(Primera parte)
Decepción
Las vivencias de amor y sexualidad nos llevan con mucha frecuencia a la decepción, estado que si se resuelve bien, puede conducirnos a una espera edificante, pero si se resuelve mal, nos arrastrará a la soledad nociva. En este último caso, las crisis depresivas por decepción pueden convertirse en recurrentes.
La decepción constituye un desengaño de personas o actividades en las que se habían cifrado esperanzas de felicidad. Provoca depresión, constituye una etapa crítica en la que se daña la autoestima por los efectos del descalabro.
Decepción por ruptura amorosa. Imaginemos que la pareja camina por un largo puente colgante, éste puede ser sólido o endeble; representa el vínculo afectivo, capaz de romperse en cualquiera de las cuatro etapas (tema ya visto en caricias íntimas: enamoramiento, conocimiento, compromiso o intimidad). Cuanto más avanzada se encuentre la relación, el precipicio debajo del puente será mayor y por consecuencia, la caída más dolorosa. Si hubo relaciones sexuales (háyanse vivido o no las etapas completas), la caída es muy semejante a un divorcio. Por fortuna, siempre existe un sendero de ascenso hacia la cima. Cuando más honda la caída, más larga y escarpada será la ruta de ascenso. Trabajando de forma sistemática, según la escala Fisher de adaptación al divorcio, cuando se producen rupturas graves, las personas pueden recuperarse en un lapso de uno a dos años (aunque hay quienes ascienden con mayor rapidez).
Decepción por mal manejo del sexo. La masturbación adictiva, el libertinaje sexual (pornografía, aventuras rápidas, disfunciones y desviaciones), la atracción homosexual, la promiscuidad venérea, el embarazo no deseado y otros eventos similares producen confusión y decepción. Con el mal manejo del sexo, la persona se ve eventualmente detenida por un mecanismo de defensa natural que le permite percatarse de cuánto ha caído. Es un momento de pausa en el que puede decidir, ya sea un cambio de conducta para mejorar o una degradación mayor.
La salida. La decepción ofrece una clara puerta de salida antes de seguir cayendo. Los pasos para superarla son cinco. Cada uno representa un obstáculo que franquear. Las etapas deben vivirse intensamente, pero sin permanecer en ellas más tiempo del necesario. Estos cinco peldaños de recuperación pueden servir para sobreponerse de cualquier tipo de quebranto emocional (viudez, divorcio, fallecimiento de un hijo, violación, despido, desahucio, etcétera).
Primero: Superar la negación. La negación es el bloqueo psicológico experimentado ante circunstancias sorpresivas indeseables. Quien se enfrenta al cadáver de un ser querido suele gritar desesperado: ?¡No, no, no puede ser, esto es mentira, es una alucinación, simplemente no puede estar sucediendo!?. El promiscuo se niega a aceptar su degradación, el enfermo de SIDA cree estar soñando, la chica embarazada espera que todo sea un error, el divorciado supone que la unión va a restaurarse de un momento a otro. La negación es una etapa normal que debe ser superada lo más rápidamente posible. Esto se logra haciéndole frente a la verdad: Las cosas son así. Todo terminó. No hay marcha atrás. Es necesario aceptar la pérdida, como si se tratara de un ser amado cuyo cuerpo ha sido depositado en el ataúd.
Segundo: Superar la crisis depresiva. Al abandonar la negación, la persona ?se viste de luto?, hace pública su tragedia, se debilita, enferma, llora, la embargan sentimientos de culpa y temor. Piensa que nunca va a recuperarse del golpe. Hay quien suele pasar mucho tiempo deprimido. Algunos encuentran cierto placer en el sufrimiento y cierto sufrimiento en el placer. ?Dios ha puesto tan cerca la alegría del dolor que muchas veces lloramos de alegría; sentirse víctimas puede ser muy agradable?. La depresión es un piso resbaladizo. Nos hace caer en el alcohol, drogas o amoríos. Quienes caen arrastran a otros deprimidos a su caída. Los homosexuales reclutan jovencitos, los seductores conquistan, los pervertidos inducen vicios. El deprimido es como una paloma herida en descampado: vulnerable y fácil de agarrar (con las garras). Por más grande que sea la tentación de una fuga o de un nuevo romance para olvidar, debe evitarse a toda costa, so pena de caer en una degradación psicológica y sexual de la que será mucho más difícil recuperarse. Para superar la depresión se requiere vivir el dolor sin evasiones, lamentarse a solas, no reprimir el llanto: es conveniente llorar hasta que se sequen las lágrimas y se logre el completo desahogo.
Tercero: Superar la ira. Como reacción natural, cuando el decepcionado deja de compadecerse, comienza a sentir enojo. ?Mi ex esposo dejó de ser un gran hombre para pasar a ser ese cerdo con el que me casé?. Fisher asegura que la ira provoca ?diarrea verbal?. Muchas canciones populares y libros sexistas muestran una diarrea verbal crónica. La ira es un reflejo sano de todo ser humano que ha sufrido; es fuego que quema repentinamente al deprimido y lo sacude de su sopor; es indicio de que ha comenzado la recuperación de la dignidad. Es correcto enfadarse con los demás, consigo mismo y hasta con Dios; sin embargo, el fuego de la ira debe consumirse hasta las cenizas del perdón. Cuando no se consume por completo o se encauza mal, puede originar graves estragos. Se sabe de personas que han calumniado, golpeado e incluso asesinado durante esta etapa. Para superar la ira, es necesario sacar todo el coraje, decir cuantas pestes y maldiciones sea preciso, escribir, hablar a solas o con alguien de suma confianza. Especialmente, debe realizarse un nuevo plan de ejercicio físico forzado, trabajar más y corregir enérgicamente los objetivos personales.
Cuarto: Llegar al perdón. El perdón verdadero son las cenizas de la ira extinta. Se perdona cuando ya no se recrimina a nadie ni se siente rencor; cuando se recuerda el ayer con nostalgia pero sin tratar de encontrar culpables. El perdón es la aceptación pacifica de los hechos, la conciencia de que todo lo ocurrido nos ha dado mayor madurez, la renovación del amor propio y del amor a Dios. Una persona que ha sufrido decepción amorosa, al perdonar, es capaz de bendecir a su ex amante, brindarle ayuda desinteresada si la necesita y desearle sinceramente lo mejor en su vida.
Quinto: Lograr entusiasmo y libertad. Regresa la sonrisa al rostro. La persona asume el control total de su tiempo, se vuelve fuerte, autónoma, jovial. Una prueba inequívoca de que se ha llegado a esta etapa es encontrarse de frente con la persona o circunstancia que ocasionó la caída y no sentir la menor exaltación. Sonreír, pero sin percibir que el corazón late más rápido ni que el sistema nervioso registra la más mínima emoción. El entusiasmo y la libertad conducen a la soledad edificante en la que ya no hay dependencia de nadie. La persona es responsable de sí misma y puede vivir sin ninguna atadura emocional. No se encuentra a la caza desesperada de un compañero; ha encontrado un sentido trascendente en su vida.
Los valores familiares son la vacuna más efectiva ante la vida tan rápida y tentadora que vivimos hoy día, pronto estaremos realizando un taller sobre ellos, gracias a las personas que nos han enviado sus cuestionarios constantemente así como sus correos electrónicos, a todos ellos dimos ya contestación y pronto a través de una página de El Siglo de Torreón iniciaremos un chat con todos ustedes sobre temas ya publicados aquí. Los invitamos a seguir contestando los cuestionarios (de preferencia en familia), la retroalimentación o exposición de casos que nos mandan al buzón de sugerencias está de manera permanente en la recepción de este diario con atención a la sección cultural, artículos Familia Sirviendo a la Vida, así como con Germán de la Cruz Carrizales: pmger@hotmail.com, pmger@latinmail.com.
Reiteramos nuestro agradecimiento a quienes hacen posible estas publicaciones y sobre todo a usted amable lector quien hace que este proyecto contribuya a fortalecer nuestras familias y sus valores. El próximo tema a tratar será la segunda y última parte de decepción. Gracias por su atención.
?Quien no vive para servir, no sirve para vivir?.