15 de junio de 2004
Oporto (Portugal), (EFE).- En el Estadio del Dragón se vivieron hoy dos fiestas, la del futbol y la de las gradas, en donde unos 50.000 aficionados, alemanes y holandeses, compartieron en protagonismo con los jugadores en el campo.
Aunque el color naranja de los holandeses dominaba, los gritos de apoyó de los alemanes no se quedaron atrás, especialmente después de ponerse por delante en el marcador.
La fiesta de los aficionados comenzó un par de horas antes del inicio del encuentro, porque desde que se abrieron las puertas del estadio y las sillas azules del Dragón fueron transformándose mayoritariamente en naranja, los más de 50.000 hinchas no dejaron de celebrar.
La recompensa a las más de tres horas de espera llegó con la entrada de los jugadores en el campo, que se tradujo en un ensordecedor griterío para dar paso después a unos minutos de solemnidad con los sones de los himnos nacionales de los respectivos países.
Con el inicio del juego los aficionados holandeses tomaron la batuta y, aunque los germanos no dejaron de animar, la abrumadora mayoría de los incansables hinchas naranjas no permitía oír sus voces.
Pero las cosas cambiaron cuando Alemania se puso delante en el marcador, a poco más de media hora de juego.
El gol anotado por Frings pareció terminar con las pilas de los ruidosos hinchas de la "naranja mecánica", que se vinieron abajo.
Mientras que la afición alemana recargó energía.