Roma, (EFE).- La exhumación de personajes históricos y el examen de sus restos se ha convertido en los últimos tiempos en una actividad frecuente en Italia, pero siempre con fines científicos alejados de la necrofilia.
Las tecnologías más avanzadas han favorecido la labor de historiadores, forenses y arqueólogos, interesados en conocer más detalles sobre la vida, y a veces la muerte, de personalidades que han marcado una época en la política o la cultura.
Financiadas en su mayoría por los poderes públicos y Universidades, el resultado de esas tareas engrosa la lista de libros e informes sobre personajes como la familia Medici, Petrarca, Giacomo Leopardi o nobles vinculados a Dante Alighieri, como el conde Ugolino della Gherardesca.
El protagonismo actual lo tienen los Medici, la familia que gobernó Florencia durante tres siglos y que tienen un nombre propio en la historia del Renacimiento por su condición de estadistas, guerreros y mecenas.
En abril pasado empezó un estudio que tiene como fuente de información a 49 miembros del clan, que durante dos años serán sometido a un proceso de exhumación y análisis para conocer aspectos de su vida y de su muerte.
Universidades italianas y estadounidenses colaboran en ese proyecto que tiene por objetivo aclarar algunas dudas sobre la muerte de algunos miembros de la saga y aspectos como su alimentación y su tipo de vida.
Francisco I y su esposa Bianca, fallecidos misteriosamente en días consecutivos en 1587; Cósimo I, que murió en 1574 con sus ataques de gota y artritis y el "condottiero" Giovanni "De las bandas negras", que desapareció en 1526 de una gangrena mal curada son algunos de los sujetos de esta investigación.
Esta semana los expertos tuvieron un sobresalto cuando, al abrir la tumba del último Medici, Gian Gastone, que acabó sus días en 1737, vieron que no estaba, aunque al día siguiente apareció su cadáver por sorpresa en una cripta de las Capillas Mediceas de Florencia.
Un poco más al norte, cerca de Pavía, se estudian los restos de Petrarca, considerado por los expertos como el gran poeta italiano de todos los tiempos, de quien se cumple este año el séptimo centenario de su nacimiento.
La tumba, situada en un jardín en Arqua, se abrió hace unos meses con la idea de averiguar aspectos como la altura de Petrarca, de quien se sospecha que medía más de un metro y ochenta centímetros o las enfermedades que padeció durante su vida.
Sin embargo, la principal finalidad era "reconstruir" la cara de Petrarca, ya que su imagen en los cuadros no es fiable, pero no será posible, porque junto a sus huesos había un cráneo que, según los análisis, es de una mujer, por lo que el del escritor debió ser robado, quizá en el siglo XVII o XVIII, cuando entre las familias "bien" era normal poseer la calavera de un famoso.
Hace unos días han trascendido también los esfuerzos de una arqueóloga alemana y un guionista italiano de televisión, que pretenden resolver las dudas sobre el paradero de los restos del escritor del siglo XIX Giacomo Leopardi.
Existe la creencia de que los escasos restos del cadáver descansan en una tumba de Parco Vergiliano, cerca de Nápoles (sur), pero hay quien piensa que Leopardi, que falleció en 1837 en medio de una feroz epidemia de cólera, fue enterrado en una fosa común junto a otras víctimas, aunque la leyenda lleva a pensar que está oculto en alguna vieja casa napolitana en una falsa pared.
Quien ya reposa tranquilo es el conde Ugolino della Gherardesca, un personaje histórico real del siglo XIII que Dante Alighieri popularizó al incluirlo en uno de los pasajes más famosos de la "Divina Comedia".
Es el que alude a un supuesto episodio de canibalismo que el noble pudo haber cometido durante su cautiverio y que hubiera tenido como víctimas a sus propios hijos, encerrados con él en una cárcel, para escapar al hambre.
Hace tres años se abrió su tumba en una iglesia de Pisa y sólo hace unos meses se clausuró la investigación que, a través de exhaustivos análisis, ha permitido "absolver" a Ugolino, ya que las pruebas han indicado que la dieta de sus últimos tiempos fue "a pan a agua", típica de los prisioneros.