El documento busca lograr una UE más eficiente y especifica que se deberá elegir un presidente y un ministro de Relaciones Exteriores.
Roma, (EFE).- Los gobernantes de los 25 países de la Unión Europea firmaron hoy la primera Constitución del continente en una solemne ceremonia celebrada en la colina romana del Capitolio.
La sala de los Orazi y los Curiazi -así llamada por la ancestral lucha que se escenifica en uno de sus frescos- fue de nuevo testigo de un acontecimiento histórico en la integración de Europa, después de que allí naciera en 1957 la Comunidad Económica Europea (CEE).
Acompañados de sus ministros de Exteriores, los Jefes de Estado o de Gobierno de la UE rubricaron un Tratado Constitucional que acerca un poco más a Europa al sueño de los padres fundadores, gestado sobre las ruinas de la II Guerra Mundial.
La primera firma sobre el texto la puso el jefe del Ejecutivo belga, Guy Verhofstadt, y su ministro de Exteriores, Karel De Gucht, al seguirse el orden alfabético según el idioma de cada país.
En séptimo lugar firmó el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y el titular de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos.
Cerraron los turnos el primer ministro británico, Tony Blair, y su ministro de Exteriores, Jack Straw, que estamparon su rúbrica, al igual que el resto de gobernantes, con sendas plumas en madera oscura y platino, con una inscripción en latín referente al acto.
La disposición final la suscribieron también los representantes de los tres países candidatos a entrar en la UE: Turquía, Rumania y Bulgaria que, junto a Croacia, estuvieron presentes en Roma como invitados.
La histórica firma se llevó a cabo sobre una mesa rectangular tapizada en azul, con la bandera europea en su frente, situada bajo una escultura en bronce del papa Inocencio X, obra de Alessandro Algardi, mientras sonaba música de la corte de Luis XIV compuesta por el italiano Giambattista Lulli.
El oropel del ceremonial no pudo ocultar los problemas que persisten en el complicado camino de la integración, como la crisis sin precedentes que atenaza a la nueva Comisión, que los propios líderes europeos se han traído hasta Roma.
Desde su llegada anoche a la capital italiana no ha cesado el cruce de mensajes y conversaciones en busca de una salida rápida y airosa al contencioso planteado por la decisión del designado presidente de la CE, José Manuel Durao Barroso, de retirar su equipo de comisarios ante las presiones del Parlamento Europeo.
El documento, cuyo objetivo principal es lograr una UE más eficiente, con un presidente y ministro de Relaciones Exteriores propio, reduce el poder de los países miembros para bloquear algunas leyes, lo cual ha generado polémica y rechazo en varias naciones.
Tampoco pudo esconder la solemnidad de la firma las dudas que despierta la fase decisiva del Tratado antes de su entrada en vigor, que comienza hoy y que no es otra que la de la ratificación por la vía parlamentaria o la del referéndum.
Hasta el momento once países, entre ellos España, Francia y Reino Unido, han anunciado que convocarán a las urnas a sus ciudadanos, mientras que cinco, uno de ellos Italia, se han decantado ya por la votación en el Parlamento.
A ese complejo proceso se refirieron tanto el presidente saliente como el designado de la Comisión, Romano Prodi y Durao Barroso, durante los parlamentos previos, con una advertencia clara sobre las dificultades que se avecinan y un llamamiento a los gobernantes para que se empeñen en sacar adelante esta empresa.
Los jefes del Gobierno de Italia y España, Silvio Berlusconi y José Luis Rodríguez Zapatero, fueron los primeros en recoger esa demanda y aceptar el reto de presentarse como ejemplo.
Berlusconi anunció que hoy mismo reunirá a su Consejo de Ministros para enviar al Parlamento un decreto ley de ratificación de la Constitución, mientras que Zapatero se comprometía a servir de guía con el primer plebiscito europeo, previsto para el 20 de febrero.
Incertidumbres y problemas al margen, los gobernantes de los 25 países de la Unión protagonizaron hoy un hito histórico con la firma en Roma de la primera Constitución Europea y así lo celebraron al levantar su copa en el almuerzo que les ofreció el Palacio del Quirinal el presidente de la República italiana.