Si hay una palabra que defina 2004, ésta debe ser enfrentamiento. Durante el año los mexicanos fuimos testigos de cómo los políticos se peleaban con todos los recursos que tenían en sus manos para obtener beneficios partidistas, dejando a un lado el compromiso con la nación.
Con el reclamo de los legisladores a la Suprema Corte de Justicia por suspender parte del Presupuesto de Egresos aprobado para 2005, los ciudadanos presenciamos un nuevo conflicto. Los deseos de paz y armonía propios del mes de diciembre han sido olvidados por la clase política.
El año que finaliza no será recordado por los mexicanos con agrado. Es cierto que no se presentó ninguna crisis económica como la de 1994, el poder adquisitivo no se recupera pero de cierta manera hay estabilidad en el país. Ningún grupo guerrillero ha cortado de tajo la paz y tranquilidad, pero en contraparte la apatía y el desgano ganan terreno en la población.
Los jóvenes, agentes de cambio, están decepcionados de la política. Después del año 2000 donde acudieron a las urnas para elegir a Vicente Fox como presidente, poco confían en las opciones que se barajan para 2006. Lo más triste es que no buscan la mejor opción para la silla presidencial, sino la “menos peor”.
En la actualidad los políticos ya ni siquiera respetan los colores de su partido. En el PRI, Roberto Madrazo está enfrentado a un grupo de gobernadores que desean ser candidatos. En el PAN, Felipe Calderón Hinojosa está en franca pelea con Santiago Creel y del PRD basta con recordar que de origen, está imposibilitado a caminar en términos de unidad, por la gran variedad de grupos y facciones que lo componen.
Con tribunas tomadas, videoescándalos y reformas sin discutir, poco habrá que recordar con alegría de la vida política. El año se va como inició, con enfrentamientos que poco ayudan al país para alcanzar el desarrollo y que sólo exhiben la pobreza de nuestros representantes para incorporar en la agenda el debate de las ideas.