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Federico Reyes Heroles

A Mauricio Ashar, quien con

su enorme corazón era capaz

de mirar muy lejos.

¿Qué quieren? ¿Cómo se imaginan al país que habitarán sus hijos? Quiero pensar que tienen familia, descendencia y que de vez en vez, se ven proyectados en ella y que quizá, por un instante, se cuestionarán sobre el futuro. Entendemos que sus nobles ocupaciones no les dejan tiempo para la reflexión de largo plazo, pero resulta que en sus manos está el instrumento más poderoso para construir un país: la producción de las leyes. Allí los tenemos, de nuevo frente a la nación, pasándose la pelota de una Cámara a otra, discutiendo caprichos y asuntos que en perspectiva resultan muy menores. Le pelean al presidente su intención de un déficit de una décima menor, pero ni el Ejecutivo ni ellos asumen que el asunto de pensiones podría implicar por lo menos cuatro puntos más que no están considerando. Nuestro déficit real, si tomamos en cuenta las pensiones y PIDREREGAS, podría andar en alrededor de cinco por ciento del PIB. Incluir todo fue un reclamo del PAN en el primer ejercicio presupuestal pero, por lo visto, ya se les olvido. Claro los que vengan que aren.

Los mil millones de la interminable discusión son una migaja frente a lo que necesitamos. El Alzheimer nacional es muy grave. ¿No estuvimos durante casi un año siguiendo el inédito ejercicio de la Conago, no acaso por primera ocasión en nuestra historia reciente se arribaron a una serie de acuerdos aprobados por los responsables directos de los Gobiernos estatales, los señores gobernadores? ¿Dónde quedó todo ese trabajo? ¿Dónde la discusión sobre las reformas de fondo, la laboral, la de seguridad, la de telecomunicaciones, la del sector energético y, por supuesto, la fiscal de fondo? Nada, simplemente desaparecieron de la agenda. Ah, eso sí, a última hora se les ocurre un impuesto al inventario que gravaría a las empresas con un monto cercano a los 40 mil millones de pesos. Por supuesto, con el profesionalismo que los caracteriza, ni siquiera tuvieron tiempo de consultar al sector empresarial, que ya mide las consecuencias de la nueva sangría. ¿Amparos masivos, puede ser? ¿Alguna otra ocurrencia?

Se modificó el Artículo 74 constitucional precisamente para que los señores legisladores tuvieran más tiempo y discutieran con sensatez una verdadera reforma que ampliase la base fiscal y fortaleciera la recaudación. En Conago, la cúpula política del país discutió largos meses. Pero aquí estamos de nuevo a horas de que venza el plazo, observando cómo brincan miles de millones de pesos de un programa a otro: “Oportunidades” sale recortado y Enciclomedia también, pero ciencia y tecnología no reciben más y no queda claro en qué se aplicarán los excedentes petroleros. Genial. Porque mientras ellos son incapaces de fijar acuerdos fiscales que de verdad provoquen mayor crecimiento, mayor equidad y justicia, nuestra economía de nuevo se vuelve más dependiente del petróleo. Ya nos ocurrió, ya sufrimos las consecuencias, no hay novedad, pero claro los señores legisladores del 2004 nada tienen que ver con sus antecesores en este acto de miopía.

Así mientras los señores legisladores discuten sus ocurrencias Nora Lustig, experta en desarrollo, nos hace saber que a pesar de que la economía cuenta con los recursos, México incumplirá con las metas de salud planteadas por Naciones Unidas. No se invierte lo suficiente, se invierte mal, de manera inequitativa. Si invirtiéramos diez por ciento más en salud se abatirían la mortalidad materna e infantil y la cosecha en salud también repercutiría en la propia economía. Pero no, aquí los señores legisladores tienen sus propias verdades, siempre de última hora, y están en la mejor disposición de seguir con un esquema fiscal que no atrapa a la mitad de los causantes potenciales, que permite exenciones a clientelas y grupos poderosos. Legislaturas entran y salen invocando cualquier cantidad de fantasmas en sus miopes negociaciones que se plasman en los horrores de nuestro país.

Un ejemplo tan sólo. El INEGI dio a conocer esta semana un dato aterrador. En los últimos cinco años los costos económicos por degradación ambiental y agotamiento de recursos naturales representan una cifra de 10.5 por ciento del total de la riqueza nacional. O sea que cada año perderíamos poco más del dos por ciento. Se trata de un apasionante estudio pionero que busca cuantificar el impacto económico del deterioro ambiental y la pérdida de recursos naturales. Se encamina a lo inevitable del largo plazo: a la responsabilidad ecológica global, al desarrollo sustentable. Si quisiéramos de verdad llegar a tiempo a esta cita, valdría la pena que comenzáramos a tomar las previsiones del caso. Pero ya saben, aquí estamos muy entretenidos con averiguar las verdaderas intenciones del compló y mantener en alto la memoria del ilustre Bejarano y compañía o en impulsar los casinos.

Así por ejemplo se entiende que los legisladores no tengan tiempo para asombrarse de que en México se pierda alrededor del uno por ciento de nuestra riqueza forestal al año, más o menos diez millones de árboles. Qué dieran muchas naciones por tener tan sólo una parcialidad de esos recursos. Pero en México somos incapaces de contener a los taladores clandestinos que circulan su mercancía nada menos que por nuestras carreteras. Miles de toneladas con el brutal costo en degradación de tierras, pérdida de suelo y bosques que mueren sin poderse recuperar. Ni siquiera una verdadera y eficiente policía forestal tenemos. La lista de pérdidas es terrible: 1.3 millones de metros cúbicos al año de hidrocarburos; 762 mil toneladas de suelos erosionados anualmente; 147 millones de toneladas de contaminantes arrojadas a la atmósfera cada año; 21 mil 608 millones de metros cúbicos al año de agua contaminada y un total de 59 mil 850 millones de dólares por pérdidas en agotamiento de recursos en una década.

Menos inversión en salud, menos en ciencia y tecnología, menos en programas asistenciales exitosos, cancelación de la propuesta de Enciclomedia para llevar a los estudiantes mexicanos a la vía interactiva, cero pasos en infraestructura energética, cero pasos en la generalización impositiva o en la reducción de las exenciones. Nada nuevo en seguridad. Que pensarán los señores legisladores, del partido que sean, cuando llegan a sus casas. Por este camino ni sus hijos ni sus nietos verán un país más próspero, más justo, más seguro. De poco valdrá echarle la culpa a Vicente Fox, de nada servirá enlistar las torpezas de su Gobierno. Sus actuales rencillas se mirarán como lo que son: mezquindades. El daño estará hecho. El país habrá mermado brutalmente sus recursos, habrá más pobres, muchos más compatriotas se encontrarán del otro lado, la desigualdad interna habrá aumentado, la inseguridad habrá lacerado más familias. Quien sabe qué partido esté en el poder, poco importa. Pero en la factura de nuestras vergüenzas su miopía ocupará un lugar preponderante. Felicidades por un logro tan meritorio.

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