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Entrevista| Tras la huella de Villa

PLATICA PACO IGNACIO TAIBO II SU ACTUAL PROYECTO

EL SIGLO DE TORREÓN

Para el escritor es importante contar quién fue el caudillo duranguense y lo que decían que era

TORREÓN, COAH.- Una figura desgarbada irrumpe en esta redacción con sólo un propósito: revisar la hemeroteca. Dice llamarse Paco Ignacio Taibo II y anda buscando notas y artículos referentes al caudillo de la Revolución Mexicana, Francisco Villa.

Luego de un breve intercambio de palabras, el prolífico escritor mexicano de origen español accede a dar una entrevista, “es la paga por dejarme ver sus periódicos” dice con una estridente sonrisa dibujada debajo de un abundante bigote bicolor.

A sus 55 años de edad, con una buena cantidad de novelas policíacas publicadas, algunas de corte político, Taibo ha incursionado también en la narrativa histórica y biográfica. Hoy, precisamente, confiesa estar a tres meses de concluir la etapa de investigación, que incluye su actual gira por el norte, de su nuevo proyecto: la biografía del duranguense Doroteo Arango Arámbula, alias Francisco (Pancho) Villa.

Vestido con una camisa azul desfajada y abierta que deja ver una playera de un tono más oscuro, un pantalón de mezclilla y zapatos color café y con su lata de refresco de cola en la mano izquierda, Paco Ignacio dialoga apasionado, risueño y con desenfado del trabajo que realiza.

¿Por qué es tan importante hoy escribir sobre Francisco Villa?

—Bueno, yo no escribo sobre los temas que son importantes sino los que a mí me parecen importantes. De repente, cuando había terminado la biografía del Che, tuve la sensación de que todo lo que había aprendido en términos de hacer una biografía, tenía que aplicárselo a un personaje mexicano.

Sentado al borde del sillón y de la emoción, explica: “Desde hace muchos años vengo recogiendo pedacería sobre Pancho Villa, un artículo aquí, una nota allá, una foto aquí, una historia que oí que me gustó, una visita... y entonces tenía un archivazo sobre Villa. Tenía además un archivo bibliográfico muy bueno y documental y de repente dije: ¿por qué se me antoja tanto escribir de Villa?”. Y la respuesta viene en voz baja y seria: “Por controvertido, porque es arcángel de los jodidos, es la venganza de los jodidos en un país en donde los jodidos son muchos y la venganza es muy justificada”.

De la bolsa de su camisa extrae una cajetilla de cigarros sin filtro, toma uno y lo mueve entre sus dedos al son de las disertación que deja fluir: “De repente abre uno las páginas del internet y encuentra 300 mil entradas de Villa que varían delirantemente de una taquería en París a un sex shop en el que una de Atotonilco dice que ella es nieta de Pancho Villa y que con gusto recibe; desde unos caballos de carreras hasta un motocross; centenares de artículos: desde una página de promoción de la marihuana, porque dicen que Villa quemaba mota, lo cual no es cierto...

“¿Por qué esta recurrencia, esta fascinación por la imagen del personaje?. Y conforme me puse a trabajar me di cuenta por qué, porque verdaderamente es la encarnación de la venganza de los jodidos”.

Y remata su justificación: “Más que un programa social, lo que hay en Villa es una vocación de ajuste de cuentas, de reivindicación de tanto agravio que se ha cometido y no se ha reparado. Por eso me parece fascinante, además que como todo buen norteño, era mentiroso...”.

Y todo esto no lo tiene Zapata...

—No — y el rostro y la voz de Taibo mudan al hablar de este otro personaje—. Zapata es una figura hierática, muy difícil de tocar, a mí me ha costado mucho trabajo tocarlo. Con Villa no, a Villa le da uno trancazos y se los devuelve. Villa es al tú por tú, te engaña, te cuenta, te cuenta la misma historia tres veces a lo largo de su vida diferente... Zapata es la mirada, la reflexión, la interiorización, distante, representante de la nunca cumplida revolución del gran reparto agrario. Para mí, Zapata es impenetrable. Villa es el representante de la venganza social, de la devolución de la bofetada a tanto cacique.

¿Qué tienen en común ambos personajes?

—Ah, pues tenían en común que eran el ala izquierda de la Revolución Mexicana, los que perdieron, por eso ganaron los “carranclanes” (carrancistas), sin ánimo de ofender aquí en Coahuila —responde a punto de encender su cigarrillo.

¿Quién correrá hoy más por nuestras venas?

Y contesta casi con desilusión:

—No, en nuestras venas corre el Ratón Macías, Speddy González... estamos viviendo una de las épocas de apagón social más fuerte, previa, probablemente, a una época de explosividad porque se está juntando agravio, se está acumulando el desastre que ha representado en los últimos años el Tratado de Libre Comercio, la destrucción del campo mexicano, la mentalidad neoliberal del Gobierno Federal que nos dirige, son veneno puro contra una sociedad que hoy está en la pasiva porque falta la activa, en términos de disidencia y protesta social.

Paco Ignacio Taibo II ha seguido una tradición en dos sentidos legada por su padre Paco Ignacio Taibo I: ser escritor y ubicarse a la izquierda del espectro político. Cuando habla, no esconde esas dos vocaciones, por el contrario, las hace patentes a cada frase que suelta.

¿Qué tan distinto es el México de Villa al actual?

—Uy, mucho. Villa se movió en un México esencialmente agrario. Torreón, menos de 30 mil habitan-tes. Rancherías y no ciudades. Comerciantes y no banqueros. Un país en donde la información era hiperminoritaria. Ha pasado un siglo y no podemos ignorarlo; aunque hay de repente puntos de símil.

Pero ante esa centuria de diferencia, cabe el cuestionamiento de la vigencia de la figura de Villa como ese gran vengador justiciero. A la pregunta, Taibo responde con muchas.

“¿Por qué en Europa vas a casa de tus amigos en Italia y no encuentras una foto de (Guiseppe) Garibaldi? ¿Por qué es raro el lugar en Francia donde tienen un retrato del doctor (Joseph Ignace) Guillotin, el que inventó la máquina igualadora demócrata de cabezas? Y ¿por qué tantos de nosotros tenemos en nuestras casa una foto de Pancho Villa?”.

La respuesta no se hace esperar, en medio de la estela del tabaco oscuro quemado: “Porque en México hemos construido una relación diferente con el pasado, el pasado no es algo que se quedó atrás, sino es algo que está escondido vigilando el presente y no se acaba de ir y esto hace que para un historiador sea delicioso hacer historia. Estoy trabajando con materiales muertos que siguen latiendo”.

Y esta suerte de sombra ¿no significa en algunos momentos un cierto lastre?

—Sí, el mito al mismo tiempo que revela y señala, tapa y oculta. Estas historias contadas por diez personas diferentes, todas diferentes, pues te vuelven loco para saber qué realmente pasó. La conseja, la dicha, el que fuera una sociedad oral en la cual se repetía una historia con variantes, se iba mejorando. Urbina tenía un anillo, bueno, cuando se contó por décima vez tenía tres anillos de oro. Yo por más que he visto con lupa las fotos nunca encontré los tres anillos de oro —y sus manos se abren en interrogación y su rostro forma una sonrisa debajo de su alborotada cabellera gris, negra y colorada.

Para Taibo, lo importante en la narración histórica es contar las dos cosas. En el caso de Urbina, que no tuvo los anillos y que se contaba que los tenía, “porque al final la historia es el resultado de lo que pasaba y de lo que se decía que pasaba. Uno de los capítulos lo voy a terminar diciendo: ¿verdad que esta historia es bonita? Es falsa pero es bonita ¿verdad? Y ahí la dejo, a sabiendas que el lector tiene que compartir conmigo dos cosas: uno, la información rigurosa que demuestra que la historia es falsa y dos, el placer porque la historia tiene mucha gracia”.

¿Usted comparte la idea de que esta historia oficial se encargó de convertir el hecho real en una suerte de mito glorioso...?

No bien concluye la pregunta y aclara:

—Negociable, mito negociable. ¿Por qué demonios están enterrados supuestamente, aunque luego ya revelaremos en el libro que no es cierto, en el monumento de la Revolución Calles y Villa, uno en una pata y otro en otra? ¿Por qué? Porque hay un chi... de temblores en la Ciudad de México, a eso se debe.

Entre indignación y sarcasmo, se pregunta: “¿Cómo demonios los vas a tener enterrados en el mismo monumento al asesino y al muerto, al reivindicador de las clases humildes y al encargado de cortarle la cabeza al movimiento social?”.

Y tajante, lanza Taibo su sentencia: “Eso es la historia oficial: pon en la misma tumba a Calles y a Villa, hazlo todo un paquete, ponle un moño, llámalo Revolución Mexicana y luego declárate heredero”.

La historia oficial en voz del escritor-historiador: “una reivindicación justificatoria del PRI para su estancia en el poder con una revolución que ellos mismos habían matado y de la que preservaban ciertos contenidos sociales del ‘17 que seguían siendo importantes. Tan importantes que ahora los valoramos más cuando el foxismo se dedicó a quitarlos uno por uno”. Y apaga el cigarrillo mientras escucha la siguiente pregunta.

¿Qué es más peligroso: la ausencia de historia o la historia oficial?

—Yo creo que son dos venenos del mismo cultivo, funcionan para lo mismo los dos. La ausencia de historia con un gobierno como el actual que no tiene pasado y que no se atreven a reivindicar a los que verdaderamente les gustan: Miramón, Cortez, Iturbide, esos son los que les laten, son los suyos, los del Club de Golf de la Hacienda, son de los que pueden ver su foto con cariño...

¿Madero?

—No, Madero era lo bastante complejo como para jugar para los dos lados. Cuando Villa lo vio por primera vez, dijo: ¿Cómo voy a ponerme yo a las órdenes de éste? A éste que lo tienen que ayudar a montar al caballo, porque tenía la mano jodida por la herida de Casas Grandes, sarapiento y ¡herbívoro, no comía carne, era vegetariano¡ Para Villa, que había sido un ladrón de vacas toda su juventud, ta’ ca... poner a Madero héroe ¿verdad? —asevera con asombro exacerbado y a punto de la risa, la cual contiene para tornar a una reflexión.

“Sin embargo, lo asume. ¿Por qué lo asume? Hay un discurso en Madero que tiene un enorme poder que es el discurso de la democracia y a Villa lo convence y eso que para Villa el discurso de la democracia no es un discurso esencial, para Villa el discurso es el de la igualdad social, del agravio, del cacique abusador, de la cordada, de lo rural, de las aguas quitadas a la hacienda, de las vacas marcadas por los grandes hacendados a costa de las comunidades, eso era lo de Villa. Pero Madero dice con tal intensidad su discurso que se lo cree. Madero no era un aristócrata... o si es un aristócrata, es un aristócrata traidor que son los que a mí me gustan.

Para sacudirnos los dos venenos...

—Ah — exclama y se apresura a seguir con la respuesta que caminaba antes de encontrarse con Madero— el veneno de la ausencia de historia es: no tienes pasado, eres un yuppie, dale de codazos a todos los demás, trepa por la pirámide, no hay trascendencia, no vienes de ningún lado, somos una clase media etérea producto de las lecturas de Mecánica Popular y la ausencia de condones porque el Opus Dei los prohibió.

“Del otro lado qué tienes: el otro veneno. Una historia manipulada para construirnos un mito nacionalista y declararte heredero del mito. Los dos son venenos del mismo costal: es el aparato estatal instrumentalizando la historia para usos funcionales”.

Se le pide a Paco Ignacio Taibo II que le tome el pulso al pueblo, pero antes de saber para qué, aclara: “Yo no sé si doy para tanto... lo que sí sé es que doy para contar una historia a todísima madre y voy a embelesar a cientos porque me estoy embelesando yo al estarla investigando, estoy fascinado”.

Y abunda en un detalle de su fascinación: “Me encontré las cartas de Villa tratando de comprar un submarino en 1915 en Estados Unidos. Entonces le escribe a Llorente, su agente confidencial en Nueva York: ‘¿Con cuántos torpedos nos echamos a los malditos federales de Carranza?’ ¡Y el otro le contesta: ‘tres torpedos bien tirados y a chi... a su madre!’ ”, cuenta y su voz se confunde con una carcajada para luego decir con un extraño brillo en los ojos: “Es fascinante”.

Pero adelanta más. “Me acabo de encontrar con todo el debate sobre el Siete Leguas, el caballo que Villa más estimaba, bueno, no era caballo, era yegua, pero para que cuadrara la canción, me lo caballearon. He visto decenas de fotos de ‘Villa montado en el Siete Leguas’. Primero, es una tradición antifeminista. Segundo, ninguno de esos es la Siete Leguas, la Siete Leguas es una yegua que monta en 1918-19 al fin de su etapa de guerrillero. Y cuando por fin encontré una foto de la Siete Leguas, no decía abajo que era ella, tengo que reivindicarla, ¿cómo no voy a contar esta historia?”.

Paco Ignacio confiesa que lo que pretende con su biografía sobre Villa es dibujar al ser, al personaje, contar una historia de vida, a diferencia de su colega Friedrich Katz, quien a su parecer, en el libro titulado Pancho Villa plasma una visión más académica, más general, más ideológica, más interpretativa en sentido sociológico y político. “Que conste que admiro profundamente el libro de Katz, me parece un autor progresista, inteligente y desde luego trabajador como pocos... pero yo en mi libro quería que el lector sintiera dos cosas: estoy leyendo una biografía rigurosísima y me sabe a novela”.

Antes de concluir la entrevista, comenta emocionado: “Me la estoy pasando a toda madre en el norte. A donde quiera que voy he encontrado colaboración. Yo no sé si ha permeado la idea de que el Villa de Taibo va estar a toda madre porque en cualquier lugar me encuentro un archivista, alguien que me dice aquí tengo esto...”.

Es que el Villa de Taibo tiene que estar a toda madre...

—¡Sí! —afirma y concluye diciendo en medio de una carcajada— así debería de terminar esta entrevista.

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