“Indestructible” fue la palabra que se le escapó. Primera señal evidente de que el mal lo ha tocado. La vanidad conduce a la tontería. Simplemente fue demasiado. Montado en el descrédito histórico del PRI, vencedor en las contiendas internas de su fracturado partido, retador gratuito del presidente Fox, el victorioso pugilista político vio a su popularidad ascender como cohete. Se cayó para arriba como decía un viejo sabio. Ya en el cielo, puntero en la lucha por el 2006, López Obrador ha sido incapaz de reaccionar con madurez e inteligencia frente a la tragedia política que vive. No la ve, no la quiere ver y además pretende que lo acompañemos en su insensatez. Esa es la segunda tragedia.
Una ex-jefa de gobierno, ex-lideresa de su partido, su ex-secretario particular y lider de la fracción perredista en la Asamblea, su jefe de finanzas, varios delegados y es apenas el comienzo de la lista. Financiamiento ilegal de campañas políticas, incluida la de él mismo, tráfico de influencias, chantajes, venta de puestos públicos, decenas de contratos de obra pública, todo eso y más está hoy en duda. Sin embargo el Jefe de Gobierno nos sale con una reacción pueril que supone un alto grado de imbecilidad de su contraparte, es decir de los ciudadanos, reacción que ofende. Por supuesto él no estaba enterado de nada, lo que era vox populi a él, tan cercano al pueblo, no le había llegado. Es una “conspiración” montada desde “Los Pinoles”, —sorprende el buen humor, ja,ja,ja—; seguro el numerito lo montó Gobernación con su gran capacidad de maniobra e intriga; la “derecha”, sea lo que sea, anda elaborando conjuras en contra de su candidatura; por qué no mejor Salinas, el enemigo popular número uno. Basta de demagogia, nos deben varias explicaciones. Si López Obrador de verdad desea llegar a la presidencia más vale que nos tome en serio y se tome en serio. Su futuro político y el de su partido están en entredicho. Pase lo que pase, el PRD y López Obrador ya son actores destacados en la historia de la corrupción nacional.
Ahora le toca vivir en carne propia las recetas de moralidad que tan fácil endilgaba a los otros. Él que se levantó en armas por las irregularidades en el financiamiento de las campañas en Tabasco, no se enteró de cómo le estaban haciendo la jefa de su partido y sus amigos delegados para allegarse fondos. Qué raro, sobre todo siendo tan meticuloso. Él, tan enterado de todas las conspiraciones nacionales, y eso que no cuenta con aparato de seguridad, cuando más con Nico, no supo de la existencia y presencia múltiple del señor Ahumada, amigo de su antecesora, según declaración de ella misma. Ellos que tan escrupulosos se presentaban en lo que se refería a la separación de lo privado y lo público no se dieron cuenta del complicado orgasmograma del gobierno capitalino. Cada quién que haga con su vida personal lo que quiera siempre y cuando ella no intervenga en el desempeño público. No es invención sino principio inquebrantable de todas las leyes de servidores públicos.
Él que tanto alude al prestigio o desprestigio, a la fama pública, de verdad no se enteró de la leche “Betty”, del manejo de los giros negros en algunas delegaciones políticas y de las andanzas de algunos de sus delegados actuales. Él, protagonista en la modestia de la forma de transporte personal, ¿no se enteró del uso, para actividades partidarias, del helicóptero y del avión privado y de otros detalles? De ser así ¡qué mal informado!, pero resulta un poco difícil de creer. Con esa tesis validaría, por ejemplo el desconocimiento que alegaba otro López, Portillo en relación a la industria petrolera o de las pillerías de su “cuate” Arturo Durazo. Es el mismo argumento de Salinas frente a su hermano. Por fin ¿en qué quedamos? Lo que no puede es alternar de criterio según su conveniencia: juzgar en bloque para arrastrar a todo el que se atraviese cuando son sus enemigos —¡¡El PRI es sinónimo de corrupción!!— y fingir demencia de sus responsabilidades orgánicas cuando le toca a él: son algunos descarriados y traidores. Así quiere gobernar a México. Qué fácil, que cómodo.
“No se debe ver al PRD a partir de estos dirigentes, por importantes que sean, lo más importante son su bases y sus militantes” dijo AMLO el sábado. Es válido el argumento, pero entonces hay que hacerlo extensivo o sus odiados priistas, a los panistas, a los verdes, etc., etc. Los individuos se corrompen, no las instituciones, de Alfonso Guerra en el PSOE con González a Jupé con Chirac o Kohl con la Democracia Cristiana o Ménem y el peronismo. Admito que algo de insana satisfacción intelectual me he invadido en los últimos días. Me explico, si algo en los últimos años ha dañado terriblemente el avance en el debate sobre la corrupción ha sido precisamente una visión maniquea, de un lado los ángeles —los opositores tradicionales hasta hace tiempo (PAN; PRD; PVEM y los nuevos simplemente por serlo)— y los demonios, encarnados por cualquiera que hubiese rozado al PRI.
Esa versión muy perversa aunque políticamente útil, ya lo vimos en las campañas del 2000, versión exacerbada de manera irresponsable por Vicente Fox, tuvo al menos tres efectos terribles para México. Primero, desatendimos los controles institucionales y nos fijamos sólo en los linajes, de pureza partidaria de los individuos. Segundo, convertimos en demonios y ángeles a quienes no eran ni lo uno ni lo otro. Tercero, un país urgido de acuerdos se enconó y polarizó de manera enfermiza. Fox, Cárdenas, López Obrador, Robles y sus pandillas son en buena medida responsables de ese inútil encono. El PRI es responsable de su corrupción añeja y reiterada. Hoy ese discurso ya no tiene sustento. Fox lo ha vivido en carne propia con sus “Amigos”, su esposa y “Vamos México”, el doctor Belsasso, el toallagate, el embajador “dormimundo” y varios otros asuntos todavía larvados. El “niño verde” y sus cuates son ya símbolo de degradación política, frivolidad en los peores niveles de la escoria nacional. Y ahora aparecen López Obrador, su equipo y por supuesto el PRD. Para los años de Gobierno que llevan su régimen de bateo es bastante alto. Priistas corruptos los sigue habiendo y bravos.
Pero en el fondo, paradójicamente, estamos en una mejor condición para avanzar, sobre todo si se desprenden las consecuencias jurídicas debidas. Hoy es inocultable que todos llevan el veneno dentro. Quizá entonces ahora miren con más humildad hacia las instituciones y sus controles. Quizá ahora si reconozcan la honestidad de cualquier cuño partidista. Quizá ahora si nos alejemos del encono alimentado y logremos algunos acuerdos. Quizá ya, sin ángeles y demonios dominando la escena, nos miremos como lo que somos: terrenales. Parece que sólo aprendemos en carne propia.