EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Enfermo entre los enfermos

Juan de la Borbolla

Este lema no lo plantea el Sumo Pontífice como un motivo para que se le compadezca o para que se le insista en esa añeja idea planteada por sus detractores o los típicos representantes del hedonismo superficial de nuestros días: “Ya retírese; ya no siga dando lástima”.

Igual que a beata Teresa de Calcuta le gustaba autodefinirse como pobre entre los más pobres, así el papa Juan Pablo II en su más reciente visita al santuario mariano de Lourdes, quiso acuñar una frase incomprensible para un mundo donde el ideal máximo que se busca es el placer y la comodidad: Enfermo entre los enfermos.

Este lema no lo plantea el Sumo Pontífice como un motivo para que se le compadezca o para que se le insista en esa añeja idea planteada por sus detractores o los típicos representantes del hedonismo superficial de nuestros días: “Ya retírese; ya no siga dando lástima”.

Si nos remitimos al 11 de febrero de 1984, momento en que el Santo Padre, aún en pleno vigor físico, escribiera su Exhortación Apostólica Salvifici Doloris, podemos encontrar la fuente de la increíble fortaleza actual de un hombre sufriente y deshecho físicamente, pero en contraste: pleno en caridad, ternura, paz interior, sabiduría y gracia de Dios. “Cristo se acercó sobre todo al mundo del sufrimiento humano por el hecho de haber asumido este sufrimiento en sí mismo. Durante su actividad pública probó no sólo la fatiga, la falta de una casa, la incomprensión incluso por parte de los más cercanos; pero sobre todo fue rodeado cada vez más herméticamente por un círculo de hostilidad y se hicieron cada vez más palpables los preparativos para quitarlo de entre los vivos”.

Cristo era consciente de esto y muchas veces hablaba a sus discípulos de los sufrimientos y de la muerte que le esperaban: “Subimos a Jerusalén y el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, que lo condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles y se burlarán de Él y le escupirán y le azotarán y le darán muerte, pero a los tres días resucitará”...

Precisamente por medio de este sufrimiento suyo hace posible “que el hombre no muera, sino que tenga la vida eterna”. Precisamente por medio de su cruz debe tocar las raíces del mal, plantadas en la historia del hombre y en las almas humanas. Precisamente por medio de su cruz debe cumplir la obra de la salvación. Esta obra, en el designio del amor eterno, tiene un carácter redentor... “Por eso Cristo reprende severamente a Pedro, cuando quiere hacerle abandonar los pensamientos sobre el sufrimiento y sobre la muerte de cruz. Cristo se encamina hacia su propio sufrimiento, consciente de su fuerza salvífica; va obediente hacia el Padre. Por esto San Pablo escribirá de Cristo: “Me amó y se entregó por mí”... “A la luz del incomparable ejemplo de Cristo, reflejado con singular evidencia en la vida de su Madre, el Evangelio del sufrimiento, a través de la experiencia y la palabra de los Apóstoles, se convierte en fuente inagotable para las generaciones siempre nuevas que se suceden en la historia de la Iglesia”.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 106428

elsiglo.mx