EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

¿Embrutecimiento?

Federico Reyes Heroles

Imaginemos una embarcación enfilada a un despeñadero. Se sabe del abismo próximo, se reclama a los cuatro vientos corregir el rumbo. Entre los pasajeros el miedo se empieza a transformar en pánico. Si se gira el timón el peligro desaparece. Así de sencillo, pero resulta que al parecer nadie está en posibilidad de hacerlo. En el puente de mando la tripulación está enfrascada en una riña sin fin. Primero perdieron la compostura, dejaron atrás las buenas maneras de las que hablaba Gramsci. Después se hicieron de palabras. Las mutuas ofensas crecieron.

El capitán del barco y sus primeros mandos se dejaron llevar por la ira. Son ya parte central de la batalla. La sensatez desapareció. El tiempo pasa entre amenazas, leperadas y puñetazos. Lo que más intriga a los aterrados pasajeros es qué tipo de locura ha invadido las mentes de los tripulantes que incluso su propia destrucción pareciera no importarles. Los dirigentes políticos de nuestro país no se han percatado de que están “En el mismo barco” para usar la imagen de Peter Sloterdijk.

Si el problema de pensiones, en particular las del ISSSTE no encuentra salida pronto, la bomba financiera le estallará a la próxima administración sea del signo que sea. Si no se aplica cirugía mayor a las instituciones de seguridad y justicia, el reclamo ciudadano puede desbordarse en más acciones criminales de justicia en propia mano. Por si fuera poco el principal motivo aludido por los inversionistas extranjeros para no acudir con sus capitales a México es ya la inseguridad y la debilidad del aparato jurídico. Opciones hay en el horno, pues tanto el Ejecutivo Federal como Convergencia han sometido ya iniciativas de Ley que, por lo visto, reposan en el Legislativo. Las heridas infligidas a la sociedad se multiplican y nuestros tripulantes siguen en sus reyertas. ¿Qué les pasa?

Sólo una clase política tocada por un ánimo suicida puede hacer caso omiso de los boquetes de la nave. Todos tienen reparación, pero los niveles de competitividad nacional seguirán descendiendo porque hemos sido incapaces de, por ejemplo, garantizar en el futuro un fluido eléctrico a buen precio y de calidad. PRI, PAN o PRD, quien llegue al Gobierno en 2006, va a padecer las consecuencias en escasez de recursos, caída de las inversiones, desempleo. Incluso si el boquete se reparara próximamente, el daño causado a la economía por años de expectativas negras es ya altísimo. Para no variar llegamos tarde. Y lo mismo se podría decir en relación a otros asuntos urgentes como el fortalecimiento de las finanzas públicas por vía tributaria o las necesarias inversiones en infraestructura.

Pero por lo visto la viabilidad del país hoy depende de la miope riña entre la tripulación. La clase política está despedazada. La opinión pública ha perdido toda esperanza en el Legislativo. El Judicial viene de una debilidad histórica crónica y por si fuera poco, el otro eje, el presidencialismo, está sangrando. De eso trató precisamente el desfile de propuestas organizado por Manuel Camacho y Diego Valadés hace unos días, de revisar las reglas básicas de convivencia que permitan suspender la riña. Muchas de ellas ya son conocidas, los críticos y estudiosos las hemos venido repitiendo desde hace años. Quizá lo relevante del caso es que ahora algunas fueron asumidas abiertamente por políticos en activo. Pudiéramos estar más cerca de algunos consensos.

Va desde abajo. Para que el triste espectáculo de riñas pedestres se redujera, habría que reglamentar las campañas y precampañas, evitar a toda costa las vergüenzas nacionales del Pemexgate y los “Amigos de Fox”. Habría también que revisar, a la luz de las tristes experiencias, las facultades de fiscalización del IFE. Me atrevería a sugerir quizá traspasarlas al Órgano Superior de Fiscalización, institución especializada en dicha actividad. Se habló también —felicidades— de la posibilidad de caminar hacia una segunda vuelta.

Es un mecanismo imperfecto sin duda pero el mejor que se ha encontrado para propiciar Gobiernos mayoritarios. La segunda vuelta ha probado sus bondades en muchos países, sobre todo si se aplica en el Legislativo y en el Ejecutivo. Sartori ha investigado al respecto. Un Presidente con el 65 ó 70 por ciento del electorado en su contra es una situación no deseable cuyos adelantos los estamos viviendo desde 2000. No es la única fórmula para propiciar alianzas de Gobierno estables, habría que revisar otras que provocan el mismo efecto desde el inicio de los procesos.

Se habló también, por fortuna, de la reelección de legisladores, propuesta que ha rondado desde hace años. México es notoria excepción al respecto. El costo nacional de un Legislativo de improvisados y sin posibilidad real de especialización lo estamos viendo con sus repercusiones en confrontaciones absurdas y parálisis. Sobra decir que la mal parida iniciativa de reelección de presidentes municipales podría de verdad convertirse en un nuevo anclaje, —ya que andamos con imágenes marinas— de la vida nacional. El impacto de tener continuidad en la obra pública más inmediata al ciudadano, conduciría a un florecimiento de muchas inversiones. Las reformas propuestas incluyeron un asunto central, me refiero a los mecanismos que le garanticen al Ejecutivo que sus iniciativas no podrán ser archivadas por motivos políticos. Por medio de la “iniciativa preferente” y plazos para discusión en el Legislativo de ciertas iniciativas, se podría garantizar una relación más fluida entre poderes. No contar con un mecanismo que subsane la laguna de una posible no aprobación del presupuesto es simplemente irresponsable.

Pero la mayor irresponsabilidad de todas, que por cierto no vi plasmada en las relatorías del encuentro, es mantener vigente el actual mecanismo constitucional para la sustitución del Ejecutivo en caso de ausencia absoluta. PRI, PAN o PRD, ninguna fuerza política en su sano juicio, desearía enfrentar una emergencia de esa índole con el actual galimatías. Ésa faltó. Pero quizá la propuesta más llamativa haya sido la de buscar una fórmula semiparlamentaria de Gobierno en la cual la jefatura de Estado y la de Gobierno se dividieran. Porfirio Muñoz Ledo ha defendido esta postura desde hace años. Es inevitable contemplarla para poder agilizar la administración política de un país de complejidad creciente.

Las propuestas para evitar la tragedia, siempre perfectibles por supuesto, están de nuevo sobre la mesa. La pregunta es quién va a tener la sensatez suficiente para detener los puñetazos un momento y sentar a los diez mexicanos claves, —el presidente, los líderes de los partidos, los líderes de las fracciones parlamentarias— a discutir sobre el amenazado futuro de México. Se acordarán todavía que ellos son responsables del timón. O quizá tantos golpes ya provocaron embrutecimiento colectivo.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 112627

elsiglo.mx