¿Cómo somos los mexicanos? ¿qué pensamos? ¿qué creemos? Si quiere saber y confundirse, basta leer una encuesta masiva (hecha en 80 países) y profusa (302 preguntas) que empieza a circular en forma de libro llamada Human Beliefs and Values (Valores Humanos y Creencias) donde, por decirlo de alguna manera, nos desnudan y hacen sentir incómodos. ¿Por qué? Vea.
La mayoría de los mexicanos (59 por ciento) dice que las empresas deben ser privadas, no de Gobierno, pero la mayoría también (54 por ciento) tienen más confianza en el Gobierno que en las empresas. Los mexicanos (60 por ciento) piensan que la competencia es buena, por lo cual favorecen (59 por ciento de nuevo) una economía de libre mercado. Sin embargo, el 72 por ciento de los mexicanos cree que el país está controlado por unos cuantos intereses que sólo están pensando en ellos mismos. ¿Por fin? ¿Queremos o no al sector privado? Esta dinámica se reproduce en otros sectores.
Aunque seis de cada diez mexicanos no están satisfechos con la democracia, el 80 por ciento afirma que el mejor sistema político es uno democrático. Pero, entran las contradicciones, la mitad quisiera un líder fuerte, aun si esto significara que no le haga caso al Congreso (que es uno de sus dos contrapesos), ni a las elecciones (de donde se supone que surge). Es decir, se pronuncia el 50 por ciento por un líder autoritario, que nada tiene que ver con uno demócrata. No deja de llamar la atención que aunque para el 32 por ciento lo importante no es el orden, el 76 por ciento afirma tener respeto a la autoridad.
La pregunta, con esa dinámica, es ¿a cuál autoridad? Los dados aportan la respuesta: El 63 por ciento piense mal del Presidente y el 35 por ciento diga que no viviría mal bajo un régimen militar, un sector que goza del favor de más de seis de cada diez mexicanos, sólo debajo de la confianza que se tiene en la iglesia, que ha ido subiendo conforme avanzan los años hasta colocarse en la última muestra, tomada entre 1999 y 2000, en 82 por ciento de las preferencias.
Bien para ellos, mal para el resto de las instituciones políticas, que salen arrasadas en la encuesta nacional. Del Congreso, 77 por ciento piensa mal (y todavía no se daba la campaña de propaganda en su contra que ha llevado a cabo por más de tres años el presidente Vicente Fox); de los partidos políticos, qué se podría esperar, también (75 por ciento los repudia); y los políticos (70 por ciento) tampoco se quedaron atrás en el rechazo. Al final de cuentas, está claro el descrédito de la sociedad política y proyecta la apatía hacia futuras elecciones. Un dato apoya la afirmación: sólo el 34 por ciento declara estar interesado en la política que es, por cierto, uno de los más bajos en la escalera de las 80 naciones.
El ambicioso estudio, del cual apenas está apareciendo el libro en su versión en inglés, deja varias lecciones que tendrían que estar observando, por ejemplo, las huestes del precandidato del PRD a la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador, particularmente al pensar que las movilizaciones y las presiones les van a redituar resultados electorales.
Primero, los mexicanos se declaran alejados de su proyecto político de nación, pues el 51 por ciento dice ser de ideología de derecha, mientras que apenas el 16 por ciento se reconoce en la izquierda y un sorprendente 33 por ciento dice estar en el centro, que es el punto en la geometría política internacional donde se están situando todos los países que aspiran a la democracia. ¿Conservadores? Por supuesto, aunque sólo el 26 por ciento se declara bajo esa clasificación. Pero al venirse desagregando la encuesta se demuestra que, en efecto, los mexicanos hablan mucho pero actúan poco, o más bien, poquísimo.
Una batería de preguntas refuerza el conservadurismo de la sociedad mexicana:
*¿Firmarían un desplegado político? No hay problema, pudieron haber pensado: los mexicanos se encuentran en el tercio más alto de los países que respondieron sí.
*¿Se sumarían a un boicot? Aquí empiezan los problemas existenciales y políticos. No, de ninguna manera. Los mexicanos se encuentran en el tercio más bajo de los 80 países que contestaron afirmativamente.
*¿Participaría en marchas ilegales? Otra vez, para nada. Los mexicanos son el antepenúltimo país que asistiría a esa convocatoria.
*Y qué tal, con ¡tomar edificios o fábricas? Mucho menos. Con los mexicanos, no cuenten.
*En otra pregunta que se puede incorporar a este tema, el 53 por ciento dijeron que lo más importante que ven en sus vidas es el alto crecimiento económico, mientras que apenas el ocho por ciento dijo que lo que más aspira es el embellecimiento de sus ciudades. Cuando se levantó esta muestra, vale la pena recordarlo por si acaso, aún no se iniciaban las obras viales de López Obrador en la capital mexicana que, junto a sus políticas sociales populistas, tienen al Distrito Federal con una deuda de más de 40 mil millones de pesos. Es decir, las variables son exactamente las contrarias del sentir de la mayoría de los mexicanos.
Por si fuera poco, el 84 por ciento asegura estar contra el cambio radical, y cinco de cada diez respondieron que su alternativa sería por el camino de las reformas. Es decir, quiebres sociales o rupturas institucionales, están fuera del radar de su vida próxima. ¿Qué está en el radar? La familia, pero no la sociedad. Sólo el 15 por ciento empuja hacia una sociedad menos impersonal. Visto de otra manera, el 85 por ciento de los mexicanos siguen añorando el individualismo, reproduciendo sin darse cuenta de la contradicción, la crítica que hacen a los “grandes intereses” que gobiernan el país salvaguardando sólo los suyos.
Qué país. Todavía no sabemos para dónde vamos. El 41 por ciento afirma que las ideas nuevas son mejores que las viejas, pero el 35 por ciento sostiene lo contrario, las viejas son mejores de las nuevas. En suma, se podría aplicar en México lo que escribió Alexis de Tocqueville hace más de 200 años sobre Estados Unidos: hay una sociedad que quiere nacer y una que se niega a morir. Esta es nuestra encrucijada, la de los mexicanos del Siglo XXI.