El canciller mexicano, Luis Ernesto Derbez, tiene hoy una tarea titánica que sacar adelante. Le envía una nota al Gobierno de Cuba para pedirle el restablecimiento del diálogo diplomático y que los asuntos no se ventilen más, a través de los medios de comunicación.
Nada más difícil. Al margen de los eufemismos tan socorridos en el mundo de la diplomacia, entre los gobiernos de México y Cuba existe en los hechos una ruptura política y diplomática.
Luego del tristemente célebre “comes y te vas” con el que se coronó aquella Cumbre de las Américas, los momentos en la relación bilateral se pueden medir en base a golpes bajos y descalificaciones.
Derbez intenta hoy dar la vuelta de rueca que elimine como referente aquel voto en la ONU condenando la violación a los derechos humanos en la Isla; habría que borrar la voz de Fidel cuando acusa al Gobierno Federal mexicano de ser una mafia al servicio de los Estados Unidos.
Para reestablecer el diálogo diplomático, se tendría también que minimizar la acusación de que la administración foxista es mentirosa, prepotente y media docena más de adjetivos calificativos que sólo pueden encender los ánimos de confrontación.
En este río revuelto de eufemismos con los cuales se pretende matizar la peor crisis en la historia de la relación bilateral, el presidente Fox asegura que su Gobierno defiende la soberanía y la dignidad del país con independencia y en cualquier lugar del mundo.
Sólo queda rescatar la visión del hasta ayer embajador de Cuba en México, Jorge Bolaños, quien sentencia que serán los pueblos de ambos países los que tendrán que hacer el balance definitivo de este episodio en la vida de dos naciones, históricamente solidarias y fraternales, pero con gobiernos confrontados.
