En las áridas regiones de la América del Norte el clima no está como para confiar en nada ni en nadie.. Tampoco generan confianza los políticos, sean norteamericanos, mexicanos, priistas, demócratas, panistas y republicanos: Todos son como mis imprevisibles abuelas que, cuando decían que no era que sí; y cuando decían que sí era que no, pero no siempre. Pero en los asuntos públicos surgen contingencias, imponderables, hechos de rebote, conflictos imprevisibles; y las responsabilidades consecuentes son cosas de mucho pensar. El 11 de septiembre del año 2002 los talibanes afganistanos tuvieron la mala idea de golpear a los estadounidenses con un acto de criminal terrorismo contra las torres gemelas de Nueva York, emblemas de orgullo para el capitalismo norteamericano.
Hubo incontables víctimas humanas y pérdidas materiales cuantiosas, pero no sólo eso: los aviones, secuestrados y piloteados por fanáticos suicidas, también destruyeron el edificio de las fuerzas armadas conocido como Pentágono, y con ello contundieron un símbolo del poderío militar estadounidense. Esto obligó a los dirigentes del pueblo estadounidense a focalizar su propia debilidad e indefensión: mientras su estructura de defensa tenía grietas, el aparato de ataque de los terroristas contaba con capacidades criminales insospechadas.
La respuesta del gobierno de Washington significó pábulo al inicio de una incursión punitiva en Afganistán, cuyo territorio resultó prácticamente barrido por el ejército de Estados Unidos en la busca de Amin Ben Laden, cabeza del terrorismo talibán. Ya entrados en gastos, los yanquis siguieron la guerra en contra de Saddam Hussein, el caudillo de Irak, país que fue invadido y ocupado por las fuerzas armadas. Recientemente encontraron y detuvieron al fugitivo Hussein; pero no aparecen, hasta ahora, las armas nucleares y químicas de cuya posesión fue constantemente acusado el mandatario iraquí.
Ahora Estados Unidos pelea contra enemigos invisibles: terroristas, que lo mismo pueden ser iraquís, afganos, palestinos o de cualquier nacionalidad, quienes parecen conjurarse escondidos, silenciosos, lóbregos, sigilosos; que no anunciarán sus golpes criminales, pero una vez conseguidos los reivindicarán con insanía antes de retornar a sus tétricos escondites.. Desde que Estados Unidos invadió México en 1847-48 ésta es primera vez que Washington se porta intransigente y agresivo contra los mexicanos que viajan amparados con pasaporte nacional; es decir bajo la bandera y protección de un país que cree ser vecino y amigo de Estados Unidos. Y eso que sólo es una operación preventiva. Sorprenden y duelen los efectos de la operación policíaca estadounidense en un ámbito soberano de México: los aeropuertos nacionales. Nos referimos a las revisiones exahustivas de cuerpos y equipajes y los consecuentes retrasos y cancelaciones de vuelos de líneas aéreas también amparadas por la bandera de México.
Y lo que sigue, allá en USA: un humillante fichaje a turistas, estudiantes, trabajadores y hombres de negocios que lo visitan: “Es un trato para delincuentes” dicen los sorprendidos y coléricos paisanos; otros, más resignados, aventuran “tienen derecho a protegerse”Lo cierto es que estábamos hechos a un aparato requisitoso pero amable; ahora cambian los modos y de alguna manera, dentro de su conocida prepotencia, los estadounidense pueden esperar que seamos comprensivos. Para Estados Unidos el ataque a las torres gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre del 2002, fue su primera vez, y no quieren sufrir una segunda. Están aterrorizados, pero ésta es la peor actitud que podrían mostrar.
En el siglo XX los soldados de los Estados Unidos combatieron en dos conflagraciones mundiales; luego la gran guerra fría entre paises capitalistas y comunistas no fue precisamente un juego de electrónica; EU protagonizó después dos confrontaciones costosísimas en vidas y recursos materiales, una en Corea y otra en Vietnam. La centuria pasada fue, como vemos, muy peligrosa; pero gracias al poderío militar de los Aliados en las guerras del 14 al 18 y del 39 al 45 ni los mexicanos ni su territorio sufrimos ataques, pérdidas humanas o materiales, salvo los hundimientos de los barcos petroleros Potrero del Llano y el Faja de Oro. Sin embargo aquellas guerras tuvieron lugar a miles de kilómetros de nuestras costas y nuestros Gobiernos actuaron con habilidad para apoyar moralmente al vecino del Norte, sin comprometer la seguridad de la población mexicana.
Lo que sucede ahora es ofensivo y el Gobierno mexicano debe manifestarlo al menos. En vez de opinar que la presencia de agentes extranjeros en el aeropuerto “no es significativa ni extraordinaria” el presidente Fox tendría que salir al frente del justo reclamo de los mexicanos ofendidos por la presencia en la capital mexicana de policías estadounidenses y por el trato que se brinda a nuestros viajeros cuando llegan a aquel país. Si Fox no conoce de leyes, alguien debería decirle al Presidente que los mexicanos esperamos una protesta diplomática, digna y enérgica en vez de afirmar que aquí no pasa nada, porque la verdad sí pasa. Y pasa algo muy gordo...