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Elecciones en Chihuahua/Plazam Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Antes que en ninguna otra entidad, en Chihuahua quedó definida la competencia por la gubernatura, con la elección en comicios internos de los dos candidatos que disputarán el poder Ejecutivo. Al igual que en ese estado, en Durango y Zacatecas se efectuarán comicios para Gobernador el cuatro de julio, la fecha más temprana en elecciones de este tipo en el calendario político de este año.

El diputado (con licencia) José Reyes Baeza Terrazas es el candidato del PRI. El senador (también con licencia) Javier Corral lo es del PAN. Ambos fueron elegidos en comicios internos, con la urna abierta a los ciudadanos en general. Acción Nacional adoptó ese método por primera vez en su historia. El PRI lo había practicado ya una vez, en 1998. Esa diferencia es quizá una de las explicaciones de la que hubo en el número de asistentes a cada cita electoral: el nueve de noviembre pasado el PRI logró que casi 250 mil personas fueran a las urnas. Quizá por esa cifra el comité estatal panista imprimió un número igual de boletas, aunque fue explícito al declarar que esperaba cien mil votantes. El domingo 18 de enero la concurrencia apenas sobrepasó la mitad de esa cifra.

Tal diferencia está lejos de entrañar un pronóstico electoral. Aunque el PRI mantuviera el Gobierno, lo haría por un margen mucho menor del que muestran las elecciones internas. Además de lo novedoso que fue el procedimiento para los panistas, votan por sus candidatos muchísimos más ciudadanos que sus militantes, que presumiblemente son quienes acudieron a votar el domingo pasado.

Tienen mucho mayor significación las cifras de las elecciones constitucionales precedentes, tanto las de Gobernador en 1992 y 1998 como la federal de 2000, cuando se eligieron senadores. Esos números permiten una mejor aproximación al talante de los ciudadanos, sin que pueda pasarse por alto, naturalmente, las peculiaridades propias de cada elección, entre ellas de modo singular la personalidad de los candidatos, el funcionamiento del órgano electoral, la actitud de los partidos y los gobernantes, etcétera. En 1992 votó un total de 776, 417 personas. Triunfó el PAN con Francisco Barrio, quien obtuvo 386,948 sufragios, el 49.84 por ciento, contra 335,353, el 43.19 por ciento, de Jesús Macías, el segundo candidato priista -luego de la bajacaliforniana Margarita Ortega- que probó el acíbar de la derrota en una elección estatal. Seis años más tarde la cifra total de votos se elevó a un millón. Entonces el PRI recuperó la gubernatura. Su candidato Patricio Martínez, ex alcalde de la ciudad capital y diputado federal con licencia, alcanzó casi la misma proporción que Barrio había logrado, el 49.3 por ciento. Los 497,231 votos en su favor superaron a los 417,071 emitidos (el 41.36 por ciento) para hacer Gobernador al ex presidente municipal de Ciudad Juárez Ramón Galindo (hoy diputado federal).

En la elección senatorial de 2000, el PAN recobró la delantera. La fórmula de Corral y Jeffrey Jones llegó a 540,681, mientras que la del PRI alcanzó una noventa mil sufragios menos: 453,945. Aunque el PAN fue entonces en alianza con el Partido Verde (que ahora se coaligará con el PRI), no puede atribuirse a ese hecho su amplia ventaja, ya que en los comicios de 98 el partido del tucán sumó poco menos de diez mil votos. Nacido tres años atrás, el Partido de la Revolución Democrática apenas figuró en los comicios de 92. Fue la cuarta fuerza política entonces, tras los partidos mayores y, con su 1.35 por ciento, por debajo del Comité de Defensa Popular, uno de los núcleos del que había surgido el Partido del Trabajo, que alcanzó el 2.28 por ciento. Hace seis años, con una notable investigadora científica, la doctora Esther Orozco como inopinada candidata, el PRD sobrepasó el cinco por ciento de los votos, más de tres veces el alcanzado por el PT-CD. En la federal de 2000, el PT y el PRD (con otros partidos) formaron la Alianza por México, que obtuvo más de 77 mil votos.

Está abierta la posibilidad de que Acción Nacional y el PRD pacten una alianza, o una fórmula que refuerce la candidatura de Corral. Cabe tal eventualidad, impulsada de antemano por el senador con licencia, sólo porque ganó la interna. Ya en 1998, en el proceso electoral de Hidalgo, el entonces diputado Corral fue un decidido impulsor de una coalición entre los dos partidos, de modo que no la procura hoy por conveniencia propia y sólo en su provecho.

El panismo creció en Chihuahua en los años ochenta pese a una legislación y órganos electorales adversos. Sólo en 1988 fue emitido un código electoral específico (antes la materia se regulaba por el Código administrativo), cuyas reglas favorecían al partido en el poder. El Gobierno de Barrio promulgó nueva legislación, que ha sido modificada bajo la presente administración en forma tal que permitió volver atrás en la integración del consejo del Instituto Estatal Electoral. Corral sostiene que por lo menos cinco miembros de ese consejo son parciales en favor del PRI, partido con el cual ha documentado que mantienen “vinculación orgánica”.

Una vez seleccionados los contendientes, los partidos que pueden ganar delinearán su oferta electoral. No podrán eludir temas que tienen qué ver con la muerte: en Chihuahua falleció mayor número de personas, por las bajas temperaturas, que en cualquier otra entidad, algo posible sólo por la extrema pobreza de las comunidades rarámuris. Y en torno de las mujeres asesinadas de Juárez se exige sensibilidad y compromiso.

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