EL SIGLO DE TORREÓN
Gómez Palacio, Dgo.- La veladora cayó en la cama. El fuego se propagó por todo el jacal. Teresa estaba en el monte, fue al baño. En minutos, las llamas cubrieron su casa. La joven madre quería salvar a su bebé... el intento fue inútil. Sólo su hijo de cinco años sobrevivió al incendio.
“Yo lo quería rescatar, lo quería rescatar, pero no me dejaron (entrar al fuego), nadie hizo nada, mi hijo ya no se salvó”, dice agobiada Teresa Irungaray García de 29 años, mamá del pequeño Brayan Daniel de dos años, quien murió calcinado.
Sentada en el piso, a unos metros de la puerta del anfiteatro de la Subprocuraduría, donde espera recoger el cuerpo de su “angelito”, Teresa tiene sus manos entre las piernas, los hombros encogidos y se dispone a describir la tragedia que en segundos cambió por completo su vida.
“Todas las noches prendemos una veladora para no dormir a obscuras, en la casa no hay luz, ya tenía tres meses en el jacal y con mi negocito (de comida)... ¿Por qué se cayó la veladora, por qué?”, Se cuestiona la joven madre originaria de Pueblo de Santiago, municipio de Cuencamé.
Con el único objeto de velar por sus hijos, Teresa dejó la casa de sus padres y se fue a poner un negocio de comida a la entrada de Cuencamé, por la carretera proveniente de Gómez Palacio. Viajeros y traileros hacen parada para tomar un café y saciar su hambre.
Por las noches, Teresa cuenta con la ayuda de María Teresa García Fierro, señora que releva el trabajo de la joven madre, mientras ella descansa con sus hijos.
A las 2:30 horas del viernes 23 de abril, Teresa tuvo que ir al baño. Salió de su jacal y caminó menos de 20 metros. Sólo tomó el tiempo necesario para desahogar su necesidad. Al tomar el camino de regreso, las llamas la dejaron sin habla y empezó a correr.
Un trailero y doña María la detuvieron para que no arriesgara su vida en el fuego, víctima de la histeria, la joven de 29 años intentaba soltarse, la fuerza del chofer permitió que la mujer no agravara su situación.
Con el cabello encendido y la piernita con llamas, salió del jacal el pequeño José Ángel García Irungaray, hijo mayor de Teresa. “Los dos estaban dormidos, el más grande se pudo levantar y salir vivo, pero el más chiquito cómo”, explica la madre y las lágrimas corren por sus mejillas.
La pobreza favoreció la tragedia. Teresa explica que por la falta de energía eléctrica, diario ocupaba de una veladora. Las paredes de su jacal eran de madera vieja y cartón encerado. La manguera del tanque de gas se derritió y el siniestro se avivó en segundos.
Ahora Teresa sólo tiene a José Ángel. Los padres de sus dos hijos se desentendieron de ellos a temprana edad. La joven seca sus lágrimas con la mano derecha y sigue esperando el cuerpo de su hijo para enterrarlo en Santiago. De momento no quiere saber de nada. “Ya no voy a volver al negocio, me voy a ir con mi mamá y después, ya veré cómo le hago”.