Ofrecen emotivo homenaje a la vida y los elementos que componen la tierra
ATENAS, GRECIA.- Un homenaje a la vida y a los elementos que componen la tierra y "un viaje hacia el sol" formaron parte de la ceremonia que marcó la inauguración de los XII Juegos Paralímpicos de Atenas 2004, en el Estadio Olímpico, presenciada por 72 mil espectadores.
Al comienzo, unos 150 niños vestidos con capas de color marrón trajeron la sabiduría y la modernidad y ellos recibieron la luz del roble, árbol colocado en el centro del estadio, que representa las horas de enseñanza de Hipócrates, padre de la Medicina, en el año 420 antes de Cristo, en la isla griega de Kos, a sus discípulos.
La presidenta del Comité Organizador para los Juegos Olímpicos y Paralímpicos Atenas 2004, Gianna Angelopoulos-Daskalaki, se dirigió a continuación al público y declaró: "Acogemos los valores que resaltan los Juegos y a los atletas que vienen de todos los puntos del mundo y que son los embajadores de esos valores, la fuerza, la belleza, la diversidad, la fraternidad”.
Añadió: "Estamos orgullosos de haber conseguido guardar el compromiso del Comité Organizador, ambos de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Atenas 2004, de ofrecer instalaciones deportivas y servicios de una calidad excepcional”.
El presidente del Comité Paralímpico Internacional, Phil Craven, en su silla de ruedas, destacó a su vez que en estos Juegos, 3,840 atletas minusválidos de 136 naciones -quince de ellas por primera vez- han acudido a Atenas para que sean reconocidos por el público y por el mundo entero en una ceremonia que constituye un tributo a esos héroes y a la pasión por el deporte paralímpico.
El presidente heleno, Costis Stefanopoulos, declaró la apertura de los XII Juegos Paralímpicos y puntualizó que es la primera vez que fueron efectuados en la cuna del olimpismo, que con sus valores de paz, humanidad y perseverancia inspiran al movimiento paralímpico.
La bandera paralímpica dio la vuelta del estadio en manos de ocho atletas bajo los sonidos del himno interpretado por el instrumento musical santuri y fue izada en el mástil del estadio antes de pronunciarse el juramento paralímpico.
Magma, agua, tierra, aire y sol estuvieron representados en la magnífica ceremonia, en la que participaron 250 bailarines que ensayaron durante 268 horas, utilizando 2,600 uniformes, 19 kilómetros de tela, 60 maquilladores y 96 músicos.
Todo comenzó como un lugar de confusión en que los participantes se mueven confundidos. Luego la lava cubrió el centro del estadio y fue reemplazada por el agua que fertiliza la tierra y da paso a un árbol gigante, adornado con raíces humanas, signo de la fertilidad.
Luego se llenó de nubes y el fuerte viento que dificultó el paso a 18 sordomudos que en su lenguaje nombran los ocho vientos inmortales, al final limpió el cielo y apareció un sol radiante con 120 voluntarios que hacían las veces de los rayos, rodeados de ángeles.
Ocho atletas paralímpicos recibieron la llama que ha recorrido la cuenca capitalina desde el pasado nueve de septiembre y le dieron vuelta por el estadio hasta que llegaron al extremo opuesto del pebetero, donde el último relevista, el atleta paralímpico griego Yorgos Toptsis, levantó la antorcha y activó unos fuegos artificiales que como un cometa encendieron al pebetero, diseñado por el arquitecto español Santiago Calatrava de 31 metros de largo y 4.7 de circunferencia, que se encuentra suspendido en dos brazos y mantiene la llama a 6.5 metros de altura.