibido con todos los honores en Buenos Aires en la Copa América de 1959, que se jugó en el Estadio “Monumental” del club River Plate. Nilton Santos, Garrincha, Djalma Santos, Gilmar, Zagalo y Pelé se convirtieron en la máxima atracción de la competición. El partido Argentina-Brasil fue la cumbre del programa del torneo. Los locales tenían diez puntos y los brasileños nueve.
Fue una auténtica confrontación de campeones y una de las notas para el recuerdo fue el estricto y triunfal marcaje de un modesto jugador como Murúa sobre el imprevisible Garrincha. Juan José Pizutti y Pelé marcaron los goles y el 1-1 permitió al conjunto local alzarse con el trofeo.
El Altiplano reclamó sus derechos y pese a algunas objeciones muy serias por la gran altitud de La Paz, le fue conferido el honor de organizar la Copa América de 1963. Uruguay no concurrió y tampoco Chile, que argumentó razones políticas.
Bolivia fue campeón en su tierra y mantuvo el trofeo Copa América durante cuatro años, hasta 1967, cuando el torneo volvió a disputarse en Montevideo.
Cambian códigos y el torneo vuelve a consolidarse
La fiesta del futbol continental volvió a Montevideo en 1967 con la participación de seis selecciones, ocasión en la que se puso en evidencia que el campeonato ya no tenía el lustre ni la atracción de otros tiempos. Jugaron en la capital uruguaya el conjunto anfitrión, Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Venezuela.
Y como en tantas ocasiones anteriores Argentina y Uruguay jugaron la final. Fue un "clásico" jugado con la pasión de siempre, con luces y sombras, que ganó Uruguay por 1-0 con un tanto de Pedro Rocha, famoso jugador de renombre internacional.
En 1975 se puso en práctica una nueva modalidad, al dividir a los competidores en tres grupos de tres equipos cada uno con partidos de ida y vuelta en sus países. Chile, Perú y Bolivia jugaron en el Grupo Uno, Venezuela, Brasil y Argentina se enfrentaron en el Dos y Colombia, Paraguay y Ecuador en el Tres. Perú alcanzó el título de campeón, con lo cual coronó una etapa brillante de su historia.
En 1979 la Copa América contó con la participación de un jugador que, pese a su peso futbolístico y a la aureola triunfal que le acompañó durante años, no pudo ganar nunca este trofeo, Diego Armando Maradona. Paraguay y Chile fueron los finalistas. Fiesta en todo Paraguay e incontables elogios para "Romerito", un jugador exquisito, fenomenal.
En 1983 vuelven a encontrarse en una final Brasil y Uruguay. Los uruguayos se llevan la copa. Pero se produjo un hecho curioso y grotesco entre Brasil y Paraguay en semifinal.
Empataron los dos encuentros, de acuerdo a la reglamentación del torneo, el doble empate obligaba a una decisión inmediata por una vía extraña al futbol y al sentido común: el sorteo. El dirigente boliviano Edgar Peña, con una moneda de cinco pesos de su país, concentró en su mano derecha la expectación de los ansiosos aficionados de dos naciones. Arrojó la moneda al aire, ésta cayó sobre la mesa, se deslizó y fue a parar al piso.
Los paraguayos no conocían la moneda boliviana y gritaron ¡Ganamos! Los brasileños comenzaban a llorar, pero Peña la recogió, la mostró a todos y dijo ¡Ganó Brasil!.
En 1987 Argentina lucía en su tierra su flamante título de campeón mundial conquistado en México. El partido final se disputó en el estadio del Club River Plate el 12 de julio. Ganó Uruguay con un tanto de Pablo Bengoechea marcado a los 55 minutos de juego. Los orientales saboreaban otro título y engrosaban sus vitrinas repletas de conquistas internacionales.
En 1989 fue Brasil el encargado de organizar el torneo. Los cariocas lo ganaron en buena ley en un partido de cierre de la competición jugado ante Uruguay el día en que se cumplían exactamente 39 años de la final del Mundial de Brasil, ganado casi con el último aliento por los celestes.
Y en el final de esta apretada síntesis de una historia que podría llenar bibliotecas, el recuerdo fresco de la Copa América que se jugó hace dos años en Chile y que ganó Argentina después de más de tres décadas.