La reunión del jueves 21 de octubre a las 21 horas en el número seis de la Calle Norte, centro histórico de la ciudad de Puebla, ineludiblemente sería objeto de comentarios inmediatos en las secciones de Estilo, Gentes o Sociedad, de los periódicos de esa metrópoli. Luego aparecerían notas y fotos en los diarios del Distrito Federal. Y a lo largo de los 15 días siguientes, algunas revistas de México y España publicarán más fotos y comentarán la cena.
Sin duda, la variada concurrencia captaría la mayor atención. El convocante así lo imaginó y en consecuencia produjo una excelente síntesis en video de los 50 años de actividades de la fundación Mary Street Jenkins.
El aniversario venía precedido de una docena de años de comparecencias, resoluciones, recursos, revisiones y juicios de amparo promovidos por Guillermo -Billy- Jenkins, nieto e hijo adoptivo del legendario poblano-por-decisión-y-vocación, William Óscar Jenkins, el más tormentoso e importante banquero, financiero, empresario agroindustrial, fabricante de textiles y operador de salas cinematográficas de México y quizá de Iberoamérica entre 1910 y 1963. Su fama y sus negocios fueron continentales.
En 1954 constituyó el fideicomiso que denominó Fundación Mary Street Jenkins, en memoria de su esposa, con capital de 90 millones de pesos, el cual en 1963 había ascendido a 500 millones, mismo que en la actualidad, a precios corrientes, sobrepasa por mucho el caudal de origen.
Jenkins, originario del sureño estado de Tennessee, llegó a Puebla en 1905 procedente de Monterrey, Nuevo León. Respondía a un anuncio de alguien que buscaba “... socio, al 50 por ciento, a cambio de trabajo, para fábrica de medias y calcetería...”.
En 1919, cuando se desempeñaba también como cónsul de Estados Unidos en Puebla, Jenkins -quien prefería que le llamaran Guillermo- fue secuestrado. El intelectual y político tabasqueño Manuel Mestre Ghigliazza negoció que, a la entrega de 25 mil dólares, soltaran a Jenkins, cuya salud se había deteriorado al punto de colocarlo en peligro de muerte.
Al salir convaleciente del hospital lo acusaron de haber fraguado su secuestro. Fue sometido a proceso y encarcelado. Declarada la improcedencia de la imputación, Jenkins, que conservaba la nacionalidad estadounidense, se negaba a salir de la cárcel sin una declaración absolutoria. Su permanencia en prisión estaba a punto de convertirse en un problema diplomático. Las autoridades locales para evitar complicaciones, optaron por sacarlo del penal y lo dejaron en libertad sin más trámite. Rafael Ruiz Harrel, el escritor y criminólogo, escribió hace algunos años un interesante y bien documentado relato del acontecimiento...
Billy Jenkins, durante esos largos años litigiosos, especialmente en los cuatro últimos, demostró su tenacidad y al mismo tiempo sometió a prueba a las nuevas disposiciones federales que devolvieron a las juntas de asistencia privada locales la jurisdicción sobre las instituciones de asistencia privada domiciliadas en los estados. Hace algunos meses obtuvo el amparo y definitiva protección de la justicia federal para ser reinstalado como presidente de la fundación que estableciera su abuelo con el producto de una operación financiera mediante la cual le entregó a su antiguo colaborador Manuel Espinosa Iglesias 51 por ciento de las acciones del Banco de Comercio y él recibió a cambio la propiedad de los terrenos donde estaban las numerosas salas cinematográficas que formaban parte de Operadora de Teatros, la cadena de exhibición cinematográfica más extensa de Hispanoamérica.
Sobre el valor de esos terrenos desplantó don Guillermo la Fundación Mary Street Jenkins que se dedicaría “a hacer el bien, a mejorar la calidad de vida y a elevar moral y espiritualmente a los habitantes de México para que los beneficiarios mejoren y así ayuden y enseñen a los demás”. En la fundación encarnó su convicción de que los padres “no deben heredarles a sus hijos grandes fortunas. Deben enseñarles a trabajar para que ganen lo necesario. Nadie con capacidad de trabajar debe disponer de dinero que no haya sido producto de su esfuerzo”.
La fundación sorprende al mundo por su vitalidad. A lo largo de 50 años produjo más de cinco mil millones de pesos, los cuales encausó hacia obras públicas de amplias repercusiones sociales en la mayoría de los estados de la República, al establecimiento y desarrollo de la Universidad de las Américas y para programas y proyectos académicos, de investigación, de enseñanza y difusión de la cultura en el Instituto Tecnológico de México, la Universidad Anáhuac, la Universidad Iberoamericana y la UNAM. También los dirigió a un vasto número de universidades estatales mexicanas.
Hubo un momento, a lo largo de la interminable ruta, en que pareció que el rumbo y la misión podrían perderse. Al rescate se dispuso Billy Jenkins. Y lo logró, apoyado por La Chacha, su infatigable esposa, sus hijos, y sus compañeros en la Fundación. Ese rescate -que al principio parecería un propósito inalcanzable- es lo que en rigor se celebraba en la ciudad de Puebla el pasado viernes 21.
En estos tiempos de reproches inmerecidos que algunos cansados héroes políticos dirigen a todos los mexicanos, conviene compartir la experiencia de un triunfo, producto de la certeza con que fueron reiterados los fines que dieron origen hace 50 años, a un propósito social. Profesor en la FCPyS de la UNAM.