Expertos consideran necesario resguardar con eficiencia el patrimonio documental.
AGENCIAS
MÉXICO, DF.- Ya sea por razones políticas, conflictos bélicos, motivaciones de carácter religioso, intereses mercantiles o conflagraciones sociales, en México han transcurrido cinco siglos durante los cuales su patrimonio documental ha sido dilapidado por la falta de una conciencia histórica, hecho que resulta paradójico al tratarse de la cuna de la imprenta americana y el único punto del continente donde se desarrolló la escritura autóctona.
Para Ana Rita Valero, directora del Archivo Histórico del Colegio de las Vizcaínas, el reto consiste en lograr la coordinación entre los acervos públicos y los privados, con el propósito de contar con un registro fehaciente de los materiales procedentes de la época prehispánica, colonial e inclusive, de su devenir como nación independiente que permita transparentar sus diferentes usos para la consulta tanto de nacionales como extranjeros.
“Las instancias más significativas en el país como la Biblioteca Nacional, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Archivo General de la Nación (AGN), deberían iniciar un inventario a nivel nacional, del cual hasta ahora carecemos. Labor ardua que representaría el primer paso hacia una legislación fuerte y seria en la materia”.
La etnohistoriadora hizo un recuento de las “pérdidas irreparables” que ha sufrido el legado bibliográfico mexicano desde la etapa precolombina, hasta las primeras décadas de la pasada centuria y que se encuentra en gran parte, en instituciones culturales del extranjero.
Cabe mencionar, dijo, que aún antes de que Hernán Cortés arribara a territorio mesoamericano, los códices mexicanos ya eran enviados a Europa para la complacencia de Carlos V, y ésta va a ser una corriente de pauperización en términos documentales, que se repetirá durante los tres siglos de dominio español.
Esa situación se incrementó en los periodos de Independencia e, inclusive, de Reforma durante el Siglo XIX, y es que tras la firma de los Tratados de Córdoba, en agosto de 1821, se inaugura una nueva diplomacia en el país que abre de par en par las puertas al exterior, con lo que empiezan a llegar estadounidenses y europeos (no españoles) interesados en llevar a cabo negocios aquí.
“Aprovechando la crisis institucional, un sinnúmero de coleccionistas extranjeros sacan piezas invaluables. Sin embargo, tal vez la mayor pérdida fue la perpetrada por Joseph Marius Alexis Aubin, quien sacaría clandestinamente -pues desde 1821 se aprobó un arancel que prohibía la exportación de monumentos y antigüedades- a través de la Aduana de Veracruz, valiosísimas piezas.
“Asimismo, en 1836 el Congreso emitió una ley que imponía la obligación a los extranjeros de solicitar autorización del gobierno para extraer bienes muebles del país, y no existe durante ese periodo ningún documento registrado de este tipo. Eran cerca de 400 documentos los que se fueron en el equipaje de Aubin, los que ahora se encuentran en la colección de Fondos Mexicanos (compuesto por 428 manuscritos) de la Biblioteca Nacional de Francia”.
De esa manera, sólo dos códices se conservan en México. En Inglaterra se ubican cuatro, tres en Francia, dos en Austria e igual número en El Vaticano, el Códice Dresden en Alemania, el Madrid en España y en Italia el Cospi.
Sobran las pérdidas del legado documental mexicano por una u otra razón, incluida la quema de la biblioteca del señorío mexica por Itzcóatl en 1506, la toma de Tlatelolco o el combate de los mexicas a Azcapotzalco. Todo ello, sin contar el “vandalismo” durante la Conquista, claro ejemplo, el incendio de las colecciones del Acolhuacan en Texcoco.
“Siempre parece haber justificaciones, concluyó Valero, pero para prevenir futuras situaciones semejantes, debe formarse una conciencia, una sensibilidad y una estructura de resguardo que proteja con eficiencia nuestro patrimonio documental y bibliográfico tan a pesar de tantas pérdidas, más desafortunadamente, tan portátil”.
Más pérdidas
La desamortización de los bienes eclesiásticos durante la Reforma también dio pie a acometidas sobre el patrimonio documental. Bibliotecas de catedrales y conventos, quedaron a merced del azar, caso específico de la Iglesia de San Francisco (a espaldas hoy de la Torre Latinoamericana), la más rica de la Nueva España con más de 16 mil volúmenes.
Ana Rita Valero, directora del Archivo Histórico del Colegio de las Vizcaínas, dijo que “se sacaron los libros a granel, se aventaron al atrio, y se los llevaron en carromatos, sin protección de ninguna especie, cayéndose a medida que iban pasando por la calle de Plateros hoy Madero. Eran los incunables (libros publicados a principio de la imprenta hasta inicios del Siglo XVI) mexicanos”.
A estos casos se anexan otros como los acervos del ex convento de Santo Domingo, la quema total del archivo del de La Merced y la dispersión de la biblioteca del Colegio de la Santa Cruz en Tlatelolco, a la que se ha considerado la primera biblioteca académica del Continente Americano cien años antes de que llegaran los primeros colonos ingleses a Massachussets, Estados Unidos.