Ha comenzado la serie de encuentros de críquet, el juego más popular en la Comunidad Británica, entre India y Paquistán.
La importancia particular de estos juegos, de dos rivales tradicionales, primeros que se hacen en catorce años, está en que son por el momento el puente más visible de los muchos pasos que se han dado en las últimas semanas para recimentar las relaciones entre los dos países que nacieron juntos el quince de agosto de 1947; pero desde entonces actores de confrontaciones incesantes hasta llegar a alarmantes amenazas de ataques nucleares.
El complejo proceso de pacificación ha alentado vastas esperanzas en la comunidad internacional. Las constantes infiltraciones en el suelo indio atravesando la precaria “línea de control” que divide Jammu, Cachemira, en dos, son vistas por Paquistán como “luchadores por la libertad” y por la India simplemente como “terroristas”, respaldados por Islamabad.
Tres veces ha habido fallidos intentos de reconciliación en los últimos años: el Acuerdo de Shimla (1972), la Declaración de Lahore (1999) y la Cumbre de Agra (2001).
Ahora se espera que los millares de hinchas indios que han viajado a Paquistán sean los portadores de una nueva buena voluntad y que ésta encuentre semejante respuesta en el curso de más de cinco juegos de un día y tres juegos de cinco días que se vienen realizando en Karachi, Rawalpindi, Peshawar y Lahore desde el 13 de marzo y hasta el día 20 de abril.
Es inevitable que cada encuentro produzca un vencedor y un vencido. La reacción de los espectadores es la que preocupa a ambos Gobiernos y la prensa lo ha manifestado. Al igual que en el futbol, los juegos de críquet se han marcado a veces por explosiones violentas de los fanáticos de algún equipo.
En un ambiente tan cargado de recelos históricos todo puede pasar. El “hooliganismo”, que ha ensangrentado las ciudades europeas. Hace unos años, en 1989, hubo violencia en Karachi que hubiera podido pasar a mayores consecuencias.
Pero el que los espectadores rompan en violencia contra los jugadores del equipo contrario y sus simpatizantes, es perfectamente posible si se tiene en cuenta que desde hace años los pueblos de ambos países han sido educados en la desconfianza y la animadversión recíproca.
Pero las medidas de seguridad que los paquistaníes están montando son las más completas y extensas que se han conocido en el país. Más que las implementadas cuando los Primeros Ministros de los dos países se encontraron hace poco para las reuniones en Islamabad en enero de la Asociación Sudasiática de Cooperación Regional (SAARC).
Hasta ahora los dos encuentros iniciales han ido en paz. Ambos países han ganado. En la India se percibe un ambiente de cordialidad. Los periódicos publican desplegados oficiales y de empresas particulares entonando loas a los esfuerzos oficiales de paz y augurando éxitos a los dos equipos. En las ciudades paquistaníes numerosos policías y equipo antimotín se han puesto en alerta. Los quince jugadores estrella del equipo indio se trasladan en aviones y camiones escoltados del hotel a los estadios por avenidas cerradas al tránsito.
Mucho depende del ambiente cordial en que se desarrollen los encuentros, algunos de los cuales duran hasta cinco días. Hay mucho en juego y afortunadamente todo mundo está consciente de ello. Si todo va bien, el cricket acabará siendo el factor que más contribuya a que India y Paquistán se regalen una convivencia dedicada a colaboración y progreso.
Nueva Delhi,
20 de marzo de 2004.
juliofaesler@hotmail.com