“México nunca será un país fascista. Lo salva la corrupción”.
Luis Buñuel
Parece que nos tendremos que ir acostumbrando porque el escándalo político está aquí para quedarse. Los hay grandes y pequeños, de fondo y superficiales, breves y duraderos, reales y fabricados. Cada uno tiene una naturaleza distinta. Pero su multiplicación ha sido una de las características distintivas de estos tiempos de democracia y apertura informativa.
Antes era muy raro que estos escándalos se ventilaran abiertamente. Y cuando ello ocurría era porque había una decisión desde la Presidencia de la República para permitirlo. Las acusaciones por corrupción en contra del ex secretario de Comunicaciones, Eugenio Méndez Docurro y del ex director general de Pemex, Jorge Díaz Serrano, independientemente de los méritos o desméritos de cada caso, se ventilaron públicamente porque desde Los Pinos se dio la luz verde.
Hoy ya nadie tiene el control sobre la sucesión de escándalos. Muchos grupos políticos tienen un interés abierto en desacreditar a sus enemigos los daños secundarios que puedan ocasionar en el camino. Los medios de comunicación, por otra parte, están enfrascados en una guerra abierta por obtener públicos e influencia al tiempo que muchos tienen intereses o ideologías que se traducen en campañas de ataques apenas disfrazadas de noticia.
Nadie puede hacer un recuento de todos los escándalos políticos que hemos vivido como país en los últimos tiempos. En este momento el escándalo que está más presente en la memoria de los ciudadanos es el del “Niño Verde” que pecó de ingenuo y cayó entrampado gracias a una cámara de video de corbata.
Está ahí también, por supuesto, el Pemexgate, importante no sólo por el monto del desvío que involucró y su propósito político y el escándalo de los Amigos de Fox, que fue de alguna manera la respuesta del viejo sistema a la denuncia del desvío de fondos de Pemex al PRI.
Otros escándalos recientes son el de Vamos México, el instrumento político de Marta Fox y el Nicogate, que demuestra que Andrés Manuel López Obrador no sólo tiene una honestidad valiente sino también una enorme generosidad para sus colaboradores más cercanos.
Quizá lo más inquietante de todos estos escándalos y de muchos más que por razones de espacio ya no puedo mencionar, es que conforme la sociedad se ha habituado a ellos ya ninguno parece tener consecuencias concretas. ¿Se acuerda usted del caso de la sobrina del canciller? Sí, la sobrina de Luis Ernesto Derbez que tiene un cargo de tiempo parcial en el consulado de México en Tucson en el cual recibe una remuneración de tiempo completo o ninguna paga, dependiendo de a quién se le pregunte.
El secretario Derbez simplemente dijo que así estaban bien las cosas y así se quedaron. Otros escándalos ayudaron a que pronto se perdiera de vista este ejemplo de nepotismo y, aparentemente, corrupción. Pero si examinamos la lista de los escándalos recientes nos daremos cuenta de que las consecuencias son siempre nulas o muy pequeñas. Carlos Flores, el embajador Colchones, tuvo que dejar la embajada de la OCDE mientras se llevaba a cabo una investigación, pero una vez sacrificado el chivo expiatorio no ha habido más información ni se ha explicado por qué la Oficialía Mayor de la Secretaría de Relaciones Exteriores aprobó los gastos excesivos del embajador.
Tanto el PRI como los partidos de la Alianza por el Cambio están pagando una multa por el Pemexgate y el escándalo de los Amigos de Fox, pero de ahí no ha pasado el problema. Vamos México sigue mezclando las esferas de lo público y lo privado en beneficio de la Primera Dama, Nico continuando recibiendo puntual su generosa quincena y Jorge Emilio González sigue al frente del Partido Verde. El que ahora podamos ver de manera habitual en los medios informativos, los escándalos de la clase política que durante tanto tiempo se mantuvieron ocultos es una señal positiva para nuestro país. Pero ante el creciente hartazgo frente a los escándalos y ante la falta de consecuencias de todos ellos, vale la pena preguntarnos si no nos estamos convirtiendo en un país de hipócritas.
Después de todo, si el único castigo que pueden generar los peores abusos de la clase política es una descalificación en los medios masivos de comunicación, que durará hasta que surja el siguiente escándalo, de poco habrá servido todo el esfuerzo para garantizar la apertura informativa del país.
Ley o Ética
Vale la pena señalar que Jorge Emilio González, el presidente del Partido Verde, no cometió un delito. El video que tanto ha circulado en los medios informativos simplemente sugiere que lo habría podido cometer en caso de que se le hubiera dado una oportunidad. Más que un problema legal, estamos ante un conflicto ético. Pero la ética debería ser el fundamento de la política.
Correo electrónico:
sergiosarmiento@todito.com