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Ensayo sobre la cultura

josé luis herrera arce

La Historia

Si la cultura es movimiento debemos aceptar que se desarrolla a través del tiempo y en el espacio. La conciencia de estas dos nociones son importantes en la concepción de sentido. El movimiento significa cambio lo que implica al tiempo, al antes y al hoy o al después. Y en el concepto de espacio también puede implicar el cambio; los espacios cambian o puedo moverme hacia otro espacio.

Me muevo en el tiempo y me muevo en los espacios. Mi situación actual sólo es explicable por medio de la comprensión de mi situación anterior. Lo que soy hoy es por lo que fui ayer; lo que seré mañana dependerá de las decisiones que tome hoy. La conciencia de ese proceso es lo que abarca la historia que unifica el antes, el hoy y el después y la influencia del tiempo en nuestra relación con los espacios.

La conciencia humana ha exigido que esa unificación sea total ; por lo tanto no podemos pensar que la historia sea como las demás ciencias, exacta; para precisar más, la conciencia histórica ha tenido que recurrir al mito para satisfacer la necesidad de entender el génesis del movimiento con el fin de entender su finalidad. Todas las grandes civilizaciones han inventado magníficas mitologías y eso es parte de su conciencia histórica. Pero la mitología no solamente contamina estos espacios vacíos que la historia no puede llenar, sino que también influye en la comprensión de otros momentos de los que pueden obtenerse datos científicos. La figura de los héroes que se convierten en mitos, sería un caso; la idea de los pueblos elegidos, o de las razas puras.

Podríamos decir que hay dos historias, la real y la que nos inventamos. Las dos explican nuestro ser, las dos conviven y las dos son formas de conocimiento que pueden perfeccionarse. Dice Cassirer: ?La verdadera síntesis o sinopsis histórica depende de la combinación de un sentido agudo de la realidad empírica de las cosas con el libre don de la imaginación?. Pero dice más: ?La vida sigue siendo a la luz de la historia un gran drama realista, con todas sus tensiones y conflictos, sus grandezas y miserias, sus esperanzas e ilusiones, sus juegos de energías y pasiones, pero este drama no sólo es sentido sino intuido?.

Los que escriben de historia no vivieron la historia sino que desde su tiempo y de su lugar interpretan un hecho. Vuelvo a citar al mismo autor: ?Para poder tener acceso a un hecho singular y simple hay que aprender a leer sus documentos y a comprender los monumentos. La interpretación de los símbolos precede a la recolección de hechos y sin ella no hay manera de aproximarse a la verdad histórica?.

Para entender como infiere la interpretación del hecho en la comprensión del hecho, hay historiadores que la explican como un movimiento continuo y hay otros que la interpretan como un movimiento cíclico. Hay quienes consideran que el movimiento se debe a los héroes o a los líderes y hay quienes consideran que se debe a los pueblos o a las masas, otros compaginarán también las circunstancias. Lo importante es hacer consciente que el estudio de la historia sobrepasa al hecho en sí, requiere interpretación porque en ella encontramos nuestro sentido de ser; también es algo más que un catálogo de hombres buenos y de hombres malos que se juzgan a la distancia; ésta es una forma muy reduccionista de verla. En la historia encontramos las respuestas de nuestro ser actual; bueno o malo. No se pueden juzgar las circunstancias desde otras circunstancias ni las ideologías que las produjeron desde otras ideologías. Eso es precisamente la dificultad de la historia como ciencia, su objetividad, o la subjetividad del analista.

Será diferente la interpretación que obtengamos de un autor como Carlyle o Toynbee a la obtenida por un marxitas; de un católico a un protestante, de un cristiano a un musulmán. (¿Quién es el bárbaro y quién es el infiel?).

Una de las tragedias del mexicano es precisamente ésa; el mito histórico nos impide reconocer nuestro proceso histórico porque muchos no quieren aceptar lo que somos y por qué lo somos. Como si nuestra nación hubiera podido abstraerse del juego que la humanidad siempre ha jugado: el de ser conquistado o ser conquistador. A muchos mexicanos no les gusta lo que el espejo les presenta y prefieren inventarse, vivir en la contradicción, en las mitologías falsas, siempre lo peor de la realidad (a Cuauhtémoc en lugar de a Tlacaelel).

Mientras en otros países se producen películas de todos los tiempos históricos, en nuestro país, cuando llegan a producirse, resultan o falsas, o melodramáticas, o prohibidas.

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