Durango

Episcopeo / EVANGELIZAR MIGRANTES

La migración es una constante en la historia humana; así se han poblado los continentes; así se ha poblado América, México y el territorio de nuestra arquidiócesis. Así igualmente, se ha diversificado el grupo original y así se han mezclado los grupos étnicos originando repetidos mestizajes.

En Chihuahua, cerca de El Zape, en La Ferrería (casi a orillas del río Tunal), en Altavista (Chalchihuites), en La Quemada o Chicomostoc (cerca de Villanueva, Zac.), tenemos señales de asentamientos humanos de las migraciones en su paso hacia el sur.

No nos sorprenden pues las migraciones de nuestro tiempo, pues migrar está prácticamente en la condición natural del hombre. Aunque cabe la observación general de que en el Continente Americano, las principales migraciones antiguas fueron básicamente de norte a sur y las actuales son de sur a norte, pero sí con los mismos objetivos: buscar condiciones más favorables para vivir dignamente.

Por eso la mitad de la población del estado de Zacatecas a emigrado al norte, por eso la población del estado de Durango ha disminuido en los últimos diez años y por eso varios poblados durangueños prácticamente han desaparecido. Sobrevolé una parte serrana de Durango y quedé sorprendido: mucho territorio, escasa población.

Ciertamente toda persona tiene derecho a emigrar y buscar en otras latitudes las condiciones más favorables; pero las actuales migraciones se han convertido en un serio fenómeno social con repercusiones conyugales, familiares, culturales y religiosas que interesan a la Iglesia y la desafían pastoralmente.

?Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón? (GS 1).

Inspirados en este sexto conciliar, los obispos mexicanos en combinación con obispos de Estados Unidos y de Guatemala, hemos estudiado este tema y nos hemos comprometido a buscar soluciones conjuntas.

Ciertamente los durangueños y zacatecanos de la Arquidiócesis, que ya residen en ciudades de Estados Unidos son ya feligreses de las Diócesis y parroquias de residencia. Pero, como cada obispo es obispo para una Diócesis en particular e igualmente responsable de la Iglesia universal, alguna responsabilidad queda al Obispo de origen de los emigrados.

En ese sentido, ciertamente mi deseo pastoral es ofrecer un poco de misión evangelizadora a los feligreses residentes al norte de la frontera. En ese sentido he invitado a sacerdotes de la Arquidiócesis a organizarse y evangelizar a sus parroquianos migrantes al otro lado del río Bravo. Muchos sacerdotes mexicanos de vez en cuando visitan Estados Unidos con fines de colecta; mi propósito es misionar o evangelizar a los feligreses que allende la frontera se encuentran en ambientes extraños a ellos.

Durante el presente año yo tenía programados tres fines de semana, uno a Los Ángeles y dos a Chicago, para poner en marcha este propósito; pero curiosamente tuve que suspender los tres proyectos: insistiré, como es propio del evangelizador.

Sagrada Familia, migrante en Egipto, bendice a nuestros migrantes.

Durango, Dgo., 2 de mayo de 2004

Héctor González Martínez

Arzobispo de Durango

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