La pareja tlaxcalteca, el gobernador Alfonso Sánchez Anaya y su esposa la senadora María del Carmen Ramírez García se salió con la suya: Ella será candidata a sucederlo.
Así lo determinó ayer el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que ordenó al Instituto Electoral de Tlaxcala registrar la candidatura de la legisladora y eliminar la del diputado federal Gelacio Montiel.
Los Sánchez-Ramírez estaban listos para sacar provecho aun de decisiones adversas.
Habían conseguido ya que Montiel fuera el candidato sustituto. Ex colaborador y amigo cercano de Sánchez Anaya, el ahora fugaz candidato era notoriamente la alternativa de la pareja tlaxcalteca ante un eventual fracaso de la precandidatura de la senadora Ramírez y cuando se complicó su postulación, fue también la opción que amenguaría la frustración del proyecto de los Sánchez-Ramírez. Pero no dejaron ambos de pugnar por el proyecto dinástico, que ahora buscarán sacar avante.
El Partido de la Revolución Democrática, que hace seis años impulsó el triunfo de Sánchez Anaya, quedó ahora en una lamentable situación. Está obligado por la fuerza de la Ley a llevar adelante una candidatura de la que había renegado. Al reemplazar a Ramírez por Montiel generó una división que quizá no sea fácil contrarrestar, lo cual a su vez disminuirá sus posibilidades de victoria. Salvo, claro, que las capacidades de la pareja gobernante para influir decisivamente en la conducta de los votantes, probadas ya en procesos internos perredistas, se evidencien también en la elección constitucional del 14 de noviembre.
El PRD fabricó desde hace cuatro años la cuerda con que ahora se le sofoca. En 2000 permitió que la esposa del gobernador fuera candidata a senadora, postulada por un partido al que acababa de ingresar, lo mismo que su esposo. Desde ese momento era clara la inequidad favorable a la presidenta del DIF en las filas perredistas. Aunque obtuvo por ello la candidatura, no consiguió lo mismo con la senaduría. Perdió el cargo que disputaba: era la primera de la fórmula con que su nuevo partido aspiraba a ganar la mayoría y ésta fue para los candidatos del PRI. Y sólo por el mecanismo de consolación que la Constitución ofrece a la primera minoría logró la esposa del gobernador entrar al Senado.
Desde allí y al mismo tiempo desde su condición y función de esposa del gobernador, preparó su elección como candidata perredista a la gubernatura. Advertidos de esa pretensión, los dirigentes nacionales del partido reformaron el estatuto para prohibir la candidatura de parientes próximos a un gobernante al que buscaran sustituir.
El Instituto Federal Electoral rechazó esa enmienda, por considerarla lesiva a los derechos ciudadanos y su resolución fue confirmada por el Tribunal electoral federal.
Previamente se habían celebrado los comicios internos. La dirección nacional perredista, su órgano judicial, hubieran podido aplazar la elección interna hasta que se resolviera la cuestión ante las autoridades electorales o autorizar sólo bajo condición la participación de la senadora Ramírez. No lo hicieron; se efectuó la jornada el 18 de julio y de ella la esposa del gobernador emergió candidata a sucederlo. Eso no obstante, el PRD ensayó diversos caminos para disuadirla y cerrarle el paso. Uno de esos mecanismos fue la anulación de la elección por el órgano jurisdiccional interno, la Comisión Nacional de Garantías y Vigilancia. Esa decisión fue derrotada ayer por la senadora Ramírez en el Trife, que revocó la resolución de ese órgano de justicia interna y en cambio, confirmó la asignación de la constancia de mayoría a la senadora Ramírez García, que en efecto la obtuvo sobre sus contendientes, quienes acudieron en queja a la Comisión a la que el Tribunal ha rectificado. De los sesenta y ocho mil votos depositados en total en el proceso interno, la esposa del gobernador obtuvo el cuarenta por ciento, dejando el sesenta restante a cuatro precandidatos. Tres de ellos, no Montiel, atribuyeron esa desproporción al apoyo político y material que el Gobierno del estado prodigó a su candidata.
Entusiasmada por su victoria legal consumada ayer, la senadora Ramírez García invitó de inmediato a toda ciudadana y ciudadano a seguir su ejemplo. Sin duda el proceso del que emergió triunfante será alentador para muchas personas, entre ellas la esposa del presidente Fox. Una de las razones por las cuales el congreso del PRD estipuló la prohibición de propiciar sucesiones gubernamentales dinásticas era precisamente la necesidad de ser congruente. Si a ese partido, como a muchas personas y grupos, le parecía objetable la aspiración de la señora Marta Sahagún de Fox, porque no es democrático que del palacio de Gobierno salga una candidata que vuelva a ese palacio como gobernante, lo menos que se le podía exigir era que evitara en su propio ámbito la concreción de una pretensión semejante.
No lo consiguió, porque pudo más la decisión de la pareja Sánchez-Ramírez que las convicciones de un partido y su necesidad de congruencia. En el lapso en que se intentó sustituirla mostró la senadora Ramírez su decisión de reemplazar a su esposo. Realizó mítines al margen de su partido y con recursos cuya procedencia no tiene que explicar pero que quizá tampoco es necesario que explique, por obvios, emprendió una vasta campaña, bajo el lema “Las razones de mi candidatura: Con los votos y la Ley a mi favor”. Hoy la Ley está de su parte. Veremos si los votos también.