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Entre filántropos

Gilberto Serna

Se habla de que se están transfiriendo recursos públicos a fideicomisos privados. Qué habrá de verdad o mejor, cuantas verdades habrá. Será una acusación más surgida al calor de la cada vez más cercana campaña de 2006 en que los distintos candidatos de diferentes partido se verán las caras. Será como aquellas luchas que presentaba la arena Coliseo en que en un encordado se enfrentaban todos contra todos, empezando los descontones desde antes de que sonara la campana. No puede creerse que se estén triangulando recursos públicos de la Lotería Nacional a un fideicomiso privado que luego lo entrega a una fundación creada originalmente para ayudar a los más necesitados.

Lo que está provocando esto, es una infinita tristeza que deja exangüe el espíritu. No puede ser que se disponga de un dinero destinado en principio a satisfacer a un sector empobrecido de la población. Es el Gobierno del cambio al que se le atribuyen estos desvíos que, de ser ciertos, demuestran una confabulación indigna de gente decente. Yo no lo creo. Sería haber llegado al colmo de la desvergüenza. No es de creerse que empresarios serios se presten a esos enjuagues encubriendo actividades que constituyen un ilícito. Si fuera cierto lo que se atribuye a estos señores incrustados en el poder público, en alianza con los grandes capitales del país, estarían dando a conocer una ausencia total de escrúpulos al escamotear fondos que por su destino deberían ser considerados como sagrados.

¿Hasta dónde llega la codicia de los seres humanos? ¿Cuál es el límite a la ambición? ¿Dónde se extraviaron los escrúpulos de quienes se refocilaban en tachar a sus adversarios de rateros? Cualquiera pensaría que no se puede levantar un prestigio utilizando las mismas trápalas del pasado. Y sin embargo, de comprobarse que se están efectuando actos de prestidigitación para disponer de un dinero ajeno llegaríamos a la conclusión lógica de que no hay ninguna diferencia entre un ladrón que asalta a un transeúnte y los que presumen de honrados mientras le roban un mendrugo de pan a un menesteroso. Con la diferencia de que aquel corre el riego que si lo atrapan va a parar la cárcel en tanto que estos gozan de la impunidad que les da la sombra del poder. Es para no darle crédito a los senadores priistas cuando acusan a la fundación Vamos México de elaborar un plan maquiavélico para distraer recursos.

No me cabe en la cabeza que personas e instituciones que han hecho aportaciones a la institución Vamos México, sean las mismas que reciben millonarias contribuciones de la Lotería Nacional. Es dinero que dicen se va a utilizar en una campaña política por lo que ese prestarse tiene dos vertientes: por un lado se advierte que incurren en el delito de encubrimiento si no es que son tan responsables como los que idearon esta estratagema, pues basta recordar que tanto peca el mata a la vaca como el que le agarra la pata y por otro, se está jugando con la miseria popular sin ningún cargo de conciencia, nacido obviamente de la perversidad. En fin, esto amenaza con convertirse en un escándalo de mayúsculas proporciones. De ser cierto, cabría establecer una nueva especie de maldición gitana: entre filántropos te veas.

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