Las multimillonarias recompensas por información sobre narcos mexicanos suenan atractivas para muchos, pero en el largo plazo, introducirán más violencia en el territorio nacional ¿Se habrá puesto a pensar el Gobierno mexicano en el escenario al cual nos llevan desde Estados Unidos? Por supuesto que no.
La recompensa de cinco millones de dólares que ofreció el Gobierno de Estados Unidos por cualquier información que les permita capturar al capo del narcotráfico Joaquín ?El Chapo? Guzmán, no es nada despreciable. Con esa suma, que es equivalente a unos 56 millones y medio de pesos, se podrían comprar más de 80 casas de dos recámaras en una zona popular de la ciudad de México, o adquirir 565 automóviles compactos, o vivir 100 mil años con un salario mínimo al día. Antes que ?El Chapo?, ha ofrecido similares recompensas por información sobre José ?El Azul? Esparragosa y los hermanos Javier y Eduardo Arellano Félix, en un intento claro de provocar una traición de uno de los suyos ante tan suculenta suma de dólares.
No se podría decir que el Gobierno de Estados Unidos esté desesperado por tan voluminosas recompensas. Lo que sí puede presuponerse es que no le encuentran la cuadratura al círculo para combatir el narcotráfico, toda vez que, pese a los esfuerzos que Washington mismo reconoce en otros países, no logran frenar su arribo masivo a esa nación. Y si uno ve las múltiples posibilidades de introducción de droga a Estados Unidos, puede entender las razones de su alarma.
De acuerdo con información de la Agencia para la Lucha contra las Drogas, conocida por su acrónimo DEA, el mercado de las drogas ilegales en Estados Unidos es uno de los que más dinero dejan en el mundo, por lo que atrae a los narcotraficantes más duros, agresivos y sofisticados, que suelen burlar de manera frecuente sus fronteras por donde cada año entran 60 millones de personas, de las cuales 675 mil lo hacen por aire, seis millones por mar y 370 millones por tierra, con 116 millones de vehículos circulando a por México y Canadá. Adicionalmente, más de 90 barcos mercantes y de pasajeros atracan en sus puertos, llevando sobre nueve millones de contenedores y 400 millones de toneladas de cargamento, mientras que otros 157 mil barcos más pequeños o yates, visitan sus costas anualmente.
Según la DEA, hay organizaciones que contrabandean cocaína y heroína a Estados Unidos a través de una variedad de rutas, y por el Caribe. También tienen detectados a sindicatos de narcotraficantes israelíes y rusos, junto a otros cárteles europeos, que están transportando en volúmenes crecientemente alarmantes una droga de nombre interminable, metilenedioxymetanfetamina, que se conoce en las calles como ?Éxtasis?, utilizando correos o paqueterías en rutas aéreas comerciales desde Europa. Las drogas sintéticas son de enorme preocupación para los estadounidenses porque han venido inundando las zonas agrícolas y ganaderas del centro de la nación, donde se han topado con que también hay organizaciones mexicanas que están compitiendo por el mercado de las metanfetaminas.
Los mexicanos, visto el catálogo del narcotráfico de la DEA, son bastante versátiles. Como los cárteles asiáticos y sudamericanos, envían cocaína y heroína, pero compiten con los europeos con las drogas sintéticas, y son los reyes de la marihuana. Hoy en día los cárteles mexicanos tienen inundados los mercados de la costa del Pacífico y el centro del país, y están intentando expandir la distribución de cocaína y drogas sintéticas a los mercados de la costa del Atlántico, que dominaban los colombianos, los jamaiquinos y los europeos. Los narcotraficantes mexicanos son agresivos y sus planes de expansión, con una larga frontera de tres mil 200 kilómetros, altamente porosa, es de su mayor atención.
De acuerdo con la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, durante el año 2002 entraron por los 25 puentes fronterizos oficiales 193 millones 181 mil 314 personas, 86 millones 273 mil 114 automóviles, cuatro millones 412 mil 599 camiones y 601 mil 71 vagones de ferrocarril. La DEA considera que el narcotráfico a través de México ha tenido un impacto ?tremendo? en Estados Unidos, puesto que, asegura, todas las principales drogas ilícitas en ese país son producidas o transportadas a través de México, sin contar que el 70 por ciento de la cocaína que viaja de Sudamérica a Estados Unidos transita por el corredor México-Centroamérica.
Aunque la DEA elogia los que ha hecho el Gobierno mexicano para combatir el narcotráfico, subraya, en la lógica estadounidense, las debilidades del Estado mexicano. Es decir, asegura la DEA, los cárteles de la droga han hecho un esfuerzo concertado para corromper e intimidar a funcionarios, policías y jueces, haciendo de la corrupción ?un problema institucional serio?, colocando a los cárteles mexicanos como ?una seria amenaza para los Estados Unidos?. Esta aseveración rebasa el nivel de la retórica.
El hecho mismo que estén ofreciendo recompensas por narcotraficantes mexicanos que radican en México sugiere una muy sutil intervención en la vida pública de los mexicanos y un traslape sobre lo que están haciendo las autoridades mexicanas. Nunca se les ha puesto un alto porque se piensa que una vez que se tiene la información, se le proporcionará a las autoridades mexicanas para que actúen y detengan a los buscados. Pero si se observa la forma como se expresan de autoridades, policías y jueces, ¿en dónde establecerán los límites? En el pasado se ha visto como los desbordaron enviando a secuestrar a mexicanos en territorio mexicano. Hay caza-recompensas estadounidenses que operan en este país sin muchos obstáculos y en varias operaciones realizadas en la frontera norte se sospecha que han participado activamente agentes de esa nación, lo cual está oficialmente prohibido.
Los límites están desbordados hace tiempo, y lo que provocan las jugosas recompensas estadounidenses no se quedará en la esperada traición de los lugartenientes o gatilleros de los capos del narco. Las delaciones provocan fenómenos similares a la lucha por territorios: ajusticiamientos, venganzas, sangre regada por todo el país y víctimas que no tenían absolutamente nada que ver con el negocio. Todo esto no se da en Los Ángeles, Chicago, Miami, Nueva York o Washington, sino en las ciudades mexicanas de cuya violencia está inoculado Estados Unidos. La tensión no se da allá, sino aquí; la vida tampoco se juega en aquella nación sino en ésta. ¿Se habrá puesto a pensar el Gobierno mexicano en el escenario al cual nos llevan desde Estados Unidos? Por supuesto que no. Hace ya casi dos décadas que la política del combate al narcotráfico no se diseña en la ciudad de México, sino en Washington.
r_rivapalacio@yahoo.com