La señora Delfina Flores Soto se emociona al observar el arribo de avionetas y helicópteros a La Guajolota, su lugar de origen. Tiene la esperanza de que alguno de los visitantes de esa apartada zona de la Sierra del Mezquital no sólo les lleve promesas de campaña.
?El hambre es canija, oiga?, dice Delfina, una indígena de 60 años que con ese interés espera paciente a ver cómo van llegando los invitados del candidato del PRI a la gubernatura del estado, Ismael Hernández Deras, para pedirles ?una ayuda de lo que sea su voluntad...?.
Dinero en efectivo, de preferencia billetes de 100, 50 ó 20 pesos es lo que pide. Ella forma parte del grupo de la tercera edad que se ha formado en su comunidad, al que pertenecen otros 220 indígenas de La Guajolota.
Una cantidad similar de niños acude a la pequeña escuela primaria que se distribuye en casas; otra cifra parecida de adolescentes va a la secundaria del pueblo. Los jóvenes en edad productiva ya abandonaron su lugar de origen. Emigraron a otras ciudades para tener más oportunidades de empleo. Ya no regresarán; ni siquiera para traer dinero a los suyos.
Son las diez de la mañana. Veinticinco minutos de camino de terracería hay de diferencia entre la pobreza de La Guajolota y la penuria de San Francisco de Ocotán. Las condiciones de marginalidad y hambre se repiten así en casi todas esas comunidades. Nadie les ha hecho justicia como lo prometen al solicitar el voto en aquellos rumbos.
A diferencia del resto de las regiones indígenas del Mezquital, en una parte de llanura de San Francisco se organiza desde temprano todo el ?mitote?, como le llaman los ?poblanos? a las fiestas.
Pero está por iniciar uno de esos jolgorios que poco les divierten, que más bien no entretienen a los nativos del lugar. Entre otras cosas habrá una ceremonia de entrega de la ?vara de mando? a un originario de ese municipio, pero ni así les conmueve el evento.
Las carencias de los indígenas de esa región las resume doña Delfina: ?Aquí la gente somos muy pobres; no hay trabajo, no hay comida, no hay dinero...?.
El resto de la explicación de esta mujer impacta: ?... Hay gente de aquí de La Guajolota que a veces no tienen nada qué comer...?
También hay los que ya se acostumbraron a almorzar como a las 12 del día y a comer como a las seis o siete de la tarde, para dar aunque sea dos comidas al día, en vez de tres, ?y eso... si acaso. Es que está canijo de veras...?.
Son las 12:00, es el mediodía. Los invitados especiales del candidato ya llegaron casi en su totalidad a la explanada preparada para el mitin de arranque de campaña de Ismael Hernández Deras.
Desde poco antes de comenzar el orden del día ya estaba doña Delfina en primera fila, como muchos otros indígenas, esperando a ver qué le regalaban. Se trataba de exámenes de la vista gratis, también de anteojos con graduación predeterminada. Se desilusionó un poco la señora al saberlo.
Unos cuantos asistentes visten el traje típico huichol; otros pocos la indumentaria tarahumara. El grueso de los indígenas del Mezquital prefiere vestir como mestizo.
La gran mayoría guarda silencio, no se motiva como lo hacen los políticos al entonar sus prolongados discursos.
Los nativos más bien escuchan sin hablar, pero sus rostros reflejan tedio, hambre.
?¡Acérquense a las sillas! Acomódense acá?, les da instrucciones Faustino, líder de una de las comunidades de la región. Sin embargo, parece que no lo oyen los que hacen el rol de foro.
Luego, el mensaje de Faustino se hace más claro: ?Ahorita se les van a entregar sus apoyos, los productos que les van a dar. Los choferes de las camionetas en las que vinieron traen una lista con sus nombres para poder organizar la entrega. Pero, ¡vénganse!?.
Las palabras clave: apoyos, camioneta, facilitaron las instrucciones de este coordinador empírico de logística. No obstante, ello provocó que desde abajo del templete le llamaran la atención los del equipo de avanzada de Ismael.
Corregido el error de evidenciar el acarreo y la entrega de ?apoyos? a los asistentes, Faustino opta por hablarles a los indígenas en el dialecto ?poblano?, para evitar otro regaño.
Se van acercando poco a poco, pero nadie hace el menor ruido; pocos platican. La mayoría de los nativos de la Sierra del Mezquital enmudecen. Esa característica se repite antes y durante el mitin. Como que su incredulidad ya se encuentra en fase avanzada.
Atentos, con cara de aburrimiento escuchan las palabras de los políticos que les llevan mensajes, a veces inentendibles, por las diferencias entre el castellano y el poblano.
Cuando todo acaba se nota más el cambio de ánimo entre los indígenas. Ahora sí se apresuran todos a buscar al chofer que maneja la camioneta en la que llegaron y en la que regresarán a sus comunidades de origen.
Es hora de saldar cuentas con el líder o con el que los convenció de ir. Es hora de regresar a su realidad, a ésa que no ha cambiado, a pesar de que transcurren los años y que han escuchado todo tipo de promesas.
La señora Delfina Flores se resigna a regresar a la pequeña choza en la que vive junto a su esposo y algunos de sus hijos que no han emigrado.
Para seguir comiendo en su casa, tendrán que continuar con la siembra de maíz, frijol, calabaza, en un diminuto espacio de tierra que está junto a la cabañita. ?Ya con un balde que hagamos de nixtamal, ya con eso podemos pasar un buen tiempito. Pero hay veces que no comemos nada?.