El País
Madrid, España.- Los Dirty Dozen con menos de siete horas en Londres se han contagiado de las costumbres inglesas. Con Emimen en cabeza, pero reticente en su obvio papel de líder, se hospedan en uno de los hoteles más ?carcas? de la ciudad, el Dorchester, con vistas a Hyde Park. Y a eso de las cinco de la tarde toman el té. ?Mola la decoración. Es muy cool?, dice Deshaun Holton, alias Proof, sin miedo a manchar las credenciales de barrio asociados a los seis raperos de Detroit.
Mientras elogia el ambiente, Proof se pelea con un termo de agua. Servido el té lo endulza con miel y le añade ginger ale para suavizar el sabor. ?Delicioso. Lo mejor contra el jet lag. No hay duda de que lo peor es echarse a dormir?, exclama con la sabiduría del que ha cruzado el Atlántico al menos en una ocasión.
Entra Ondre Moore, conocido por Swift. Sonriente con su bigotillo superafilado. Los Dirty Dozen se han dividido en parejas para atender a la prensa europea. A Eminem sólo acceden las televisiones. Forma parte de la estrategia para evitar que acapare toda la atención. En el organigrama de D12, nombre de pila de La Docena Sucia, no hay jerarquías ni escalafones. El único orden aceptable, según se comprueba en la caja de su nuevo disco, es el alfabético. ?Todos somos estrellas por propio derecho?, advierte Proof.
?No hay escritores fantasmas en D12. Cada uno escribe sus letras. Lo juro por Dios?, añade en respuesta a una simple pregunta sobre el proceso creativo de los 21 cortes de D12 World, título del disco. Deben correr rumores sobre interferencias externas porque Proof no puede contener la rabia. Le enfurece la idea de que alguien sospeche de una posible intromisión de Marshall Mathers en el rapeo de sus ?hermanos? de Detroit. Siente su orgullo herido y grita acercándose a la grabadora: ?No caigamos en errores. Todos escribimos y cantamos nuestras estrofas. Tienes que ayudarnos a hacer correr la voz. Escríbelo en grandes letras: en nuestra banda no hay escritores fantasmas?.
?Hacía un par de años que no componíamos juntos?, retoma Swift, ?pero fluye buena química y los temas salen de forma natural. En cuanto uno empieza una estrofa, otro salta y añade algo propio a esa visión inicial. Vamos entrando uno detrás de otro y, si a alguien no le gusta la onda de la canción, se queda a un lado y deja pasar su turno?.
?Somos pura honestidad. Vamos a medias en todo. Así que no hay ninguna necesidad de sobresalir por encima de nadie. Podemos relajarnos y trabajar en equipo. Este grupo no ronda en torno a Eminem. No hay ninguna actitud de yo, yo, yo?, advierte Proof.
Bizarre, Bugz, Eminem, Kon Artis, Kuniva y Proof que ahora rondan los 27 años, formaron D12 antes del estruendo mundial de Slim Shady, el epé de Eminem de 1997 que llamó la atención de Dr. Dre. ?Él salió en órbita como un cohete en cuanto Dr. Dre le descubrió?, reconoce Swift, el sustituto del desaparecido Bugz. Sobre la banda pesaba un pacto que comprometía al primero en triunfar a ayudar al resto de los amigos. ?Eminem cumplió su palabra. Respetó el juego?, confirma.
Pero D12 tiene la partida perdida con la baraja actual. Presentan a Marshall Mathers como un miembro más que canta cuando le llega el turno. Pero el público sólo tiene ojos y oídos para Eminem, Slim Shady o cualquier otro álter ego que decida adoptar el rapero blanco más famoso del planeta, con sus nueve Grammy y un Oscar adornando las ventas millonarias de sus títulos en solitario.
Lo comprobaron esa misma noche en el concierto que ofrecieron en un antiguo teatro de Londres. Eminem subió al escenario a los pocos minutos de arrancar el directo, pero defraudó a la audiencia limitando la actuación a los temas de D12. El público bullía con creciente irritación. Al hartazgo del retraso del comienzo del espectáculo siguió la frustración de no escuchar los superéxitos de su artista favorito. Y cuando llegó el final, unos 55 minutos después, la sala retumbó con abucheos.
Al día siguiente, llovieron cañonazos sobre D12 por parte de la crítica británica. Si además del gusto por el té hubieran asimilado el respeto inglés por la puntualidad, quizá se hubieran ganado alguna simpatía en los comentarios sobre su actuación londinense.
De su debut, dos años atrás, con Devil?s Night, se han vendido cuatro millones de copias oficiales. En su sucesor, D12 World, han optado por reírse de la situación. El propio Eminem, en el primer single, My Band, cuenta en rima cómo ?todo el mundo está celoso?? ?porque soy el cantante principal?? ?las pollitos ni siquiera conocen el nombre de mi banda?? ?pero quieren tomarme la mano?? ?los míos me desprecian??. Es el dardo más irónico que lanzan al público y la crítica. ?El tema se centra en Eminem como líder rapero. Ése es el concepto, pero en la vida real él no es así?, dice Proof, enfundado en un chándal celeste de la casa Shady Ltd, la marca comercial de Emimem.
Fue Proof quien, en 1994, bautizó Dirty Dozen a los seis amigos de Detroit. El 12 hace referencia al nombre artístico de cada integrante más su respectivo álter ego. Perdieron a un ?hermano?, Robert Beck, alias Bugz, de un balazo mortal y su puesto lo ocupó Swift. En Good die young (Los buenos mueren jóvenes), incluida en el nuevo disco, rememoran la corta historia del rapero caído en una especie de ritual de despedida colectiva.
?La mayoría de las letras tocan aspectos de nuestras vidas. A la gente le gusta escuchar cosas reales. Es como en la tele, todos colgados de los reality shows?, dice Proof con sarcasmo. ?También resaltamos nuestras diferencias personales. Queremos que el público comparta las experiencias de cada uno de nosotros y se haga una idea de cómo somos individualmente?, explica Swift. ?Somos los reporteros del mundo?, añade su colega. ?Absorbemos el mundo y rapeamos sobre lo que vemos a nuestro alrededor?.
Armas, peleas, celos, venganza? los chicos de Detroit hacen pocos esfuerzos para evitar los clichés del rap. En sonido, en cambio, abren algunas ranuras por donde se cuelan influencias no exclusivas del hip-hop. ?El mundo es así?, razona Proof. ?Las letras de Bizarre [el peso pesado Rufus Johnson] pueden parecer excesivas y ridículas. Pero cuando lo piensas un segundo te das cuenta de que esos personajes realmente existen: curas abusadores, pederastas, necrófilos? Nosotros ni añadimos ni defendemos nada, simplemente contamos sucesos reales desde nuestra perspectiva, desde el mundo de D12?.
Es un mundo singular en el que las apariencias engañan. ?Hablamos de armas, por supuesto, pero lo hacemos con humor. No nos limitamos a decir: cogió una pistola y le disparó un tiro. Vamos más lejos: le disparó a él, a su mamá y a su perro. Añadimos ingredientes para hacer de nuestro rap algo absolutamente divertido?, dice Proof. ¿Es humor de barrio? ?De la pobreza surge poesía. Somos los poetas de la calle?, advierte. Y, entre cojines de raso, escenas de caza y restos de té, ambos colegas se pone a rapear estrofas improvisadas. Cualquier ambiente alimenta la creatividad de los D12.