Se han dicho tantas cosas. Que si los encargados de la seguridad del Presidente tenían instrucciones de no impedir que la muchedumbre se arracimara en el convoy donde se retiraba el Presidente. Que si los guardias encargados de su seguridad fueron rebasados por una multitud hostil. Que si los manifestantes tenían línea para actuar pateando y golpeando.
En ocasión anterior, cuando un numeroso grupo de braceros irrumpió en la casa donde habita la señora madre de Fox, nadie esperaba un suceso tan calamitoso, ni nadie supo cómo contener a los invasores que se colaron hasta la cocina de doña Mercedes. En ambos casos el Estado Mayor Presidencial actuó con gran serenidad, tanta que pareció no medir la circunstancia de que alguien de la familia presidencial pudiera resultar lastimado.
La primera hipótesis tendría la intención de levantar la compasión colectiva a favor del Presidente pues la simpatía popular, por lo común, suele inclinarse a favor de quien sufre un ataque injusto. En cuanto a que los rijosos lograron burlar el cerco de seguridad del EMP es obvio que tal versión no coincide con la preparación que debe tener este cuerpo de élite del Ejército mexicano. Si así fuera era la hora en que sus integrantes estuvieran barriendo y trapeando pisos en el cuartel más próximo. En vez de ello, el propio presidente Vicente Fox los releva de toda culpa acentuando que el Estado Mayor Presidencial tuvo una actitud correcta, precisa y prudente, añadiendo, que no cometió ningún error.
Da la impresión de que se les justifica porque al dejarse rebasar, -estoy teorizando-, sólo estaban cumpliendo órdenes. Ojalá haya sido así.
Bueno, digo lo que me parece en cuanto a qué originó la zacapela. Si estoy errado deberíamos empezar a preocuparnos. Un Presidente custodiado que puede ser rodeado por una turbamulta, sin que nadie sea capaz de impedirlo, no es un buen augurio para lo que resta del sexenio. A mayor razón si hay fuerzas obscuras que pretenden hacerle daño al país. El anuncio, posterior al incidente, de que nada puede alejar al Presidente de su roce con el pueblo, debe ponernos a temblar, de ser cierto que el zipizape tuvo una generación espontánea. Los voceros de la Presidencia tachan de ocasional la bronca con el pretendido afán de darle veracidad restándole importancia al hecho.
Es una secuela que sigue un guión, a saber: déjalos pasar, vigilen que no traigan artillería pesada, deténganlos en cuanto lo que hagan justifique la fuerza que emplearemos. En efecto, un fuerte empellón, un codazo en la cara, un rodillazo en las partes blandas, pone fin a cualquier algarada, de las que hemos conocido hasta ahora. Diré como antaño pregonaban los merolicos, parados en cualquier banqueta del vecindario: que no le cuenten, que no le digan...
En otro orden de cosas, pero dentro del mismo tema, no estoy de acuerdo en que, como acusa el dirigente nacional del PAN, Luis Felipe Bravo Mena, la tunda que sufrió el convoy donde iba el presidente Vicente Fox, a manos de maestros y burócratas, haya sido orquestada por el Partido de la Revolución Democrática, PRD, como una estrategia para desbarrancar la transición democrática en México. La aseveración parece un tremendo disparate, impropio de un líder nacional. El silogismo bravomenista parte de la base de que la maniobra dirigida a violentar el orden público se asemeja a lo que hicieron los perredistas en días pasados cuando asaltaron la tribuna de la Cámara de Diputados y entraron al Congreso de la Unión.
Las premisas serían que si el PRD actúa saliéndose de los cauces legales y los truhanes en Ciudad Juárez hicieron igual, ergo, son los mismos. La conclusión de que el PRD es el artífice de la agresión me parece asaz reprobable. Uno como espectador esperaría más seriedad en un dirigente de un partido político nacional. En fin, esperemos confiados en que los hechos de vehemencia apasionada no se repitan en el futuro. Valdría recordar que quien juega con fuego, corre peligro de quemarse.