Además de las toneladas de acero, concreto y varilla, sus catorce metros de altura en su punto más elevado y las áreas verdes que equivalen a dos campos de futbol, el Distribuidor Vial Revolución se habrá de significar desde ahora por constituir un ejemplo de unidad y esfuerzo compartido entre el Gobierno del Estado de Coahuila, el ayuntamiento de Torreón, la iniciativa privada y el pueblo.
Porque de una forma u otra en mayor o menor grado todos ellos aportaron recursos, tiempo, trabajo y paciencia para lograr que se llegara el día en que nuestra ciudad pudiera contar con una obra de ingeniería urbanística a la altura de las expectativas ciudadanas, la que fue acariciada durante muchos años, a lo largo de los cuales esa parte de Torreón en donde hoy se ubica el Distribuidor Vial, por el deterioro en que se encontraba, constituía una verdadera vergüenza para los laguneros.
Por su parte, para el Gobierno del Estado y el Municipio de Torreón, la citada obra constituye a su vez una muestra palpable de que la ciudadanía no tiene porqué sufrir las consecuencias de las divergencias políticas e ideológicas que a veces se presentan entre autoridades que ostentan distinto origen partidista. Porque al fin de cuentas a unos y otros los eligió el pueblo para que lo gobiernen y esa voluntad popular debe estar por encima de todo.
En ese sentido, como bien se dijo en la ceremonia de inauguración, el Distribuidor Vial es una obra de “nosotros para nosotros”, en la que se conjunta el trabajo de pueblo y Gobierno para construir una obra emblemática que seguramente pasará a la historia como han pasado otras en las cuales se ha manifestado el espíritu emprendedor, incansable y empeñoso de los laguneros en su afán por hacer de Torreón y La Laguna la región más importante y moderna del norte del país.