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En ruinas, comisaría iraquí tras atentado

EL PAÍS / AGENCIAS

ISKANDARIYA, IRAK.- “He recogido pedazos de cabeza, ojos y otros restos con mis propias manos”, asegura Fuad Saleh, tratando de llamar la atención de la periodista en medio de una multitud que pugna por relatar su versión de los hechos.

Los vecinos de Al Iskandariya, una polvorienta ciudad a 50 kilómetros al sur de Bagdad, se muestran ultrajados ante la explosión que unas horas antes ha arrebatado la vida a medio centenar de sus vecinos y que la mayoría atribuye “a un misil americano”. Según la policía iraquí y los militares norteamericanos, un coche cargado con al menos 500 kilos de explosivos reventó frente a la comisaría central y dejó al menos 50 muertos y 75 heridos. El suceso desató una manifestación antiestadounidense.

“Ha sido un misil americano”, relata con los ojos fuera de las órbitas Hudair Mahmud cerca del lugar del atentado. “Ha abierto un boquete enorme, pero los americanos lo han tapado enseguida”, prosigue alentado por un grupo de vecinos que ratifican sus palabras ante la perplejidad de esta enviada. “A una periodista que ha tratado de grabar el agujero, le han destrozado la cámara”, añade a modo de garantía. “Explíquenos si no por qué las fuerzas de la Coalición venían todos los días a la comisaría de seis a once de la mañana y justo hoy no lo han hecho”, reta Hudair.

Sin embargo la información proporcionada por EU es diferente, el ataque se debió a un coche-bomba que se estrelló en el edificio. La tensión se recrudece debido a las medidas norteamericanas de seguridad que han sellado el acceso a la comisaría en un radio de 200 metros. La actitud de los soldados no ayuda a despejar sospechas. Al menor intento de los manifestantes por acercarse, amenazan con disparar sus fusiles llevándose la mira a la cara. “¡Abajo EU, abajo EU!”, corean provocadores en inglés varios cientos de jóvenes ociosos que se han congregado bajo la enorme cafetera árabe que constituye el único signo de identidad de Al Iskandariya.

Por su parte el general de brigada Mark Kimmitt dijo que la bomba contenía unos 225 kilos de explosivos.

El general Mark sostuvo, en una conferencia de prensa, que no estaba claro si se trataba de un atentado suicida, pero que compartía una serie de características con otros importantes ataques que, según los estadounidenses, fueron perpetrados probablemente por grupos extranjeros en vez de insurgentes iraquíes.

“Muestra algunas señas de identidad”, dijo. “Una bomba importante, un coche-bomba (...) un gran número de civiles, las afueras de una comisaría (...) son indicativos de una serie de ataques que hemos visto directamente contra civiles iraquíes y símbolos de la autoridad iraquí”, explicó.

El viceministro del Interior dijo que entendía que el ataque era un atentado suicida perpetrado con una camioneta.

Estrategia para la matanza

La mayoría de los 50 mil habitantes de esta ciudad, una de las numerosas que Alejandro Magno dejó tras de sí en su conquista de Asia, están desempleados. De ahí que en la mañana de ayer muchos hubieran madrugado para acudir a una convocatoria de plazas para el Cuerpo de Defensa Civil de Irak, una especie de Guardia Civil que las fuerzas de la Coalición están entrenando para que se vaya haciendo cargo de la seguridad del país.

Por eso, el atentado causó tantas víctimas. Los candidatos a policías esperaban en una larga cola frente a la comisaría.

Tal era el caso de Yabar Sáber que ahora permanece postrado en una cama del hospital local con la cara quemada, un vendaje en la cabeza y parcialmente sordo por el efecto de la explosión.

El familiar que le acompaña cuenta que Yabar, de 28 años, fue a ver si conseguía un empleo. El herido hace un gran esfuerzo para contar que justo había cruzado la verja y esperaba en el jardín. “No sé cuál fue la causa”, declara, pero entonces se acerca un vecino y Yabar añade que oyó un helicóptero.

El hospital local está desbordado. “Hemos recibido la primera víctima a las nueve y veinte de la mañana y desde entonces no hemos tenido un momento de respiro”, declara Eisar Alí, subdirector del centro médico. Según Alí, han contabilizado “50 muertos y entre 75 heridos”. “Pero tengan en cuenta que muchos han sido trasladados a los hospitales de Hilla, Mahmudiya o el Yarmuk de Bagdad”, añade dando a entender que el número de víctimas es considerablemente mayor. Cuando se le menciona que un oficial de policía ha facilitado la cifra de 35 muertos, asegura que ellos han “expedido 30 certificados de defunción y que aún quedan 20 cadáveres en la cámara”. A las puertas de la morgue, los celadores se afanan limpiando la sangre de las ambulancias.

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