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Falacias de la moral

Federico Reyes Heroles

Con un fuerte abrazo

para Cristina Barrios,

digna embajadora

de España

contra la evidencia, por si pasa.- Es falso. Es un fotomontaje, fue la reacción de entrada. Lo curioso es que esa hipótesis, la falsedad de la evidencia casi nunca funciona: de Montesinos a Lady Di. Lo normal sería aceptar los hechos y dudar de los sospechosos. Pero no, el engañado ahora se pretende engañador. Imaginemos a López Obrador diciendo: “Lo que hemos visto nos indigna. Soy el primer ofendido, exijo explicaciones”. Otro gallo hubiera cantado. La primera evasión consiste en pelear contra los hechos, o será una mascarada. Dudar de uno mismo —haber sido engañado, si de verdad lo fue— siempre será lo más difícil.

Puede ser cierto, pero la traen contra mí.- Fantástica. En esta tesis la ilegalidad se sume ante la intención. Así fueron los dichos de Clinton frente al caso Lewinsky, de Salinas contra Zedillo, de López Obrador contra todos. Complots, intrigas, campañas orquestadas de desprestigio cualquier invento para escudar a la ilegalidad. Soy tan importante que mi causa provoca recelos. Ahora, de que estaba ilegal, pues sí estaba, pero eso es secundario. Hay aquí un problema de soberbia: creen que la intención aviesa contra ellos —el ombligo del mundo en ese momento— justifica sus devaneos con la ilegalidad. Por cierto las campañas orquestadas, las intrigas e incluso los “complots”, si se hacen dentro de la Ley, son válidos. Quien se mete a la lucha libre que no se queje de las zancadillas. Lo que el derecho penal sanciona es incurrir en la ilegalidad para demostrar la ilegalidad, que por cierto no ha sido el caso. Invocar la maldad de los otros es actitud de niños.

Ideologías contra legalidad.- Es la derecha clama López Obrador. Es la izquierda decían los generales en el Cono Sur. Es la reacción decían los defensores del fraude patriótico. Con la legalidad siempre y cuando esté de mi lado “ideológico”, allí está el garlito. Equivale a decir hay ideologías (la mía) que tienen el derecho de incurrir en la ilegalidad: Imaz afirmando que fue una “cooperacha” para luchar contra los mapaches. La misma tesis de los sandinistas para justificar sus trapacerías incluida “La Piñata”. Igualita a la de los priistas que sentían que la Revolución lo justificaba todo o la de Castro para perpetuarse como dictador. Hoy la tesis es: la izquierda, por ser justiciera, puede ser ratera, ¡genial! También se da en la derecha. Los “Amigos de Fox” tuvieron sus razones para pisotear la Ley. En este proto-estado de derecho la ideología justifica todo.

Antes era igual, pero no los filmaron.- El argumento resbala en un relativismo de locura. Se pierde además el sentido de lo grotesco. Como antes era igual, da igual. Si toleraron la corrupción priista, ¿por que se encienden con la nuestra? Aquí el atrapado busca la complicidad del ciudadano. Tú fuiste parte del asunto ¿por qué el escándalo? Todos fuimos corruptos, conscientes o inconscientes, ¿por qué no seguirle?

Hay que ponerlo en perspectiva.- Para robo el Fobaproa, eso si fue “lana” en serio, dicen. Se vale robar pero poquito, siendo que poquito queda a juicio de cada quién. Pregunta: ¿Y si les hubiera tocado estar en lo de Fobaproa, hubieran robado pero nada más poquito? La tesis educada: se vale robar, pero no descararse. Los del Fobaproa eran ricos robando, eso sí no. En cambio ahora fueron militantes de izquierda, es decir, por definición no ricos. ¿Será? Eso hace la diferencia ¿o no? Todavía hay clases sociales, incluso frente al hurto. Una joya.- “Debo admitir que cometí el error de relacionar lo personal con lo político, de creer que ya no estábamos en el medioevo y que militaba en un partido de izquierda...” Rosario Robles. O sea que en un partido de izquierda lo público y lo privado sí se pueden mezclar. Como ahora se exige la separación entre lo público y lo privado, luego estamos en el medioevo. El desfile de argumentos o pseudoargumentos ha sido patético. Es muestra de una contrahechura, de una deformación ética, de una confusión brutal. Lorena Villavicencio reaccionó bien simplemente al afirmar ya nos tocó, (al PRD) que se castigue a los responsables. López Obrador ha estado particularmente impertinente. Primero fingir demencia, después invocar a todos los demonios para evadir su responsabilidad. Súmese a ello la pifia de sus “pruebas” del complot. Qué nos dice con el mitin: sí hay corrupción, ¿y qué? Las masas me apoyan. Las preguntas a responder son muy concretas: ¿Hubo actos de corrupción, tráfico de influencias, compra de campañas, venta de puestos, beneficios a empresarios, si o no? Todo lo demás es trapacería moral.

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El horror tocó a España. A la interminable locura de ETA se sumó quedar en el centro de la venganza de Al Qaeda. Las tesis contrafactuales son inútiles pero interesantes. ¿Hubieran sido distintas las cosas si Aznar no hubiese acompañado a Bush en su obsesión, en su delirio persecutorio? Para España sin duda. Para el mundo quizás. Pero la ambición de Aznar de codearse con el imperio y pretenderse factor decisivo lo ensoberbecieron. La victoria del PSOE, por desgracia, no doblega el ánimo de venganza de los fundamentalistas. A la violencia ciega del 11 de septiembre correspondieron dos guerras igual de bárbaras. Dos países han sido invadidos: Afganistán e Irak. Muchas naciones, grupos con identidad política propia, han sido heridas. La religión más extendida del orbe se siente amenazada. Naciones Unidas y en particular su Consejo de Seguridad fueron pisoteados. Todo por un afán reeleccionista de Bush que hoy John Forbes Kerry pone en entredicho. El costo para el mundo es incalculable. A la injusticia se respondió con injusticia a la sangre con sangre. La civilización es justamente lo contrario, el control de los impulsos, la generación de instancias intermedias, el fin o arrinconamiento de la acción directa. Los pronósticos se están cumpliendo paso a paso: una guerra rápida seguida de un pantano. Después el infierno del terror. Qué culpa tenían los trabajadores que viajaban al centro de Madrid de todo esto. Aznar ya se fue, hoy pagan inocentes. ¿Ocurrirá lo mismo con Bush? Y Blair ¿podrá dormir tranquilo o soñará con la Torre de Londres volando en pedazos? De qué valió la razón cuando ganó la pasión.

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