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En la OEA/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

el ex presidente de Costa Rica, Miguel Ángel Rodríguez Echeverría fue elegido anteayer secretario general de la Organización de Estados Americanos, el octavo desde la fundación de esa entidad interamericana en 1948 y el primero procedente de un país centroamericano.

Todos sus predecesores nacieron en países de Sudamérica: dos colombianos, el primero y el más reciente: Alberto Lleras Camargo y Carlos Gaviria; un chileno, Carlos Dávila; un uruguayo, José Antonio Mora; un ecuatoriano, Galo Plaza; un argentino, Alejandro Orfila y un brasileño, Joao Baena Soares.

Como Rodríguez Echeverría, habían sido presidentes de su país los dos colombianos y el ecuatoriano. Lleras Camargo gobernó en Bogotá dos veces, antes y después de ser secretario general de la OEA. Él mismo, como Gaviria y Plaza, era miembros de partidos liberales. El costarricense elegido el lunes es, en cambio, democristiano. Dirigente del Partido Unidad Social Cristiana (una coalición conservadora, formada en 1983 para enfrentar al partido de Liberación Nacional, de inclinación socialdemócrata), fue presidente de la Organización Demócrata Cristiana de América, ODCA, segmento regional de la internacional a que pertenece el Partido Acción Nacional.

Tres veces intentó Rodríguez Echeverría llegar a la presidencia de su país. En la primera, en 1989, perdió la elección interna ante Rafael Ángel Calderón Fournier, a quien se le conoce como “El Mexicano”, por haber cursado aquí sus estudios universitarios y por su matrimonio con Gloria Bejarano, hija de Armando Bejarano, gobernador de Morelos que fue perseguido por la justicia mexicana, a la que consiguió eludir por la protección recibida en Costa Rica, donde se refugió.

El segundo intento de Rodríguez Echeverría se frustró en las urnas, pues el candidato del PLN José María Figueres Olsen, hijo del patriarca de ese partido, lo venció por estrecha diferencia, menor de tres puntos.

Rodríguez Echeverría procuró evitar un nuevo fracaso en su tercera tentativa, mediante arbitrios pecuniarios y lo consiguió. Obtuvo el triunfo en las elecciones de 1998. Para el logro de ese fin parece haberse pertrechado de financiamiento exterior, algo que se había convertido ya en práctica corriente, aunque no legal, en la hasta entonces virtuosa democracia costarricense.

La autoridad electoral conoció de una aportación de 27 mil dólares conseguida por el equipo de Rodríguez Echeverría en Puerto Rico. Pero probablemente fue mucho más sustanciosa la cosecha realizada en una visita del candidato socialcristiano al rancho don Catarino, del profesor Carlos Hank, hace seis años, el 18 de mayo de 1997.

Rodríguez Echeverría y su comitiva viajaron de San José a Toluca en un avión de Taesa, la aerolínea que había sido creada por Hank y volvieron a Costa Rica en el jet de Roberto González Barrera, consuegro de Hank, que ha hecho negocios en aquel país desde hace varias décadas y que fue el enlace para operaciones de su pariente político en aquella región.

Hank pretendía, por un lado, asegurar sus inversiones costarricenses, realizadas en los dos años anteriores y garantizar un clima adecuado a las de sus amigos, presentes en la reunión de Santiago Tianguistenco, invitados a pactar condiciones con el futuro presidente de Costa Rica. Para infortunio de éste, el cónclave en el rancho del profesor ocurrió poco después de que The Washington Post hizo públicos informes de agencias norteamericanas que ponían bajo sospecha a Hank, por lavado de dinero.

Rodríguez Echeverría tuvo que enfrentar un escándalo en dos vertientes. Por un lado, por asumirse ya como Presidente y pactar condiciones con empresarios mexicanos y por otro lado, por su trato con un político puesto en entredicho. Según refiere el periodista José Martínez, el candidato socialcristiano se excusó de esto último aduciendo que todavía hay clases: “Si algo pudiera haber oído, era sobre cosas de corrupción, nunca sobre narcotráfico, como publicó The Washington Post. No justifico la corrupción en el uso de los fondos públicos para amasar una fortuna, pero eso es muy distinto al narcotráfico; hay una diferencia”. (Las enseñanzas del profesor, Océano).

El escándalo no se limitó a una puja política entre adversarios, sino que creó un problema diplomático, pues por un lado los procuradores de justicia de México y Costa Rica se cruzaron mensajes severos porque el segundo exigió información sobre lo achacado a Hank y por otro lado el embajador mexicano José R. Castelazo lo fue sólo unos meses, por su defensa del profesor.

Para sus inversiones en Costa Rica (al menos para las iniciales), Hank González creó una sociedad domiciliada en un paraíso fiscal, las Islas Vírgenes, Richter Investments. En octubre de 1995 esa firma estableció la empresa Inversiones y Procesadora Tropical, S.A. (Improtsa) y en octubre del año siguiente adquirió la Hacienda Ganadera Las Cuatro Marías, S.A. y la Granja Young An, que se transformó en Productora y Comercializadora Agroindustrial La Trinchera.

El presidente de Richter era Ernesto Enríquez Rubio, un ubicuo personaje, “calificado por el ex presidente Calderón —según Martínez— como uno de los socios y amigos más cercanos del Profesor”. Tanto, que lo había acompañado como subsecretario de Agricultura de 1990 a 1994. Luego de otros desempeños públicos cuando volvió de Costa Rica, en la administración foxista donde permanece, llegó a ser asesor del secretario de la Contraloría, responsable de la lucha contra la corrupción.

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